«Sook», quien prefirió mantener su verdadera identidad anónima, tenía veintiséis años cuando huyó de Corea del Norte. En 2004, seis años después de su salida, fue entrevistada por Barbara Demick, una periodista estadounidense interesada en el sistema educativo del país comunista. De allí se desprende que «Sook», pese a ser una mujer inteligente y, en alguna medida, responsable de la educación de los norcoreanos, ignoraba conocimientos que en el resto del mundo consideraríamos básicos.
En los años anteriores a su fuga, era maestra escolar para niños de jardín de infantes. Vivía en un pueblo minero al norte del país y estaba estudiando para obtener un posgrado en educación. Según relata, la memoria que aún conserva de aquellos años fue la de ser testigo de cómo sus estudiantes, de tan solo cinco o seis años, morían lentamente de hambre. Al mismo tiempo, debía enseñarles que Kim Il-sung, el fundador de Corea del Norte, era un héroe. Y que su heredero, Kim Jong-il, era el hijo de un dios.
A los doce años conoció a Taeyang, con quien mantuvo una relación amorosa hasta sus últimos días dentro del régimen. Sin embargo, lo más sorprendente de su noviazgo es que, luego de tantos años juntos, nunca tuvieron contacto sexual.
«Nos tardamos tres años para tomarnos de las manos. Otros seis para besarnos», le confesó «Sook» a Demick entre risas. «Nunca hubiera soñado con hacer algo más. Cuando abandoné Corea del Norte, tenía veintiséis años y era maestra, pero aún no sabía cómo se concebían los bebés».
«Sook», ya casada y con hijos, recuerda a Taeyang con calidez. Él había sido su mejor amigo, su novio y la única persona a quien le confiaba sus sueños y los secretos de su familia. Aún recuerda cuando ambos se escapaban de sus casas en el medio de la noche para compartir tiempo juntos sin que nadie los viera, ya que como ella pertenecía a la clase social más baja del régimen -los beulsun-, constantemente observada, podía arruinar el futuro de Taeyang, un joven estudiante prometedor que ansiaba mudarse a Pyongyang, donde solo son admitidos los elegidos por el régimen.
Aunque los beulsun no son admitidos en Pyongyang, «Sook» casi lo logra antes que su novio. Cuando tenía 15 años de edad, su escuela fue visitada por un grupo de hombres serios y mujeres en trajes sombríos. Eran los okwa, miembros de la quinta división del Partido de los Trabajadores de Corea y reclutadores que recorren el país en búsqueda de mujeres jóvenes calificadas para servir en el servicio personal del líder supremo.
De tan solo 15 años de edad, «Sook» no sabía qué implicaba formar parte del servicio personal de Kim Il-sung o Kim Jong-il, solo que servirlos significaría un gran honor. Además, exclusivamente las chicas más bonitas e inteligentes eran seleccionadas para el cargo.
De ser elegidas, eran enviadas a un campamento de entrenamiento de estilo militar y luego asignadas a una de las varias residencias del líder alrededor del país. Una vez aceptadas, no se les permitiría regresar a sus hogares, aunque sus familias serían compensadas con regalos valiosos.
Aliviada, «Sook» cuenta que fue la única niña seleccionada y examinada de su clase, pero finalmente fue rechazada por ser beulsun. Aunque no está exactamente claro qué tipo de trabajo hacen estas chicas, se decía que algunas eran secretarias, criadas, o animadoras; otras, según los rumores, eran concubinas, o «mujeres de consolación». Pese a que en el momento se sintió herida e inferior, hoy agradece que su clase social la haya salvado de ese destino.