Una salteña testigo de Jehová recibió un trasplante sin transfusión de sangre

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En lo que fue la primera intervención en su tipo en el interior del país, en el Hospital Privado de Rosario (HPR) se realizó hace unos días el primer trasplante sin transfusión de sangre. Se trató de una cirugía inédita a una paciente de 49 años, testigo de Jehová y oriunda de Salta, que padecía una hepatitis fulminante. La Unidad de Hígado trabajó multidisciplinariamente, con más de siete servicios médicos, para salvar su vida.

Para buscar antecedentes en el país, la primera intervención de este tipo se realizó en el Hospital Italiano de Capital Federal en 2001. Ahora y marcando un hito en la ciudad y en el interior de la Argentina, la Unidad de Hígado del Hospital Privado de Rosario (HPR) realizó un trasplante hepático sin transfusión de sangre.

La paciente, testigo de Jehová, padecía una hepatitis autoinmune, pero gracias al trasplante y a la práctica médica, evoluciona favorablemente.

Una intervención de este tipo (es decir sin sangre de donantes) es muy poco frecuente. Y sólo se han realizado tres en todo el país, incluida la intervención hecha hace unas dos semanas en Rosario.

El coordinador de la Unidad de Hígado y jefe del Servicio de Hepatología del centro médico, Andrés Ruf, aclaró que «una cosa es no necesitar transfusión y otra, no poder hacerla».

Para llevar adelante este desafío, debieron trabajar en equipo y en forma multidisciplinaria las áreas de Infectología, Hemoterapia, Terapia intensiva, Anestesiología, Cirugía general, Enfermería e Instrumentistas quirúrgicos.

Caso crítico

El caso fue extremadamente crítico. La paciente ingresó con la escala de severidad al máximo. «La hepatitis autoinmune es una agresión de su sistema inmune al hígado. Lo ataca como si fuese extraño. En la paciente se manifestó la enfermedad porque se puso muy rápido con la piel de color amarillo (señal de ictericia)», apuntaron los profesionales.

La mujer reside en Acambuco, una reserva natural en el noroeste de la provincia de Salta, ubicada en el límite con Bolivia. Ante la manifestación de la patología, realizó una consulta en la capital salteña y desde allí fue trasladada en un avión sanitario hasta Rosario.

Para enfrentar un trasplante hepático sin transfusión, el equipo debió «ahorrar sangre» desde el primer momento. Y se hizo estimulando la médula ósea. Durante el trasplante se utilizó el sistema cell saver para la recuperación de los propios glóbulos rojos de la paciente. Por ello resultó crucial la participación activa del servicio de Hemoterapia del HPR.

«La paciente aceptó que, durante el trasplante, podamos aspirar los glóbulos rojos que se perdían y volverlos a implantar con el mecanismo cell saver. Esto permitió que la sangre que se perdía en el campo operatorio, vuelva a circular para recuperarse. Lo cual nos permitió realizar la cirugía más tranquilos», explicó Ruf.

Además, el equipo de Trasplantología Hepática debió optimizar al máximo las extracciones de sangre luego de la cirugía. El cuerpo médico definió qué monitorear y su frecuencia. «Fue un trabajo de relojería, porque hubo muchos profesionales involucrados», señaló el coordinador de la Unidad de Hígado.

El primer antecedente en la Argentina remite a principios de 2001, en el Hospital Italiano de Buenos Aires. En aquel entonces también se trasplantó a una testigo de Jehová al implantarse un hígado sin transfusiones sanguíneas, cumpliendo con la doctrina religiosa que impide a sus fieles recibir sangre de otra persona en sus venas.

La Capital

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