En Comodoro Py ya es un secreto a voces. La ex presidente Cristina Kirchner da «manotazos de ahogado» para voltear la causa de los cuadernos de la corrupción, que la presentan como la jefa de una banda criminal que robó dinero del Estado en beneficio propio y en complicidad con decenas de empresarios.
Su último intento fue considerado tan berreta que hasta los oficios de Gregorio Dalbón dan una apariencia de mayor seriedad. Con la venia de la senadora, ingresó a tribunales una denuncia contra Carlos Stornelli del abogado kirchnerista y mediático Leonardo Martínez Herrero.
Martínez Herrero, también defensor de Martín Carrazone, abogado saca presos acusado de matar a su propia esposa, no hace mucho subió una foto donde estaba compartiendo un asado con Amado Boudou, Gabriel Mariotto y Máximo Kirchner.
Martínez Herrero acaba de denunciar a Stornelli por abuso de autoridad e incumplimiento de los deberes de funcionario público y también encubrimiento. ¿Su argumento?: declaraciones del fiscal en las que afirmó que «José López contó cosas que pidió que no pongamos en el acta». Su acusación no parece tener ni pies ni cabeza. Sí demuestra el estado de nervios entre los integrantes de la mesa de incondicionales de Cristina.
El fin de semana se supo que el propio abogado de la ex mandataria, Carlos Beraldi, le había desaconsejado a la senadora subir el video en el que mostraba parte de su casa de El Calafate, pero ella lo hizo igual, porque estaba fuera de sí.
La causa de los cuadernos es, por lejos, la peor que enfrenta la ex jefa de Estado.
No comenzó el primero de agosto, cuando se hizo pública en los medios, sino tres meses antes, cuando el fiscal y el juez Claudio Bonadio empezaron a procesar las pruebas, intervenir las líneas y preparar las declaraciones testimoniales e indagatorias de los empresarios y ex funcionarios. El expediente se trabajó con sigilo y sin la más mínima filtración. Tomó a Cristina Kirchner y a su equipo de abogados por sorpresa.
Ahora, cerca de la senadora temen que se den vuelta otros jugadores que sabían todo. Desde Carlos Sancho, un socio de la inmobiliaria de Máximo Kirchner, hasta Víctor Manzanares, quien cada tanto amenaza con hablar, y que anda escaso de fondos desde que le descubrieron una cuenta irregular de 250 mil dólares en Luxemburgo.
La única que mantiene a Cristina en sus trece es la promesa de Miguel Ángel Pichetto de mantenerle los fueros hasta el final. Pero la presión de Sergio Massa, Juan Manuel Urtubey y el resto del peronismo no kirchnerista es cada día más fuerte. Habrá más informaciones para este boletín.