Cristina Kichner volvió a un viejo y conocido oficio. Aquel que le dio voz en los asuntos nacionales entre los años 2001 al 2007 y que marcó, en términos comunicacionales, su desempeño como una gran oradora: volvió a ocupar una banca en el Senado de la Nación.
Discursos largos, lenguaje complejo y explicaciones cuasi técnicas son tres características de un discurso que amedrentan la posible atención popular. No cabe duda que, con la predisposición necesaria, el tiempo justo y el interés preciso lo que Cristina diga en el Senado se puede entender. Pero ¿cuantos argentinos pueden disponer de estos tres requisitos en medio de una vorágine cotidiana que diezma cualquier ápice de interés político?
La responsabilidad en estos casos siempre debería caer del lado de la política: no esperemos que la sociedad haga un esfuerzo por escuchar, sino que la política debe hacer un esfuerzo por comunicar mejor. Y, como reza uno de los axiomas básicos de la comunicación política, para escuchar a los ciudadanos es indispensable entender lo que sienten y piensan.
Construyendo la oposición: juego de guiños, roles e interpretaciones
El bloque de senadores que encabeza Cristina constituye la tercera fuerza en la Cámara Alta después del oficialismo representado por Cambiemos y del peronismo nucleado en Argentina Federal.
En este marco, el peronismo tiene un desafío claro: construir oposición. Pero ¿qué tipo de oposición? La preocupación por la gobernabilidad que primó en el relacionamiento entre oficialismo y oposición en los últimos dos años, en donde si bien el quórum no estaba garantizado, Cambiemos podía articular intereses, negociar y reunir una mayoría suficiente para sacar adelante iniciativas, parecería haber quedado atrás en el Senado.
Si algo quedó en claro tras el turbulento diciembre legislativo, es que el Congreso, y la Cámara de Senadores, tendrá, como la misma Cristina explicitó, más disidencias.
Durante la última sesión del año en la que se debatieron el Presupuesto y el Pacto Fiscal, las alianzas para una nueva oposición parecieron contornearse discursivamente en vivo. El guiño más claro fue para Adolfo Rodríguez Saá y la interpretación del default. El puntano parece ser un rostro amigable y un puente accesible para que Cristina hable con los senadores que integran el interbloque Federal. Como nexo del otro gran continente llamado «Argentina Federal», interbloque que conduce el experimentado Miguel Ángel Pichetto, hay varios nombres que podrían asistirla. Pero sin dudas el rol del «Senador Romano», apodo que ha ganado el rionegrino por su preocupación por la gobernabilidad, será una traba para que ella aceda a articular pacíficamente su bancada.
El segundo guiño, más abstracto, pero no menos directo, fue para los senadores que votan según el designio, o el «rojo fiscal», de sus gobernadores: «Nosotros estamos aquí sentados no para hacer relaciones, no para que nos pongamos todos de acuerdo, sino que estamos sentados para que representar a quienes nos votaron», les endilgó la ex presidenta.
La estrategia política de Cristina está clara: polarizar la Cámara en términos de representación y obediencia política, buscando reinterpretar el rol político de los senadores. En otras palabras, podríamos resumir la intención en una pregunta: ¿a quién escuchan los legisladores, a sus gobernadores o al pueblo que los votó?
La clave para construir oposición no son los partidos, son los intereses
Lo cierto es que las mayorías y las minorías en las Cámaras del Congreso no se construirán solo por un designio partidario. Algo que, ciertamente, hace tiempo se perdió al calor de la profunda crisis de las representaciones partidarias de antaño.
En la Cámara Alta, por ejemplo, los Gobernadores opositores a Cambiemos pueden aspirar a influir en sus legisladores y controlar el 40% del recinto. Esta cifra supera cualquier otro diseño político (partidario, coalicional, regional, etc.) que se pueda configurar. Queda claro por qué a la hora de impulsar un nuevo proyecto de Ley el primer teléfono que suena es el de Rogelio Frigerio. La relación política y financiera que el Ministro del Interior construyó con los Gobernadores desde el 2015 lo posiciona como el articulador capaz de alcanzar ese 40%. O, aunque más no sea, dispersarlo, y poder avanzar con el 33% del recinto que responde a Cambiemos para lograr sancionar las leyes de interés para el gobierno de Mauricio Macri.
El autor es sociólogo y consultor político. Autor de «Gustar, ganar y gobernar» (Aguilar, 2017)
Fuente: Infobae