Daniel Scioli decía que Rodolfo Baradel es un «preceptor en uso de licencia» y Carlos Gianella, quien lo acompañaba desde una subsecretaría de la Jefafatura de Gabinete en la gobernación bonaerense, aseguraba que tenía «alergia a la tiza». En la Dirección General de Escuelas dicen algo parecido: «Baradel nunca estuvo frente a un aula, no tiene ninguna empatía con el compromiso de los maestros con la educación y en la formación docente. Lo suyo es otra cosa».
En efecto, el secretario general de SUTEBA, el gremio que nuclea el 80 por ciento de los maestros de la provincia de Buenos Aires, llegó a la conducción en el 2004 coronando un camino al que arribó por casualidad a finales de los 80, cuando primero consiguió trabajo como encargado de depósito de un colegio y luego fue nombrado preceptor. Desde ahí, arrancó en la actividad gremial y en 1994 fue nombrado secretario general de la seccional Lanús. Diez años después, cuando Hugo Yasky subió como secretario general de CTERA, fue nombrado al frente del sindicato bonaerense y aún sigue ahí 13 años después, luego de cuatro reelecciones.
Por cierto que no encabeza el récord de reelecciones sindicales, un lugar que sigue teniendo el liderazgo indiscutido de Ramón Baldassini, de la Federación de Obreros y Empleados de Correos y Telecomunicaciones, que hace 54 años está al frente de los telepostales y desde la llegada de Cambiemos al Gobierno forma parte del directorio de la empresa estatal Correo Argentino.
En ese rango se encuentran otros dirigentes como es el caso de Omar Viviani, que está hace 34 años como secretario general de los Peones de Taxi, y Amadeo Genta, también hace 34 años secretario general del SUTECBA, los trabajadores municipales. Guillermo Pereyra que dirige a los Petroleros Privados hace 33 años, Luis Barrionuevo que hace 32 está al frente de los Gastronómicos, Rodolfo Daer también 32 conduciendo el sindicato de la alimentación y Carlos West Ocampo y Armando Cavalieri, hace 31 son los secretarios generales de Sanidad y Comercio, respectivamente. Son seguidos por José Luis Lingeri, al frente de Obras Sanitarias y Hugo Moyano, de la Federación del Sindicato de Choferes de Camiones , con 30 años cada uno.
De ese lote, quien se expresó a favor de un límite a las reelecciones indefinidas es el propio Moyano. Cuando le preguntaron en una radio dijo que «la reelección indefinida de los dirigentes sindicales se tiene que modificar, sinceramente lo digo». Contradiciendo el viejo apotegma peronista que dice que «mejor que decir es hacer», no se conoce que el líder de los camioneros haya dado ningún paso en relación a lo que declaró. De hecho, hizo esas declaraciones en el 2013 y en el 2015 volvió a elegirse.
Es distinto a lo que hizo su hijo Facundo, diputado nacional por el Frente Renovador, que limitó su propia reelección en el sindicato de peajes, el SUTPA, a dos mandatos, en un gesto que consideró fue destinado a «democratizar el sindicalismo».
Otro diputado que trabajó en el mismo sentido de democratización fue Jorge D’Agostino, radical de Entre Ríos, que el año pasado presentó ante la Comisión de Legislación Laboral una ley para que se limite los mandatos de los secretarios generales de todas las asociaciones sindicales (de primero, segundo y tercer grado) a cuatro años, con una reelección.
En efecto, la ley 23.551 sorprende por la indefinición en la materia: no se especifican términos de mandatos, ni de elecciones o reelecciones. Solo, muy genéricamente, se alude en el artículo 8º que «las asociaciones sindicales garantizarán la efectiva democracia interna», para la cual los estatutos deben garantizar «una fluida comunicación entre los órganos internos y sus afiliados, que los delegados obren con mandato de sus representados y les informen luego de su gestión, la efectiva participación de todos los afiliados garantizando la elección directa de los cuerpos directivos y la representación de las minorías en los cuerpos deliberativos».
Como lo que no está prohibido, está permitido, la dirigencia sindical resiste por décadas en las mismas posiciones. Por ley, no está sometida al escrutinio de la opinión pública. Poco parece importarle a los sindicalistas estar en el último lugar de confianza como pudo verse -por ejemplo- en la encuesta realizada por el Instituto de Ciencias Sociales y Disciplinas Proyectuales de la UADE y la consultora Voices, donde alcanzaron el 89 por ciento de desconfianza.
En diálogo con Infobae, el diputado D’Agostino aseguró que no tiene ninguna esperanza de que en un año electoral su proyecto llegue al recinto. «Muchos sindicalistas creen que lo que propongo es violar la autonomía sindical. Lejos de eso, lo que busco es más democracia», dijo. Y, con cierta melancolía, agregó que «este es mi último año en la Cámara, pero estoy muy satisfecho con mi proyecto porque dejé un mojón en la larga lucha por la libertad sindical que -no dudo- será retomada más adelante».