Susana Rinaldi: «Al que me habla mal de Cristina lo mando al carajo»

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Una mujer de palabra y de acción directa. Es la única manera de describir a Susana Rinaldi, cantante, actriz, vicepresidenta de AADI (Asociación Argentina de Intérpretes) y de la FILAIE (Federación Iberolatinoamericana de Artistas Intérpretes y Ejecutantes), siempre se ha mostrado con fuertes convicciones políticas, y obviamente un gran arraigo por la cultura nacional, motivo de su activismo y trabajo dentro de la defensa de sus derechos.

Susana es un ícono de la música ciudadana, pero también un baluarte de inconmensurable valor dentro de la música en general. Tanta es su importancia, que su arte no solo es reconocido en Argentina, sino que también fue ovacionada en el mundo entero. “Es una cosa muy interesante poder ir cambiándole la historia al tango. No lo digo por soberbia, sino que se trata de ir modificando todo a tu paso. Donde vaya a cantar, el mundo se queda fascinado con el tango. No le importa que lo cante una mujer, ¡al contrario! He tenido grandes devoluciones por ese motivo. Después de que te colgaron los premios afuera, te los cuelgan acá. Ahí empiezan a notar que valés la pena”.

En charla con DiarioShow.com, la artista se muestra tal cual es, dice lo que piensa -algo que asegura le trajo problemas más de una vez aunque nunca se arrepiente de nada- y no le teme a las críticas. “No debería hablar de eso porque yo he sido muy favorecida, estimulada, me han perdonado la vida tantas veces, diga lo que diga y hable lo que hable, por lo que me queda solo agradecer. Pero sé que hay gente a la que le cuesta, y mucho. Hay grandes artistas que son reconocidos antes afuera que aquí. Los han rebautizado lejos de casa. Argentina te da el sí cuando otro ya te coronó. Somos reacios a dar apoyo de entrada”.

El tango, declara Susana, muchas veces fue injusto, con ella y otras colegas del sexo femenino. Obviamente ama el género con todo su corazón, y sabe que las puertas cerradas también están para ser abiertas.

Por ello, resume sus inicios: “Yo amaba el jazz, y cantaba chacareras y otras cosas. Nunca pensé que luego iba a elegir el tango. Siempre digo que ahí triunfó mi vieja. A ella le encantaba, y a mí no. Hasta que un día escuché de casualidad un tango cantado por Virginia Luque y dije ‘¡joder, qué lindo lo que está cantando’. Ella era buena cantante, pero nunca le dieron bola porque de pronto era cantante, de pronto, actriz, de pronto se tuvo que ir del país por razones políticas. Y sin embargo a esta chica acá parada le pegó fuerte. Sin saberlo, yo era auditora de Virginia porque me parecía totalmente diferente a otras cantantes. Había incorporado a la leyenda del tango un modo de cantar y una visión, desde la mujer, que le convenía, no solo a ella, sino a la canción toda, recibir. Por esa razón no tuvo el reconocimiento que debería haber tenido. Siempre nos acordamos tarde. Se muere Piazzolla y nos damos cuenta de que es un genio”.

Más allá de enamorarse de la voz de Luque, Rinaldi tomó esa fuerza desde lo que hoy no sería llamado de otro modo que feminismo: “Hay que tener la voluntad de tal o cual cosa seriamente tomada. Yo tuve la voluntad de vencer dentro del tango a esa tradición que creía que la mujer achicaba el tango en vez de engrandecerlo. Yo los iba a joder. Ahí tuvo mucho que ver mi historia con el teatro, porque yo de ahí, no aparecí en la música de pronto. Si hubiera aparecido desde la música, lo hubiese hecho desde lo clásico, o la música de cámara, que es lo que siempre me gustó. Pero empecé en el tango, después de ser conocida como actriz”.

El tango, hoy

Suele hablarse de la decadencia cultural por tradicionalismos e imposiciones de expresiones ajenas. Sobre esto, la cantante reflexiona que “en el tango, todos los días tenés cosas que contar nuevas cosas. El tango no se va a morir nunca, aunque se  lo mancilló bastante como expresión popular y cuantitativa. Pero creo que todos los días demostramos lo contrario. Primero, porque no somos gente enajenada que toca todo lo mismo, de la misma manera. No todos tocan como Piazzolla, sino que somos escuderos de esa música. Por eso no repetimos, sino que interpretamos. En esto hay variedad de colores. De pronto se aprenden o no, se estimulan o no, se da interés a favor de, o no. Todavía hay gente que hoy habla de tango sin conocerlo. Por eso tanto joven que cuando se enanca en esta geometría del 2×4, le da con todo y ahí viene el aporte que el tango necesita. Todos los días vienen con una mirada diferente”.

Por el amor que tiene a la música, Susana cree, al igual que varios artistas que ya se han expresado de forma similar, que la cultura está pasando por un mal momento. “Estos tiempos hacen que me pregunte hasta cuándo voy a sufrir esta decadencia. Porque es una decadencia en todo sentido. Cultural, que siento que es lo primero que se derrumba, y obviamente en lo social, lo político y lo económico. Cuando decae la cultura, cuando deja de tener espacio, tendríamos que detenernos a pensar qué es lo que sucede”.

Según cuenta, existen dos problemáticas referidas al tema que la entristecen. Por un lado, “la falta de presupuesto para realizar espectáculos, para llevar adelante cuestiones culturales, es notable”. Sin embargo, para Rinaldi existe algo que cree aún más peligroso: “Ahora se genera miedo a los artistas. Y eso achica tus posibilidades de tomar posición. Hace un tiempo Pablo Echarri dijo en una entrevista que sabía que dividía la pantalla por su militancia política. Y la gente, en vez de castigarte, en realidad te tiene miedo. Tiene miedo que cada frase que vos digas, en un espectáculo o en el momento que sea, tenga que ver con tu posición política, sin conocerla incluso. Porque vos podés admirar a determinado personaje de la política -si es que aún se puede admirar a alguien- y por esa razón pensás como tal otro”.

Sin embargo la Tana no cree que todo sea negativo. “Hay miradas más que interesantes dentro de la política. Pero basta que tus compañeros y allegados, la gente que te va a ver, crean que estás obnubilado por una posición, para que crean algo que no existe. Te quitan la autoridad natural para determinarte políticamente cuando se te de la gana” ejemplifica. “A veces ves a alguien en la televisión que quiere expresarse según su pensamiento social, político, económico, y no puede porque está tachado de algo. Siento que todo comienza allá arriba, y el Estado le está haciendo mucho daño a la cultura del país. Por más que quieran disfrazarla con papelitos de colores o globos que tiran al aire. El artista teme perder su trabajo, su contrato, su posibilidad de convencer desde el espectáculo que tiene que afrontar, está pensando si debe o no debe decir algo. Aunque nadie te impida nada, explícitamente, cuando no te permiten esgrimir con naturalidad tu forma de pensar, te están eliminando. Es una censura tácita. El miedo es la paralización del ser humano. Y no me gusta que se genere eso”.

Enojada, señala que “a los artistas les pasa que quizás no te dejen entrar en la televisión. Hoy no hablás, ni mañana. Y nos puede tocar a todos. Siento que estoy señalada, pero no solamente yo.Pablo Echarri lo vive. Esa gente ha sufrido mucho. Por haber aceptado una ley maravillosa para los actores. Cuando la gente es mala, es perversa. Hay mucho más interés puesto en la gente mala que en la noble. Y el gobierno está para cuidar a esa gente mala. El cuento de Bertolt Brecht decía ‘hoy lo vinieron a buscar a este, mañana al otro, para callarlo, para callarlo. Y yo no dije nada. Hoy me vinieron a buscar’. Ese cuento que nos hizo tanto daño, y por el cual, cuando volvió la democracia fue una fiesta popular de todos. No no nos dimos cuenta de que podía volver a pasarnos lo que hoy nos pasa. El miedo, la corrupción, es decir, la angustia, la gente que está echada de acá para allá…”.

La política cotidiana

Consciente de que cualquier opinión puede causarle algún perjuicio -y prejuicio- en su contra, la “Tana” aprovecha para, sin medias tintas, expresar su ideología: “Siempre digo que al que me habla mal de Cristina (Fernández de Kirchner) lo mando al carajo. No lo digo porque sea una bruta, sé emplear bien las palabras. El carajo es lo indebido, lo no correcto, lo bastardo. ¿Y por qué? Los que han hablado mal de ella casi siempre lo hacen sin conocer, si haber hecho sopesar su participación política entre nosotros, siempre permiten que hablen otros. Hoy muchos no se toman en cuenta sus palabras como senadora porque previo a ello está el odio. Y el odio nos llevó a este presente. Son sentimientos raros con los cuales nos movemos a veces. Del otro lado, los que la odian, tuvieron un poco de vergüenza cuando se olvidaron de la grieta, después de haberla creado. Y nosotros tenemos un superlativo que no sabemos por qué. ¿La grieta de qué? La grieta la tengo si no puedo trabajar, si me eliminan. No soy parte de ninguna grieta porque soy muy entera yo”.

También, Susana entiende que en este clima, el periodismo no debe ser maltratado ni censurado: “Hay cosas que no se pueden dejar de mencionar. ¿Cómo no voy a hablar de los 350 despedidos de Télam? No sabés por qué los echan y no te explican por qué. El muchacho que maneja todo esto, Hernán Lombardi, debiera darse cuenta de que hay gente como yo que alguna vez fue amiga de él, y lo estoy puteando mañana, tarde y noche. Y me callo porque le tengo respeto a sus padres. Pero si no realmente no se le puede preguntar qué le pasó. Dejó 350 personas en la calle, deshonrados. No me atrevo a decir si hay solución. Porque hay una cantidad preparada para que esto continúe”.

Ante todo, sincera

Como una persona tan allegada a la cultura, Susana se informa por los diarios y la radio. Sin embargo, confiesa que “de la televisión argentina no me interesa nada. Ni el fútbol. Acá se vio el Mundial, vi eso, grité con los goles de Argentina, pero solo eso. En la puta vida vi el Bailando. Me parece un tipo agradable Marcelo Tinelli, lo he visto una vez en el cine. Coincidimos en ver una película pero no crucé una palabra con él. Yo soy ajena a ese mundo. Tengo presente su voz, porque en mi casa trabajaba una persona a la que le gustaba Tinelli, pero no lo he visto nunca porque no me interesan esas cosas. Algo que sí puedo ver es el canal Encuentro, porque se ven cosas lindas, artísticas, y documentales. Pero de esa frivolidad que se ve, ¡nada!”.

A sus 82 años, Susana no le da mucho lugar a la dispersión. “En los ratos libres, a pesar de ser vieja, duermo. Pero por suerte siempre estoy ocupada en algo. No es solamente de mí que me ocupo, sino del otro. Y quiero que el otro sepa de mi preocupación. Pensar en el otro como en sí mismo, debiera ser un hábito. Porque el otro son muchas cosas, no es la otra persona, la otra casualidad. El otro no es un propósito igual al de uno. Me quedan pocos amigos en esta volteada, por edad y porque algunos se alejaron. Los pocos que tengo, vienen de alumnos que he tenido. Eso me halaga profundamente. Esos alumnos que tuve y son amigos me presentan a sus hijos. Tienen 25 años, 30… Así puedo conversar con esas generaciones. No ser una vieja aburrida es imponente. Los viejos, a veces con razón, estamos tildados de aburrir al otro con lo que hablamos, con lo que convocamos. Y no me pasa eso”.

Aclara que “heredé esta fortaleza de mi mamá. Nunca la vimos enferma a ella. Cuando uno tiene una meta diaria, ese día se va expandiendo a los demás. No se me ocurre no levantarme. Quedarme para hacer fiaca, algún fin de semana, ni loca. Leo, escribo, no dejo un día vacío al divino botón. Es una manera de demostrarme a mí misma que todavía puedo hacer ciertas cosas. Una cosa que me paraliza un poco son mis piernas y los problemas que te traen las rodillas a determinada edad».

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