En el marco de las celebraciones por Día de la Independencia, este sábado por la mañana se desarrolló el Tedéum en Tucumán, sin la presencia de Alberto Fernández.
El prelado ponderó los valores patrios que impulsaron a los próceres a concretar la gesta de la independencia y reflexionó sobre las problemáticas que aquejan a la sociedad actual.
En el inicio de la homilía, el arzobispo recordó que el «hoy celebramos un nuevo aniversario de nuestra Independencia Nacional declarada en esta muy digna y benemérita ciudad de San Miguel de Tucumán el 9 de julio de 1816. Al día siguiente de la declaración de la Independencia, el primer acto de los congresales fue implorar la ayuda de Dios».
En otra parte de la lectura, Sánchez indicó que «nuestros próceres, nuestros padres y nosotros soñamos con una Argentina mejor. Que hagamos realidad este sueño con nuestro compromiso cotidiano de compartir lo que somos y tenemos…».
Además, remarcó: “Caminemos juntos buscando la reconciliación y el bienestar de todos, porque necesitamos una comunidad que nos sostenga en los mismos objetivos y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar y caminar hacia delante, con esperanza».
En esa línea, sostuvo que «amemos y sirvamos a la Patria creciendo en fraternidad, promoviendo la amistad social. Es tarea y responsabilidad de las dirigencias de todos los ámbitos, sin distinciones, en especial las autoridades gubernamentales, desde las decisiones en políticas públicas, en favor de todos y de forma especial de los que más sufren».
Y añadió: «Asumamos el compromiso responsable de trabajar unidos por el bien común, todos los ciudadanos, madurando en los distintos valores morales que llevan a un desarrollo humano integral. Salgamos de nosotros mismos y de nuestros propios intereses. Digamos sí a la cercanía y no al aislamiento, sí a la cultura del encuentro, no a la cultura del enfrentamiento».
Homilía Tedeum 9 de julio 2022 (Texto Completo).
Queridos hermanos:
Hoy celebramos un nuevo aniversario de nuestra Independencia Nacional declarada en esta muy digna y benemérita ciudad de San Miguel de Tucumán el 9 de julio de 1816.
Al día siguiente de la declaración de la Independencia, el primer acto de los congresales fue implorar la ayuda de Dios. “A las nueve de la mañana se reunieron los señores diputados en la casa congresal y de allí se dirigieron a la Iglesia de San Francisco, donde asistieron a la Misa del Espíritu Santo”, que fue celebrada por el sacerdote Pedro Ignacio de Castro Barros, diputado por La Rioja.
Como desde entonces, también hoy nos reunimos a orar por el país en la Catedral de Tucumán y en las Catedrales e Iglesias de Argentina; para alabar a Dios y darle gracias por nuestra Patria. También le pedimos su bendición, a fin de que la prosperidad, el desarrollo, y la dignidad alcancen a todos los argentinos.
Los congresales reunidos en Tucumán, después de varios meses de debate, alentados por San Martín, Belgrano y el Pueblo, declararon la Independencia: “…Invocando al Eterno que preside al universo, en el nombre y por la autoridad de los pueblos que representamos, protestando al cielo, a las naciones y hombres todos del globo la justicia,…Aclamaron primero, llenos del santo ardor de la justicia, y uno a uno reiteraron sucesivamente su unánime voto por la independencia del país…. comprometiéndose por nuestro medio al cumplimiento y sostén de esta su voluntad, bajo el seguro y garantía de sus vidas, haberes y fama…”
Desde 1816 somos una Patria libre. ¡206 años de la Independencia Argentina!
La Palabra de Dios ilumina esta Fiesta y nos invita a vivir en el amor, la libertad y la paz.
• Manténganse firmes para no volver a caer en bajo el yugo de la esclavitud…
• hemos sido llamados a vivir en libertad…
• háganse servidores los unos de los otros, por medio del amor…
• que esa libertad no sea un pretexto para satisfacer los deseos carnales…
• no se estén mordiendo y devorando mutuamente…. porque terminarán destruyéndose los unos a los otros… (cf. Gal. 5, 1. 13-17).
En el Evangelio hemos escuchado quese nos presenta a Jesús como alguien a quien la gente acude, lo escucha con agrado, lo buscan, lo siguen, están atentos a sus enseñanzas.
Jesús no es indiferente a la multitud que lo busca, no se esconde, se compadece de la ellos porque estaban como ovejas sin pastor… El asume este pastoreo, atiende a la gente, les habla, les enseña, los cura, los dignifica, les da de comer…
Hoy nuestra Patria es un Pueblo hambriento, desconcertado, preocupado, herido…
En muchas familias falta el pan cotidiano y el trabajo digno. Ha crecido la pobreza.
Hay hambre de justicia y dignidad, de respeto y cuidado de la vida en todas sus etapas.
Hay hambre de paz social, de respeto a la Constitución y de democracia auténtica.
Hay hambre de diálogo, de encuentro y participación para superar divisiones y enfrentamientos.
Hambre de verdad, de una educación que ponga en primer lugar a la persona humana, que no imponga ideologías, que conduzca a pensar y realizarse dignamente.
Hay hambre de libertad y de una vida más segura y cordial.
Hay hambre de confianza y trabajo mancomunado entre todos por el bien de todos.
Hay hambre de esperanza y consuelo… Hay hambre de fraternidad y de amor.
Y ante tanta necesidad quizá nosotros tengamos la tentación de los discípulos del Evangelio… “Maestro despide a la gente…” que se las arreglen como puedan…
Tenemos la tentación de borrarnos ante las necesidades del hermano, de pasar indiferentes, de ningunearlos, de despacharlos…
Hoy nuevamente Jesús nos dice… “Denles de comer ustedes mismos”. Jesús quiere compartir con los discípulos su pastoreo a la gente, que estaban como ovejas sin pastor.
Nos invita a compartir su cuidado y atención a la gente con nosotros, los que tenemos el servicio de la autoridad: padres, maestros, gobernantes, profesionales, empleados, obreros, empresarios, religiosos, intelectuales… nos dice y nos repite: “Denles de comer ustedes mismos…”
Los cálculos humanos siempre fallan… siempre es poco, no alcanza, ¡…necesitamos tanto para tantos…! Cuidado con sucumbir a la tentación de guardarnos los 5 panes y los dos pescados mezquina y egoístamente…
Jesús, en el Evangelio de hoy nos da algunas claves para calmar tanta hambre, para poder alimentar a muchos argentinos, para ir transformando la realidad:
Conocer la propia riqueza de cada uno, valorar nuestras diversas capacidades y potencialidades… lo que somos y tenemos, todo lo que podemos hacer por el bien común. ¿Cuáles son nuestros panes y pescados? .
La organización en pequeñas comunidades y la cercanía que fortalece los vínculos para acrecentar la amistad social y la fraternidad desde cada lugar “háganlos sentar en grupos…”
La confianza en Dios, que nunca nos abandona, Él nos da su amor misericordioso y nuestro Pueblo responde con la fe y la solidaridad, “…elevando los ojos al cielo pronunció la bendición partió los panes y lo fue entregando”
El secreto del milagro fundamentalmente es compartir con humildad, entrega y generosidad. Saber poner lo propio en común, aunque sea poco, siempre se multiplica en el amor cercano, en la entrega del servicio a los demás para que llegue a todos y “Todos comieron hasta saciarse”
Ante las necesidades de nuestros hermanos argentinos partamos y compartamos.
Termina el evangelio diciendo que todos comieron hasta saciarse y sobró y se llenaron 12 canastas… los satisfechos tenemos que salir a buscar a los que están hambrientos, haciéndonos responsables de las fragilidades de los demás buscando un destino común. Ofrecerle el pan de la dignidad, de la fraternidad, del amor…
Nuestros próceres, nuestros padres y nosotros soñamos con una Argentina mejor. Que hagamos realidad este sueño con nuestro compromiso cotidiano de compartir lo que somos y tenemos…
Caminemos juntos buscando la reconciliación y el bienestar de todos, porque necesitamos una comunidad que nos sostenga en los mismos objetivos y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar y caminar hacia delante, con esperanza.
Salgamos de nosotros mismos y de nuestros propios intereses. Digamos sí a la cercanía y no al aislamiento, sí a la cultura del encuentro, no a la cultura del enfrentamiento.
Amemos y sirvamos a la Patria creciendo en fraternidad, promoviendo la amistad social. Es tarea y responsabilidad de las dirigencias de todos los ámbitos, sin distinciones, en especial las autoridades gubernamentales, desde las decisiones en políticas públicas, en favor de todos y de forma especial de los que más sufren.
Asumamos el compromiso responsable de trabajar unidos por el bien común, todos los ciudadanos, madurando en los distintos valores morales que llevan a un desarrollo humano integral.
Nuestros próceres nos han legado una patria hecha con sangre y sudor, con amor y sacrificio. Ahora la vemos desgarrada por la pobreza, el endeudamiento y la falta de un proyecto de Nación. Queremos una Patria de hermanos…
Volvamos a promover el bien, para nosotros mismos y para toda la humanidad, y así caminaremos juntos hacia un crecimiento genuino e integral. Cada sociedad necesita asegurar que los valores se transmitan, porque si esto no sucede se difunde el egoísmo, la violencia, la corrupción en sus diversas formas, la indiferencia y, en definitiva, una vida cerrada a toda trascendencia y clausurada en intereses individuales. (Cf. FT113).
“El mandamiento del amor nos invita a que resurja nuestra vocación de ciudadanos del propio país y del mundo entero, constructores de un nuevo vínculo social. Es un llamado siempre nuevo, aunque está escrito como ley fundamental de nuestro ser: que la sociedad se encamine a la prosecución del bien común y, a partir de esta finalidad, reconstruya una y otra vez su orden político y social, su tejido de relaciones, su proyecto humano… «La existencia de cada uno de nosotros está ligada a la de los demás: la vida no es tiempo que pasa, sino tiempo de encuentro»” (FT.66)
Volvamos nuestro corazón a Dios, con una autocrítica profunda que, superando las acusaciones mutuas, y la búsqueda permanente de culpables, nos permita mirar los errores individuales y colectivos, convertirnos y comprometernos en la reconstrucción de la patria desde la fraternidad y la amistad social.
Que la Virgen de la Merced nos proteja con su ternura maternal a nuestra bendita Patria la Argentina. Que los Santos y Beatos argentinos – Cura Brochero, Mamá Antula, Fr. Mamerto Esquiú, mártires riojanos y del Zenta y otros – nos animen a trabajar por el bien de todos e intercedan por nuestra Patria Argentina.