Un amante, un video porno y una traición: la historia de la mujer que mató a su amiga con una maza para machacar milanesas

0
775

Silvia estaba con Juan, su pareja, cuando el teléfono de él sonó: alguien le había enviado un video. El celular no tenía memoria suficiente y no pudo descargarlo pero, a continuación, había un mensaje: «¿Te diste cuenta de que sos un cornudo?». Silvia lo convenció de que era una broma pesada pero esa noche apenas durmió.

La protagonista del video -que ya circulaba descontroladamente por los teléfonos de todo el pueblo- era ella: su cara, mientras le practicaba sexo oral a su amante en un hotel alojamiento, se veía con nitidez. Era el 16 de abril de 2010, faltaban 8 días para que Silvia y Juan se casaran y la prueba irrefutable de la infidelidad amenazó con infectarlo todo.

A la mañana siguiente -sábado, apenas pasadas las 7 de la mañana- Silvia Luna llegó a la casa de una compañera de trabajo. Estaba en su motito negra y lloraba mucho, según declaró luego esa colega. Fue ella quien le confirmó el rumor: Carola Bruzzoni, íntima amiga de Silvia y compañera de trabajo de las dos, le había robado el video, lo había copiado y le preparaba una sorpresa para la noche de su boda.

Cuando murió, Carola Bruzzoni tenía 38 años. Era ayudante de cocina en un bar centenario.

Me dijo que «se iba a vestir de negro, se iba a ‘empedar’, y le iba a mandar el video en pantalla gigante en el medio de la fiesta», declaró la compañera. Silvia (31), desesperada y furiosa, condujo hasta «Matute», el histórico bar en el que ambas trabajaban, frente a la estación de tren del pueblo. Carola (38), ayudante de cocina, ya estaba ahí.

Silvia y Carola se conocían desde hacía 5 años y se habían hecho amigas y confidentes.Según consta en el libro «Presas de amor», del periodista Luis Beldi, un año antes del desenlace fatal, Silvia había comenzado a tener problemas en casa: los dos hijos que había tenido en la adolescencia con su primera pareja «estaban insoportables» y su suegro, viudo y gravemente enfermo de cáncer, se había mudado a la casa en la que vivía con su pareja.

Carola la entendía. A pesar de los años de diferencia, habían nacido exactamente el mismo día: un 7 de noviembre. Ella también había sido madre adolescente. Fue Carola quien le sugirió, mientras tomaban un café después del trabajo, que se buscara un amante. Silvia, en un comienzo, descartó la idea, pero terminó enganchándose con un proveedor (casado, de 40 años). Tuvieron dos citas. En la segunda, en un hotel alojamiento de Cañuelas (a unos 40 km de su pueblo), se filmaron teniendo sexo.

Silvia, que siempre había tenido un perfil bajo, le contó la aventura a su amiga: por primera vez en su vida se había grabado teniendo sexo. «Mostrame, no seas guacha», le pidió Carola. Se cree, aunque en el juicio no se probó, que la amiga aprovechó ese momento para sacarle el chip y copiar el video. Era febrero de 2009 y, según varios testigos que declararon en la causa, Carola lo guardó más de un año porque se propagó por el pueblo recién dos semanas antes de la boda.

«Pago chico, infierno grande» -describe el fallo judicial-: muy pronto esas imágenes trascendieron el círculo de quienes trabajaban en el restaurante y, como reguero de pólvora, se difundieron por todo el pueblo de Las Heras. Al poco tiempo, cualquiera podía acceder a las mismas, ya que fueron subidas a Internet». Fue la comidilla para un pueblo apacible de 12.700 habitantes dispuesto a convertir un drama personal en un culebrón.

¿Qué había pasado? ¿Por qué Carola había decidido romper los códigos de la amistad y difundir el video (si es que lo había hecho)? ¿Por qué les dijo a sus compañeros que iba a proyectarlo en la fiesta? Los jueces dijeron que sonaba más a «venganza por algún mal recibido» que a «broma pesada» e hicieron una especulación en torno a una anécdota que contó la propia acusada.

En algún momento de ese año, Carola, que creía que su marido le estaba siendo infiel, le había pedido a Silvia que intentara seducirlo a ver si «pisaba el palito». Silvia aceptó ayudarla y le envió «mensajitos amorosos»: el problema fue que el marido en cuestión «picó» instantáneamente y le propuso fecha y hora para encontrarse. «Esa jugada» -declaró la acusada- deterioró la relación, nunca volvió a ser como antes».

¿Iba a traicionarla el día de su boda? ¿Por qué? «¿Pudo ello tener que ver con la sospecha de Carola, fundada o no, de que el hombre que aparecía en el video pornográfico fuera su propio marido?», se preguntaron los jueces.

«Si bien el parecido (entre el hombre del video y el marido de Carola) era muy leve, los amantes de las habladurías no necesitan pruebas concretas y contundentes para contar una historia -escribió Beldi en su libro-. «No había que permitir que la verdad arruine un buen chimento. Para el pueblo, Silvia era amante de Ricky a espaldas de Carola».

Ese sábado 17 de abril de 2010, cuando faltaba una semana para su casamiento, Silvia llegó al bar con su motito. En la puerta, llamó a su jefe por teléfono -él lo corroboró en el juicio- y le dijo, llorando, que no iba a trabajar más y que se había peleado con su amiga porque «no tenía códigos». Carola, que había llegado antes, estaba en un patio interno hablando por teléfono. Al parecer, la había llamado aquella otra colega para avisarle que Silvia ya sabía todo.

Entre las 8 y las 8: 15 de la mañana, Silvia entró y la acusó de querer traicionarla. Según la Justicia, discutieron y forcejearon a los gritos al lado de las bolsas de papas hasta que Silvia tomó la maza que usaban para machacar las milanesas, moler pimienta y picar hielo -pesaba medio kilo- y le dio un golpe fuerte en el costado izquierdo de la cabeza.

Según declaró una empleada, siguieron forcejeando, con la maza ya desarmada: una se había quedado con el mango, la otra con el martillo. No era la primera vez que se iban a las manos: los compañeros contaron que en otra ocasión se habían trenzado de los pelos aunque después de cada pelea salían a cenar juntas, «como si nada hubiera pasado».

Silvia estaba furiosa. Según la investigación de Beldi, su primer marido y padre de sus hijos había sido violento con ella -le pegaba, la celaba y no le permitía estudiar- y casarse con Juan Burgueño -que la amaba, que la había ayudado a divorciarse del marido golpeador y que quería a sus hijos como propios-, era la chance de revertir su historia. Juan, como suele pasar, era «el último orejón del tarro»: era uno de los pocos en el pueblo -declaró él mismo- que no había visto el video.

Carola  y Silvia se llevaban 9 años pero habían nacido el mismo día: un 7 de noviembre.
Después de la pelea, Silvia se fue y Carola se puso un repasador con hielo en la cabeza. No quiso que la llevaran al hospital y cuando le preguntaron qué había pasado, contestó con monosílabos. Sólo aceptó que su jefe la llevara a su casa. Se acostó. Cinco horas después, su marido se dio cuenta de que hablaba con dificultad y la llevó a la guardia.

Primero pensaron que no era nada grave y le dieron puntos para cerrar la herida. Pero cuando el médico palpó, notó que tenía un hundimiento en el cráneo. Era un «hematoma extradural»: un coágulo de sangre en la cabeza que necesitaba ser evacuado con urgencia. La operaron una vez. Dos. Tres veces. Hasta que sufrió un infarto de la arteria cerebral media y entró en coma. Murió 9 días después. La boda de Silvia y Juan ya se había suspendido.

Para Cristian Pérez Solís, abogado de la familia de Carola, Silvia le dio un golpe mortal sin mediar palabra, cuando estaba distraída y de espaldas. «Eso es un homicidio acá y en la China», dice a Infobae. Pero Silvia declaró que no quiso lastimarla: que Carola le estaba ganando en el forecejeo y que, como «tenía miedo que me lastimara la cara y tenerla marcada para mi casamiento, ya habiéndome quebrado una uña», tomó la maza y le pegó «para sacársela de encima».

Para la Justicia, Silvia no fue a matarla y tampoco la atacó de espaldas (es diestra y el golpe en la cabeza de Carola fue del lado izquierdo). Además, creen que no lo habría hecho en un lugar tan público. «Andaba buscándola con el ánimo ciertamente exaltado, indignada por lo que le habían dicho que su ‘amiga’ planeaba para el día de su boda, y tal vez con ganas de tomarla por los pelos e incluso de pegarle», dijeron en el fallo. Las comillas en la palabra «amiga» son de los jueces.
El abogado tiene su opinión: «Yo creo que el Tribunal se contaminó del clima propio del pueblo, chusmeríos, dichos. En aquel momento, te sentabas en un bar y se estaba hablando del tema. Creo que a Silvia le llenaron la cabeza, porque nadie pudo probar que la amenaza de pasar el video en la boda era real. Creo que las dos fueron víctimas de la idiosincrasia de un pueblo. Una pagó con la vida y la otra con la libertad».
Silvia Luna fue condenada a 10 años de prisión por homicidio simple. Pero Casación luego consideró que había sido un «homicidio emocional», redujo la pena y en 2013, tres años y tres meses después del crimen, quedó en libertad. Juan, que iba a ser su marido, fue a verla una vez a la cárcel pero no volvió a ir. El hijo de Carola, que al momento del crimen de su mamá tenía 20 años, acaba de recibirse de abogado.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here