Una cuestión de fe: Boca se reconvirtió buscando seguridad y pragmatismo para volver a tomar confianza

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¿Cuánto cuesta la seguridad en uno mismo? Etérea por definición, la confianza es un bien que no se vende en las farmacias. Necesita de mucho tiempo para consolidarse y cualquier tormenta circunstancial puede hacerla trastabillar, evaporarse, transformarse en duda más que razonable. Boca y Newell’s llegaron a la Bombonera después de sendas tempestades, con la autoestima por los suelos y los interrogantes a flor de piel, condicionantes demasiado potentes a la hora de pisar una cancha, cargando además con la obligación de sostener aspiraciones y responder a las expectativas y las urgencias.
«El hombre se convierte a menudo en lo que piensa de sí mismo», escribió alguna vez Mahatma Gandhi. No hablaba de fútbol, desde ya, porque hubiera tenido que decir «equipo» en lugar de «hombre», pero la frase le cae justo a la situación que vive Boca. Es el puntero del campeonato desde hace una eternidad, le faltan apenas cinco vueltas de tuerca para coronar la campaña con un título que hace un mes se daba por descontado, pero incluso desde antes del tropiezo ante River comenzó a mirarse al espejo sin acabar de reconocerse. Perdió fluidez en el juego y convicción en la llegada, se hizo permeable en el medio y débil atrás. En definitiva, dejó de ejercer sobre los rivales la autoridad que lo condujo hasta la cumbre y permitió que los perseguidores creyeran que il sorpasso todavía es posible.

La cuestión era cómo afrontar un momento de tanta inquietud. Los Barros Schelotto decidieron elegir la cautela como herramienta predilecta desde la misma alineación inicial. Situaron a Jara por la derecha, más pendiente de colaborar con Peruzzi en la marca que de ser un arma ofensiva, a Pablo Pérez como cuarto volante sin posición definida, y armaron una especie de doble cinco entre Gago y Wilmar Barrios que fue mutando en el transcurso del encuentro a partir de la formidable actuación del colombiano en el corazón de la línea media.
Con esas armas, Boca construyó el trajinado e imprescindible triunfo sobre Newell’s pensando cada paso, cuidándose hasta el extremo, muy lejos del equipo impetuoso y decidido de otras jornadas, que pisaba el terreno con la vocación de atropellar a sus adversarios.

El cambio de actitud tuvo varios efectos. El primero y más notable fue la pérdida de potencia ofensiva. Hubo que esperar hasta muy avanzada la segunda parte, ya con Gago reconvertido en un volante derecho adelantado, para que la pelota comenzara a circular con mayor asiduidad y precisión por las cercanías del área rojinegra y las situaciones de gol empezaran a surgir como consecuencia del juego y no por puro azar o por una iluminación individual como el giro y derechazo de Benedetto a los 27 que se clavó contra un palo para sellar la victoria.

En defensa, mejor

Pero la contracara estuvo en el campo propio. Al contrario de lo ocurrido siete días atrás, esta vez Boca no sufrió en defensa. Mucho tuvo que ver el carácter timorato de un rival que vive su propia crisis de confianza (con la de ayer, el conjunto rosarino sumó su tercera derrota consecutiva), pero aún más influyó el planteo xeneize, que antes y después del 1-0 nunca abandonó la idea de protegerse como primera y esencial medida.

Esta vez no hubo subidas simultáneas de los laterales, ni excursiones masivas rumbo al arco de enfrente, muchos menos presión alta. Durante largos pasajes, ni siquiera le importó al local dejarse dominar y asistir al toqueteo intrascendente de Newell’s pese al rumor de impaciencia que bajaba de las tribunas. Boca se asentó en la capacidad de corte de Barrios, se agrupó en torno a Rossi y de a poco, a medida que fue comprobando que no lo lastimaban los amagues de Formica ni los movimientos de Maxi Rodríguez y Scocco, se fue acomodando y comenzó a sentir que el aire volvía a llenarle los pulmones y la sangre a correr por sus venas.

Hay momentos en la trayectoria de los equipos en los que recuperar la seguridad en sí mismos y sacudirse las dudas resulta incluso más importante que los tres puntos en disputa. Este Boca, que más allá de mirar a todos desde la cima de la tabla necesitaba volver a engordar la confianza para encarar la recta final del torneo, decidió hacerlo con los ladrillos del sacrificio y la cautela antes que con la audacia y el fútbol.

Ayer le alcanzó y sobró para quitarse de encima un rival en la lucha por el título y olvidar la página del clásico. Sólo el propio equipo podrá responder si también bastó para volver a reconocerse cuando se mire otra vez.

Fuente: la nación

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