Era sábado. Llovía. Muy temprano mientras las mujeres se aglutinaban para celebrar su día, cientos de chicos concurrieron a una prueba de jugadores realizada en un predio en la zona sudeste de la ciudad. El club Metz de Francia había despertado el sueño de todo pibe. Y ellos fueron, cada uno por su lado, imaginando lo que al final sucedió.
Agustín Villalba fue acompañado por su tío Gustavo y casi a espaldas de su padre Víctor; Leonardo Nehuén Rodríguez concurrió motivado por un grupo de amigos que hizo correr la bola en el barrio. Y también asistió Claudio Romero, quién pensaba dormir hasta tarde esa mañana.
Agustín, Leo y Claudio se ilusionaron como tantos otros y una parte del sueño se les volvió realidad: superaron la prueba y están a punto de vivir tal vez la experiencia más grande de sus vidas. Los tres jóvenes salteños fueron citados por el club francés para una nueva evaluación, con un mes de duración y adaptación en la propia pensión del Metz.
Agustín se va con 18 años recién cumplidos. Sus padres son trabajadores independientes. Estudia en el colegio Aráoz y vive en el barrio Intersindical. “Me pasaron muchas cosas por la cabeza, ya me imaginaba vivir el sueño, una linda experiencia, conocer Europa y disfrutar”, dice en su visita a El Tribuno. “Lo primero es ayudar a mi familia, después el resto se verá más adelante”, completa quien comenzó a correr detrás de la pelota desde los cinco años en la escuela de fútbol Karol Wojtyla. Luego hizo todas las inferiores en el club Los Cachorros. También había tenido la posibilidad de jugar en el Barcelona cuando el club catalán realizó pruebas en Buenos Aires. La superó, pero no quiso irse. “No estaba preparado, extrañé, ahora me siento más seguro”, asegura.
“A esta prueba fui con mi tío, él me llevó, después volvimos a casa, él se fue y yo le conté a mi papá que había sido seleccionado. Después lo llamaron y recién terminó de creerme”, cuenta entre risas Agustín.
Leonardo tiene la misma felicidad en el rostro para describir sus sensaciones. “Unos amigos me dijeron, ‘vamos a probarnos’ y dije, ‘bueno, vamos’. Mi viejo consiguió el número y yo me inscribí por whatsap. Cuando llegué al lugar de la prueba ví que había muchos chicos y me dije “esto va a ser muy difícil”. Aparte los conocía a casi todos porque jugaban en otros clubes, como yo, y nos enfrentamos muchas veces”. Leo es precisamente futbolista de la cantera de Central Norte. Cumplirá 18 años en febrero próximo. Vive en el Barrio El Huayco. Su padre es empleado en el Juzgado Federal y concurre a cuarto año del establecimiento secundario Amadeo Rodolfo Sirolli. “Ese día jugué el tercer partido, hice un gol y a los cinco minutos me sacan de la cancha. Me dije, ‘estoy jugando re mal, soy horrible’. Entonces le pregunto a uno de los profe si me tenía que cambiar para irme y me dice que no, que debía quedarme para otro partido más. Ahí comencé a ilusionarme. De ahí me fui a la casa de mi abuelo porque íbamos a almorzar allí con la familia -continúa su relato-, mi papá me había acompañado a la prueba y estábamos todos felices. Y cuando nos llamaron de vuelta mi papá estaba trabajando, fue muy emocionante”.
Claudio toma la posta. Es momento de desenvolver su sueño y sus palabras denotan una vida, quizás, más complicada. Esa mañana no pensaba levantarse de la cama de no ser por la insistencia de su amigo Sebastián. Probarse para jugar en Francia sonaba muy lindo pero no creía que realmente fuera posible. Además, no tenía ni para el colectivo. “Cuando me fue a buscar mi amigo (de apellido Peralta, jugador de las inferiores de Camioneros Argentinos del Norte), yo no quería salir. Me había acostado tarde y estaba lloviendo. Aparte le dije, ‘No van a hacer la prueba con esta lluvia’, pero insistió y fuimos, en mi casa no dije nada. Él me pasó la tarjeta y me pagó el colectivo. Llegamos media hora tarde a la prueba. Había muchos delanteros inscriptos, yo me quise probar de enganche pero también había muchos en ese puesto, entonces me anotaron de “5”. En la lista todos eran “10”, “9”, “7”; nadie se había postulado para jugar de “2”, de “3” o de arquero.
Cuando le conté a mi mamá que me habían elegido y que ya me iban a llamar, se puso feliz, pero yo no tenía fe de que me llamaran y ella me decía que sí, que ya me iban a llamar”, contó Romero. Es que ya había tenido una desilusión: a principio de este año se probó para Independiente pero el club no quiso pagarle la estadía en Avellaneda y ese anhelo quedó marchito.
Claudio vive en barrio Libertad y cumplirá los 18 en julio. Vive con su mamá, que es ama de casa, con su padrastro y es el mayor de cuatro hermanos. Solo juega al fútbol en el barrio, con los amigos. Cursa el tercer año en la escuela Elsa Salfity del barrio Siglo XXI. “Me atrasé un año, pero no bajo los brazos”, cuenta y agrega: “En el colegio me quieren un montón, le conté la noticia a la directora, que se llama Patricia, se puso contenta y me dijo lo que tenía que hacer para poder tener el permiso de la escuela”.
Y le llegó ese día, como a Agustín y Leonardo. Le sonó el celular. “Yo solo había dado mi número para que me contactaran y mi teléfono siempre anda mal. Una mañana vi que me llamaban y la llamada no era de Salta, no atendí. Después me acordé que me podían llamar de la prueba. Le devolví un mensaje y ahí me volvieron a llamar. Era Kike Teruel (el Nochero fue el intermediario de la prueba que realizó el club francés en Salta) y me dijo que me buscaban como a una aguja en el pajar. Yo no caía”, dijo todavía emocionado.
Pero su sueño no solo es poder jugar de manera profesional en Europa sino ayudar en su hogar: “Me gustaría mantenerla bien a mi mamá, sacarla adelante y devolverle todo lo que hizo por mi. Después lo demás, no importa”.
Los tres jóvenes salteños, que agradecieron la colaboración de Kike Teruel, partirán el viernes y tras 16 hora de vuelo, con escala en Frankfurt (Alemania), aterrizarán en suelo francés para completar esta historia que los unió con el mismo sueño.
Fuente: http://www.eltribuno.info/salta