Vargas Llosa: “El regreso del peronismo es una catástrofe, pero lo de Macri fue un fracaso”

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Mario Vargas Llosa no necesita presentación. Es el autor de algunas de las novelas más celebradas en español de los últimos 50 años, ensayista y articulista que combina la crítica literaria con la intervención política, y un intelectual difícil de encasillar.

Pese a los incontables reconocimientos de los que ha sido merecedor (entre ellos, el Nobel de Literatura y el Premio Cervantes), y transitando la novena década de su vida, el escritor peruano continúa tan prolífico como siempre, presentando una nueva novela apenas un año después de que viera la luz el manifiesto liberal autobiográfico La llamada de la tribu.

Este nuevo trabajo, titulado Tiempos recios, marca la vuelta de Vargas Llosa al universo cargado de política y melodrama de Conversación en la catedral y La fiesta del chivo, narrando una historia coral que tiene lugar durante la convulsionada década del 50 en Guatemala, cuando el gobierno reformista de Jacobo Árbenz comienza a tambalear producto del asedio de los Estados Unidos, que finalmente impulsaría un golpe para derrocarlo.

Es un magnífico regreso del escritor peruano, más cercano a la intriga política a lo Graham Greene que a la novela histórica testimonial, tras una serie de libros (Cinco esquinas, El héroe discreto) que no estaban a la altura de su apabullante pulso narrativo y su legado como creador de nuevas formas en el género.

En el marco de la Feria del Libro de Guadalajara, Vargas Llosa cedió 25 minutos de su agenda apretadísima para hablar con Infobae sobre Tiempos recios, la sorprendente actualidad de una historia que tiene más de 60 años, y dar su opinión de las últimas elecciones argentinas.

—La trama de “Tiempos recios” gira en torno al golpe de Estado contra Jacobo Árbenz en 1954 y su importancia en el devenir político latinoamericano. ¿Por qué es clave ese episodio de la historia guatemalteca para entender lo que sucederá en todo el continente?

— Bueno, yo era un estudiante universitario en la época en que Jacobo Árbenz inicia su mandato, haciendo reformas sociales que suscitaron un enorme interés en América Latina. Hay que recordar que la región, en esa época, era tierra de dictadores, había dictaduras prácticamente en todos los países. Entonces que una persona elegida democráticamente le diera a su gobierno ese contenido social, por ejemplo, impulsando una reforma agraria, respetando a las instituciones, generó un ambiente de libertad, de coexistencia en la gran diversidad, que fue muy estimulante para quienes creíamos que la democracia podía convertirse en el instrumento de la modernización de América Latina, donde había desigualdades gigantescas y un subdesarrollo muy profundo.
Y que este experimento se cortara de una manera tan violenta a través de un golpe de Estado, en el que participan de manera descarada los Estados Unidos, fue algo que desencantó a miles, millones tal vez, de jóvenes latinoamericanos y llevó a muchos de ellos a creer no en la democracia sino en la revolución socialista, en el paraíso comunista, que había que crearlo yéndose a las montañas con un fusil.
Entonces, para responder tu pregunta, mi impresión es que el golpe contra Árbenz retrasa por lo menos 50 años la idea democrática en América Latina y que durante todos esos años muchos jóvenes latinoamericanos intentan recrear lo que había ocurrido en Cuba, los focos guerrilleros. ¿Y al final todo eso para qué sirve? Para fortalecer a los gobiernos militares. Para justificar las matanzas espantosas que estos gobiernos militares cometieron prácticamente en todos los países latinoamericanos. Y es solo ahora, luego de medio siglo, que la democracia vuelve a tener una oportunidad en América Latina, después del gran fracaso de las sociedades socialistas, y que la opción democrática se vuelve a defender en América Latina como la mejor manera de combatir el subdesarrollo.

— ¿Cree que si Estados Unidos no hubiese impulsado el golpe en Guatemala la historia de América Latina hubiese sido completamente diferente?

— Bueno, mire, siempre es muy fácil contar la historia que no fue. No sabemos qué es lo que hubiera ocurrido, claro, pero si Estados Unidos hubiese tenido otra conducta, como sucedió en la época de Kennedy, que quiso iniciar un proceso para estimular la democratización de América Latina, aunque lamentablemente ocurrió tarde, no es imposible pensar que para la región hubiese sido diferente. Si Árbenz hubiera tenido el apoyo de Estados Unidos, apoyo que por otra parte él esperaba, para crear democracias que funcionaran a la manera americana, en la que los empresarios pagaran impuestos, algo que no había hecho nunca la United Fruits en Guatemala, por cierto, pues probablemente la idea del paraíso socialista no hubiera cundido tanto entre los jóvenes y la idea democrática habría tenido una chance que no tuvo. Tal vez eso hubiera contenido un poco el progreso de Cuba hacia la extrema izquierda. Eso no es imposible. Fíjese que el discurso de Fidel Castro cuando lo juzgan por el intento de asalto al Cuartel Moncada es un discurso socialdemócrata, es un discurso que hubiera podido pronunciar el coronel Árbenz en Guatemala. Árbenz no quería el comunismo, no quería el socialismo, quería una democracia que fuera efectiva, que modernizara los países, que sacara a los países latinoamericanos del subdesarrollo.
Entonces, no es imposible pensar que, con una política distinta hacia América Latina de Estados Unidos en los años 50, esa radicalización de la izquierda no hubiese ocurrido, y no se hubiera desperdiciado ese medio siglo con tantas masacres terribles, con tantas guerras civiles terribles.

— La historia alcanza también al magnicidio de quien lideró el golpe contra Árbenz, el militar Castillo Armas, y especula sobre quién estuvo realmente detrás de ese crimen, algo que es un misterio hasta el día de hoy.

— No se sabe y probablemente no se sabrá nunca. Había varias conspiraciones en marcha, cuál de ellas es la que triunfó, quién fue el asesino verdadero de Castillo Armas, es un misterio. Los militares crearon tal confusión, juzgaron a tanta gente y acusaron a tanta gente de conspirar, que probablemente nunca se llegará a saber exactamente quién mató a Castillo Armas. Lo que se sabe es lo que ocurrió después. Que todas esas reformas que había impulsado Jacobo Árbenz quedaron en nada; al contrario, se regresó al statu quo anterior. Y Guatemala quedaría condenada a una lucha mortal entre las dictaduras y los jóvenes revolucionarios hasta hace relativamente muy pocos años.

— ¿Usted se inclina por alguna hipótesis en particular? Porque hasta Rafael Trujillo, el tirano de República Dominicana y protagonista de su novela “La fiesta del chivo”, está señalado como uno de los posibles responsables.

— Mire, no hay manera. Yo he hecho toda una investigación al respecto, no hay manera de saber qué es lo que ocurrió. Al hombre fuerte de Castillo Armas, que era su jefe de inteligencia, nunca lo juzgan y sin embargo lo tienen cinco años recorriendo las prisiones en Guatemala. Lo abandona la mujer, lo abandona su familia. Cuando él sale en libertad, se vincula presuntamente con grupos homicidas, narcotraficantes, y muchos años después muere en un atentado aparentemente gestado por un grupo de extrema izquierda que recordaba que él había sido el hombre de la seguridad en la época de Castillo Armas. Pero toda esta es una historia bastante misteriosa. Hay indicios que nos permiten atisbar un poco la verdad, pero conocer la verdad exactamente es imposible. Lo único que se sabe es que el pobre soldadito al que atribuyen los militares el asesinato de Castillo Armas, no solamente no mató a nadie, sino que fue asesinado él de manera absolutamente injusta y terrible para poder incriminarlo.

— Una de las historias más sorprendentes en la novela tiene que ver con la campaña de desinformación que organiza la United Fruits, contraria a la formación de sindicatos y la reforma agraria por el efecto que tendrían en sus negocios, logrando que la opinión pública estadounidense y sus políticos crean que Árbenz es un posible aliado soviético. Su relevancia en esta era de las fake news es brutal.

— Mire, yo creo que es el primer caso, por lo menos en América Latina, en el que las fake news, las noticias inventadas, prevalecen sobre la verdad. Es muy interesante cuando uno trata de investigar cuáles son los indicios de que la Unión Soviética estaba tomando poco a poco el control de Guatemala, porque se encuentra con absolutas puras fantasías. No había un solo ciudadano soviético viviendo en Guatemala en esa época. Las medidas que Árbenz intenta realizar no son medidas ni comunistas ni socialistas, son medidas capitalistas, como por ejemplo hacer pagar impuestos a las empresas, como lo hacen en todos los países capitalistas del mundo, empezando por Estados Unidos.

—¿Cómo se orquesta esa campaña?

—Bueno, estas fake news sobre Guatemala prevalecen en gran parte gracias a periodistas norteamericanos ingenuos, desinformados, a los que un titiritero genial, un publicista al servicio de la Unidad Fruit, logra manipular en favor de los intereses de la empresa. Es muy interesante, había una escritora que yo leía siempre con mucho interés en el New York Times por lo talentosa que era, por lo inteligentes y profundamente democráticas que eran sus posiciones, Flora Lewis. Bueno, pues Flora Lewis es una de las invitadas por este publicista y es llevada a Guatemala, donde escribe un artículo viendo allá a los soviéticos ocupando. ¿Pero dónde estaban? ¿Cómo pudieron ser engañados de esa manera tan absolutamente radical periodistas que eran muy honestos?

— Los “operaron”.

—Se fiaron de unas noticias fabricadas ex profeso por un publicista. Y sobre la actualidad del asunto, yo creo que la mejor defensa que tenemos contra las fake news es que haya una libertad de prensa que permita contrarrestar estas las noticias inventadas con las noticias genuinas, auténticas. Aunque no es fácil. Hay una revolución tecnológica extraordinaria que sirve para evitar las censuras pero desgraciadamente también para que las fake news reemplacen a las noticias verdaderas y nos jueguen muy malas pasadas, debilitando extraordinariamente a las instituciones democráticas.

— “Tiempos recios” ha sido recibida muy calurosamente por la crítica y han sido muchos los que han dicho que es su mejor novela desde “La fiesta del chivo”. ¿Concuerda?

— Bueno, espero que sea verdad, ojalá sea verdad (risas).

— A esta altura de su carrera, y habiendo obtenido los principales reconocimientos que un escritor puede alcanzar, ¿le importa aún si la novela es bien recibida o no, si recibe buenas críticas?

— Hombre, pues yo creo que a todos los novelistas les importa mucho que sus libros tengan éxito, que lleguen a un público. Yo no creo que haya escritores que sean tan puros que se queden absolutamente indiferentes respecto a la reacción del público. Uno espera que las novelas que uno escribe tengan éxito, y se siente muy triste si no es así, y muy contento si sucede.

— Lo llevo a la actualidad. ¿Qué reflexión le merece la reciente ola de protestas que han conmocionado a América Latina en los últimos meses, desde Ecuador hasta Bolivia y Chile?

¿A qué las atribuye?

— Mire, yo creo que se explican por razones muy diferentes. Creo que en ciertos países hay problemas sociales y económicos muy profundos, que, en lugar de combatir, fomentan las enormes desigualdades y entonces allí claramente hay un contenido social en las movilizaciones populares. Ahora, hay un caso aparte, que es el de Chile, que a mí me deja perplejo. Yo he seguido bastante de cerca la extraordinaria modernización de Chile, donde se ha reducido extraordinariamente la pobreza extrema, donde han crecido las clases medias de una manera notable. Un país que se ha ido acercando al primer mundo muchísimo en estos años. Entonces es muy desconcertante que haya una explosión popular de esa magnitud. Y esa contestación tan radical de un sistema que ha traído enormes beneficios a Chile. Yo no me lo acabo de explicar. Tal vez una de las razones es que esos sectores populares que formaban parte, que llegaron a formar parte de las clases medias, encontraron pronto un techo, un techo que no podían ya superar, y entonces esa frustración pues está detrás de esa movilización popular tan grande. Es posible. También es posible que no haya una educación popular que tenga un altísimo nivel para crear igualdad de oportunidades en todas las generaciones. Es posible que no haya una sanidad al alcance del gran público que pueda competir con la sanidad privada. Si esto fuera así, lo fundamental sería crear los instrumentos que garantizan una igualdad de oportunidades, principio democrático fundamental.
Ahora, de todas maneras, la violencia que ha acompañado esa movilización en Chile pues nos deja desconcertados. Edificios quemados. Decenas de estaciones de metro desaparecidas. Un desconcierto muy grande en la clase dirigente chilena, que tampoco parece entender muy claramente qué es lo que está ocurriendo.

— ¿Cree en la teoría de la injerencia extranjera?

— Hombre, yo creo que hay injerencia seguramente pero eso no lo explica todo, en ningún caso. La participación popular ha sido muy grande y creo que eso no puede proceder de Cuba o de Venezuela. Hombre, que están encantados que un modelo democrático y capitalista fracase, pues sí, desde luego, habrá sido celebrado con whisky y champagne en Caracas y en La Habana. Pero no creo que lo explique. No creo que sea la razón fundamental de la movilización chilena.

— ¿Y de las elecciones argentinas qué lectura hace? ¿Cómo cree que será el gobierno de Alberto Fernández?

— Yo creo que va a ser un desastre. Ojalá me equivoque, quiero mucho a Argentina y tengo una gran admiración por muchos aspectos de ese país. Pero yo creo que ese regreso del peronismo al poder será una catástrofe para los argentinos. Ojalá me equivoque. Ojalá la realidad no confirme mis previsiones. Yo creo que el fracaso de Macri, porque hay que llamarlo un fracaso, claramente, es muy lamentable. Tenía un equipo magnífico, que sabía perfectamente lo que había que hacer, pero quizás el gradualismo que intentó no era la mejor manera de enfrentar la crisis enorme en que dejó el peronismo a la Argentina. Quizás las reformas debieron ser mucho más radicales, porque ahora están atribuyéndole a Macri los problemas que crearon los Kirchner. Esperemos que Argentina sobreviva a esta experiencia.

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