Alejandro Ceccatto acompañó en los últimos ocho años la gestión de Lino Barañao como secretario de articulación y viceministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MINCYT). Desde allí, impulsó estrategias para incentivar el trabajo tecnológico, como los Proyectos de Desarrollo Tecnológico y Social (PDTS), que ahora quiere profundizar.
“La idea en el CONICET es potenciar el banco de PDTS e incluso, si fuera posible, generar un programa de incentivo en la investigación tecnológica con algún sobresueldo por productividad para aquellos que se dediquen a tareas en esa dirección”, resaltó Ceccatto sobre este punto.
También se pronunció por la necesidad de ampliar el perfil tecnológico de los doctorados de forma “gradual”, y “sin producir ninguna revolución” para lograr “una mayor aplicabilidad de conocimientos que genera el CONICET”.
“Lo que pretendemos es algo un poco más equilibrado, tampoco es que uno pretende cambiar la genética del CONICET. Hoy tenemos 9300 investigadores, de los cuales 309 se asumen como tecnólogos a tiempo completo. Cuando uno habla de equilibrar no está amenazando ese gen de investigación básica, sino de que los tecnólogos, en vez de ser 300, sean 800 o 1000”, ejemplificó.
Este modelo que propone usted en cuanto a ciencia más aplicada, ¿repercute en más becas o más inversión en los estudiantes o investigadores que incursionan en estas áreas?
Es una elección de cada estudiante que hace un doctorado elegir temas que sean más o menos aplicados, eso queda a su libertad individual. El CONICET ha sido un financiador con baja capacidad de decisión, solamente podía decir sí o no en cuanto a la beca, porque todo venía predeterminado entre el docente y el estudiante en cuanto al plan de trabajo. Y a veces ni siquiera tenía la posibilidad de elegir, porque si el estudiante venía bien y tenía buenas calificaciones era difícil decir no. En cierta forma, ha sido una política exitosa, porque ha dado una investigación básica de calidad internacional, que nos enorgullece. Pero cuando tenemos 11.200 becas pagas por el Estado, tenemos que tener una política más deliberada respecto a en qué estamos invirtiendo.
¿Qué solución se propone ante esta situación?
Estamos proponiendo que las becas se otorguen con ideas proyecto que generen las 235 unidades ejecutoras, que están compartidas con las universidades y que están distribuidas en todo el territorio del país en todas las áreas disciplinarias. Haremos una selección de esas ideas y una porción de los becarios los asignaremos directamente a esas unidades ejecutoras para que lleven adelante esos proyectos. Allí, el CONICET tiene un poder de decisión mayor porque primero está consultando a sus unidades ejecutoras y después puede seleccionar de esas propuestas las que le parezcan más atractivas. De cualquier manera, se ponen en juego entre 2 mil y 3 mil becas, que este año van a continuar. Y en estas ideas proyecto, que se reciben a fin de mes, podremos poner en juego 500 becas de ese total. El resto se va a seguir concursando de manera tradicional. Es decir, es un proceso gradual, estamos respetando las pautas culturales de la comunidad científica argentina.
¿Cuáles son los problemas que desde la perspectiva del CONICET son imprescindibles de resolver?
Los problemas más importantes son generalmente multidisciplinarios. Pueden ser de origen social, de grupos débiles o marginados o eventualmente en situación de riesgo (trabajo, drogadicción). En el área de Salud tenés todo lo referente a la biomedicina, que es muy fuerte en el CONICET… Es tan integral la vida de un país que prefiero verlo como un todo y reforzar lo que haya que reforzar en la medida en que uno vaya actuando. Por eso es que les pedimos a nuestras unidades ejecutoras que nos envíen ideas proyecto sobre líneas importantes que ellos adviertan en el territorio en que están insertas. Pensar desde estas oficinas que se pueden resolver los problemas de Salta, Tucumán, Catamarca o la Patagonia es una ficción. Lo que necesitamos es que nos digan ellos qué es lo que hace falta en ese territorio, y a partir de ahí desarrollar un plan estratégico desde el CONICET.
¿Qué análisis hace de la formación de doctores y su inserción en el plano productivo?
Estamos formando diez mil jóvenes en doctorados academicistas durante cinco años, y el sexto año, cuando le preguntamos si quieren hacer tecnología dicen “no, quiero seguir publicando”. Tenemos que convencer a los decanos de ingeniería que una tesis de un ingeniero que termine en un producto innovador es tan válida o incluso más que dos papers como resultado de su trabajo. Hoy parece que si no termina en un paper, la tesis no sirve. He estado trabajando con Néstor Pan, el presidente de la CONEAU, para sentarnos en un trípode en el cual el CONICET como financiador, las universidades como implementadores y la CONEAU como acreditación de esos doctorados amplíen el perfil de los doctorados para que le sirvan al país. Para que la gente que se forme en esos doctorados tenga inclinación a resolver problemas del país.
¿Hay posibilidades de que haya recortes o despidos en el CONICET? ¿Qué tipo de impacto podría llegar a tener este escenario en el financiamiento de proyectos y en relación a los recursos humanos en el ámbito científico?
No tuvo ni va a tener ningún tipo de impacto. El CONICET tiene alrededor de 25 mil personas, quizás es el organismo más grande del Estado, fuera de las Fuerzas Armadas y la Seguridad Nacional. No hubo ni un solo despido vinculado a esta modernización o actividad que tiene que ver con otras áreas, lo que habla de la seriedad del organismo en relación a incorporación de recursos humanos. Tampoco ha habido ningún tipo de recorte presupuestario, hemos obtenido un aumento presupuestario del orden del 12 o 15 por ciento para cubrir compromisos que se habían tomado el año pasado y que no estaban contenidos en el presupuesto aprobado por el Congreso. Al revés de lo que se podría pensar, nuestro presupuesto se ha visto incrementado en una cifra importante.
¿Tuvo reuniones con los becarios, en relación a los reclamos que mantienen?
Sí, me he reunido un par de veces, además a los becarios del CONICET los conozco de larga data porque yo era el que los recibía en el Ministerio. Creo que muchos de los problemas que plantearon los becarios han sido resueltos. Yo he dicho que el CONICET forma doctores para el país y la beca de aquí no es una promesa de trabajo finalizado el doctorado. El CONICET no tiene como finalidad formar recursos para sí mismo, es formador o financiador de recursos que deben insertarse en todo el país, desde áreas del Estado que necesitan mejor competencia para ser gestionada a puestos en el sistema productivo para agregar valor a lo que se hace en las empresas. Desde ese punto de vista, el becario tiene que entender que la relación con el CONICET es una relación basada en la ayuda para su formación personal, no en una relación laboral.
Una de las dificultades que tiene la ciencia es despertar vocaciones científicas. ¿Cuál es la evaluación que hace respecto a esta problemática?
Pretendo logra una institución más plástica donde se acomode todo aquello que sirva al sistema. Y siempre doy como ejemplo la cuestión de la difusión o alfabetización científica de la sociedad. Cualquiera de nosotros como investigadores o ustedes como periodistas podemos coincidir en que, primero, divulgar la ciencia y la tecnología como manera de captar jóvenes es una actividad central porque esa es la savia que nutre todo el sistema. Alfabetizar a la sociedad, entendiendo por eso que el ciudadano sea integral en su posibilidad de discernir entre tecnologías útiles, peligrosas, riesgosas, y que esté alejado de los extremos de gente fundamentalista. Frente a esas visiones, el ciudadano sólo puede optar si está informado. La alfabetización de la sociedad en temas científico-tecnológicos es fundamental. Coincidimos todos en eso. El tema es que cuando meritamos la actividad de los científicos en esa dirección puntúa muy bajo. Ese tipo de contradicciones es algo que yo siempre señalo como la idea de que la institución tiene que ser más plástica.