Novak Djokovic cree en muchas cosas y sueña con algunas otras. Cree que la energía positiva del ser humano puede transformar agua contaminada en limpia, cree que las vacunas no son necesarias y sueña con el regreso de la Gran Serbia. La combinación de esos deseos y sueños fue suficiente para hundir al tenis en una crisis inesperada y abrir importantes dudas, aunque también reforzar certezas, acerca del regreso de los torneos profesionales a partir de agosto.
“Felicitaciones, ¡qué liderazgo!”. El mensaje, tan sincero como brutal, es la crítica pública del polémico Nick Kyrgios a Djokovic. Sería una anécdota más del histriónico y oscilante australiano, pero en realidad refleja lo que muchos piensan hoy en el tenis: Djokovic, que es el número uno del mundo, acaba de dar una llamativa lección de todo lo que no debe hacerse cuando se es un líder.
El balance de los últimos días es asombroso. El serbio organizó un circuito de exhibiciones llamado Adria Tour que se cortó a mitad de camino al conocerse que el búlgaro Grigor Dimitrov y el croata Borna Coric dieron positivo de Covid-19, al igual que el entrenador del búlgaro y el preparador físico de Djokovic. Las exhibiciones, en las que participaron el propio serbio, el austríaco Dominic Thiem y el alemán Alexander Zverev, entre otros jugadores, se celebraron con miles de espectadores en las tribunas, sin distanciamiento social y sin barbijos. Durante la semana los tenistas jugaron al fútbol y al básquet.
Ese partido de básquet fue en honor a la leyenda serbia Dejan Milojevic, pero Nikola Jankovic, uno de los jugadores participantes, dio positivo de Covid-19, aunque sin síntomas previos. Venía de los Estados Unidos, por lo que bien pudo haberse contagiado allí. O en la fiesta en el Lafayette Cuisine Cabaret Club de Belgrado, donde junto a otros jugadores y jugadoras bailó hasta la madrugada y con el torso desnudo.
“Un poco de fiesta no mata a nadie”, decía la inconfundible voz de Fergie en un momento de la noche de Belgrado, en la que también sonó el himno de la resistencia antifascista “Bella Ciao”, que recuperó para las nuevas generaciones la serie “La casa de papel”.
Las imágenes de Djokovic y varias de las principales figuras de tenis masculino comportándose como si el coronavirus no existiera impactaron en los poderes del tenis, que analizan cómo reaccionar. El número uno se sometió a un control en la noche del domingo y se espera el resultado, pero sea positivo o negativo, el enojo contra el serbio está instalado.
“Lo único que podemos decir es que les deseamos una pronta recuperación”, zanjó el US Open ante la pregunta de Infobae por un caso que complica los planes del Grand Slam estadounidense: costó mucho darle forma a un torneo que se celebrará en Nueva York, hasta hace pocos días uno de los grandes focos del coronavirus en el mundo, y la federación estadounidense sacó adelante el certamen con la indiferencia e incluso la crítica pública del número uno del mundo.
Complica los planes y los fortalece a la vez. Tras la experiencia del Adria Tour, nadie en el tenis podrá cuestionar lo que ya había anunciado el US Open como condiciones para participar en él: los jugadores deberán vivir en una verdadera burbuja de seguridad, sin la legión de acompañantes a los que están acostumbrados y sin público. Aquello molestó a Djokovic, que dejó abierta la posibilidad de no jugar el torneo, aunque en los últimos días moderó algo su posición.
«No vamos a tener acceso a Manhattan, vamos a tener que dormir en hoteles en el aeropuerto y ser testeados dos o tres veces por semana. Y solo podemos llevar una persona al club, eso es imposible. Necesitas a tu entrenador, tu preparador físico, tu fisioterapeuta…».
Con Roger Federer recuperándose de una operación y ausente hasta 2021, y Rafael Nadal perdido en la profundidad de los vacaciones y sin mucho entusiasmo por ir a Nueva York, el tenis tiene a Djokovic como líder efectivo.
Un líder que ya venía abriendo dudas. “¿Es Novak Djokovic realmente el hombre adecuado para guiar al tenis en la crisis del coronavirus?”, se preguntaba The Telegraph el mes pasado. La respuesta ya es obvia.
“No lo entiendo… Ninguna distancia de seguridad, contacto físico absoluto, nada de barbijos, incluso los espectadores sin barbijos”, dijo asombrada Chris Evert, ex número uno del mundo.
“Seguir adelante con esas exhibiciones fue una decisión estúpida”, insistió Kyrgios en otros tuits. “Recúperense rápido, amigos, pero esto es lo que pasa cuando ignoras los protocolos. Esto NO ES UNA BROMA”, añadió en mayúsculas. Que Kyrgios, considerado una de las personalidades más extraviadas del circuito, sea el que aporte sentido común habla de lo lejos que llegó Djokovic con sus errores.
Consultada por Infobae, la ATP deseó una “veloz y completa recuperación” a los jugadores y entrenadores, pero dejó a la vez un mensaje más que claro a su número uno. El ente rector del tenis masculino “continuará exigiendo un estricto cumplimiento del distanciamiento social responsable y a medidas de salud y seguridad para contener la expansión del virus”.
Las críticas al serbio ya venían siendo duras en los últimos días. Noah Rubin, un jugador estadounidense que figura 225 en el ranking y tuvo tiempos mejores, fue de los más claros: “¿Te haces tiempo para jugar al fútbol pero no para participar en un Zoom por 30 segundos?”.
Rubin, que suele poner el dedo en las llagas del tenis con su podcast “Behind the Racquet”, apuntaba a la reunión vía Zoom que casi 400 jugadores y jugadoras celebraron la semana pasada para debatir qué hacer ante los planes del US Open y otros torneos. El encuentro tuvo momentos de tensión y duró tres horas y 36 minutos, lo que habla a las claras de la profundidad de las discusiones. Ni Federer ni Nadal participaron, pese a que integran el consejo de jugadores de la ATP. Tampoco lo hizo Djokovic, que preside el consejo. Ninguno de los tres reaccionó tampoco al tweet en que Kyrgios los arrobó pidiéndoles una opinión acerca del Abierto de Estados Unidos.
“No te pongas en una situación en la que se confía en tí. Si solo quieres ocuparte de ti mismo, ocúpate de ti mismo, este deporte fue hecho para eso”, dijo Rubin. “Pero no te pongas en una situación en la que otros confían en ti. Si no puedo contactarte, si no me estás ayudando, si no puedes participar en un jodido Zoom, ¿qué sentido tiene todo esto?”.
Para Djokovic tiene sentido: organizar un Adria Tour exitoso era muy importante para él. No solo porque el evento tenía a su hermano como director, sino, sobre todo, porque Djokovic en un serbio extremadamente patriota y orgulloso de su país. Llevar a todas las estrellas jóvenes del circuito a su ciudad, Belgrado, que no recibe nunca ese nivel de tenis, era algo especial.
Pero el asunto va más allá. Si se observa las cuatro etapas del frustrado Adria Tour, hay un simbolismo y una intención que va más allá del deporte. Tras Belgrado y la ciudad costera croata de Zadar, el tour debía seguir en Banja Luka y culminar con la final en Sarajevo. Ciudades especialmente castigadas en la Guerra de los Balcanes, Banja Luka y Sarajevo son referencias ineludibles de aquella tragedia de los años ’90, que Djokovic vivió en persona de niño, refugiándose en recintos antiaéreos ante los bombardeos a la capital serbia.
Banja Luka es la capital de la República Srpska, conocida anteriormente como República Serbia de Bosnia. La República Srpska integra una entidad confederada que da forma a Bosnia y Herzegovina, cuya capital es Sarajevo, ciudad símbolo de aquella guerra que costó decenas de miles de muertes y millones de refugiados. Bosnia y Herzegovina tiene una mayoría de población musulmana y croata, pero la República Srpska es de mayoría serbia. La presidencia del país es rotatoria y la ocupa un político de cada etnia por vez.
Llevar el tenis a tres países de la ex Yugoslavia y a esas ciudades no es un detalle menor para Djokovic, que en febrero de 2008 tenía la mirada encendida de furia y tristeza en Dubai cuando se le preguntó por la independencia de Kosovo, un enclave de mayoría albanesa en Serbia. “Kosovo siempre será Serbia”, dijo entonces. Y lo sostiene hasta hoy. No es casual que junto al serbio trabaje gente que combatió en esa guerra.
Djokovic tiene claro que Serbia y los Balcanes no son como el resto, por eso habla de “Occidente”. Sucedió cuando la holandesa Kiki Bertens, “top ten” de la WTA, mostró su incredulidad ante las actitudes de Djokovic: “Lo vi tomándose fotos con todos y estrechando manos con autoridades durante la presentación del Adria Tour. ¿Cómo es posible? ¿En qué parte del mundo tiene permiso para algo así?”.
Djokovic contestó durante una entrevista con Mats Wilander y Alex Corretja para Eurosport: “Sé que hubo críticas, en especial desde Occidente. ¿Por qué tenemos espectadores? ¿Por qué no hay distancia social? ¿Qué está pasando y por qué tenemos este tipo de evento mientras hay una pandemia tan dura en Occidente? Es difícil explicarle a la gente que la situación en Serbia y los países cercanos es realmente diferente a Estados Unidos o el Reino Unido y que hemos estado siguiendo desde el primer día las reglas de los gobiernos e instituciones de salud”.
“Es cierto que cuando vimos el Adria Tour a todo el mundo le llamó la atención que se pudiera disputar en esas condiciones”, dijo Corretja a Infobae. “Pero en el fondo estábamos felices de pensar que poco a poco todo iba a estar mejor. Lo cierto es que lo que sucedió nos mantiene en alerta, no podemos bajar la guardia”.
Fue así, la realidad terminó desmintiendo a Djokovic, que junto con su visión de la “Gran Serbia” tiene una postura muy definida hacia la vida en general: profundamente místico y de gran vida espiritual, es un enamorado de la vibración que genera Bali, donde sueña con pasar más tiempo educando a sus hijos. Durante la cuarentena ofreció en su cuenta de Instagram una serie de “Lives” bajo el título de “El proyecto de autodominio”.
Allí conversaba con diferentes invitados que hablaban de cómo cambiar la vida para mejor. Técnicas de visualización, de autoayuda y de vida interior en general, aunque el serbio llevó esas conversaciones a los titulares tras una charla con Chervin Jafarieh, dueño de una compañía llamada Cymbiotika, y en la que fue bastante más allá del “wellness” habitual. Cymbiotika fabrica suplementos vitamínicos que prometen ayudar a alcanzar un “equilibrio homocysténico” y “mejorar situaciones de depresión”.
La conversación entre Djokovic y Jafarieh tomó un camino inesperado cuando el tenista habló de su convicción de que la energía de la gente puede cambiar el mundo que la rodea, cambiar la composición química de alimentos o del agua con sus pensamientos y emociones.
“He visto gente y conozco gente que, a través de la transformación energética, del poder de la oración, del poder de la gratitud, logra transformar la comida más tóxica, el agua más contaminada, en el agua más curativa. Porque el agua reacciona y los científicos han probado que el agua reacciona a tus emociones”. Jafarieh coincidió, e incluso citó un estudio que, según él, demuestra que las emociones humanas pueden transformar la composición molecular del agua.
Aquella charla fue reveladora, sirvió para entender mejor la polémica desatada semanas atrás, cuando el serbio dijo que no querría vacunarse contra el Covid si esa vacuna existiera.
“Me opongo personalmente a las vacunas y no querría ser obligado a vacunarme para viajar”, dijo en un chat en redes sociales. “¿Pero qué haré si se vuelve obligatorio? Tendré que tomar una decisión, tengo mis propios pensamientos sobre el tema”.
Ante el revuelo generado, Djokovic emitió un comunicado días después profundizando en el tema: “No soy un experto, pero quiero tener la opción de elegir lo que es mejor para mi cuerpo. Tengo la mente abierta y voy a seguir investigando sobre este asunto, porque es importante y nos afecta a todos”.
Fuente: Infobae