Y llegó el terremoto que se esperaba en la Iglesia chilena. Tras enfrentar graves denuncias de abusos sexuales, y después de tres días de encuentros con el papa Francisco, 34 obispos chilenos presentaron en masa su renuncia al Santo Padre «para que libremente decida con respecto a casa uno de nosotros». Entre los 34 está Juan Barros, acusado de encubrir al sacerdote pedófilo Fernando Karadima.
En una declaración leída por Juan Ignacio González, obispo de San Bernando, los obispos también pidieron perdón «por el dolor causado a las víctimas, al Papa, al pueblos de Dios y al país por nuestros graves errores y omisiones».
González explicó que «todos están en plenas funciones» hasta que el Papa acepte o rechace las renuncias presentadas por todos los miembros del episcopado, un hecho sin precedente en la historia del Vaticano.
Qué pasó. En 2015, la designación de Juan Barros, obispo del grupo de Karadima, en la ciudad de Osorno, reavivó el escándalo por los abusos perpetrados en las décadas de 1970 y 1980 por el carismático sacerdote Fernando Karadima, prelado cercano a las clases acomodadas y al poder -en plena dictadura de Augusto Pinochet-, condenado en 2011 por el Vaticano a una vida de silencio y penitencia.
El nombramiento de Barros, realizado por Francisco, provocó una verdadera rebelión entre los fieles y grupos de víctimas, que acusaron a Barros de haber encubierto los crímenes de Karadima. El Papa respaldó a Barros en diversas oportunidades.
Tras leer el informe de Scicluna, fruto de entrevistas con más de 60 personas, el 8 de abril el Papa les escribió una dramática carta a los obispos chilenos. En la misiva admitió haber incurrido en «graves equivocaciones» en la percepción de la situación y, en una acción drástica, los convocó a Roma para tomar medidas de «corto, mediano y largo plazo», para reparar el daño.
En la declaración de hoy en la que, en medio de gran expectativa, anunciaron la renuncia en bloque de todo el episcopado, los obispos aseguraron que «estos días de honesto diálogo con el Papa han sido un hito dentro de un proceso de cambio profundo», conducido por su jefe máximo. Hubo mucha autocrítica en la declaración de los obispos, que sorprendieron al pedir dos veces perdón a las víctimas a las que maltrataron y difamaron durante años, a quienes incluso le agradecieron su «valentía y perseverancia».
«Gracias a las víctimas, por su perseverancia y su valentía, a pesar de las enormes dificultades personales, espirituales, sociales y familiares que han debido afrontar, tantas veces en medio de la incomprensión y de los ataques de la propia comunidad eclesial», señalaron. «Una vez más, imploramos su perdón y su ayuda para seguir avanzando en el camino de la curación y cicatrización de las heridas», agregaron.
Los obispos aseguraron asimismo su voluntad de «restablecer la justicia y contribuir a la reparación del daño causado, para reimpulsar la misión profética de la Iglesia en Chile, cuyo centro siempre debió estar en Cristo».
«Queremos que el rostro del Señor vuelva a resplandecer en nuestra Iglesia y a ello nos comprometemos. Con humildad y esperanza les pedimos a todos que nos ayuden a recorrer este camino», concluyeron.
Fernando Ramos, obispo auxiliar de Santiago y secretario general de la Conferencia Episcopal de Chile, precisó cómo fue el proceso por el cual se llegó a esta renuncia en masa del episocopado, algo sin precedente en la historia reciente del Vaticano. Y detalló que el martes, cuando tuvieron su reunión, el Papa les leyó un documento en el que expresaba sus conclusiones y reflexiones en torno al informe realizado por monseñor Charles Scicluna, su enviado especial a Chile. «El texto del Papa indica con claridad una serie de hechos absolutamente reprobables que han ocurrido en la Iglesia Chilena en relación a los inaceptables abusos de poder, de conciencia y sexuales, y que han llevado a que ella haya disminuido el vigor profético que la caracterizaba», dijo.
«En las siguientes tres reuniones, cada obispo pudo expresar su reacción, opinión y visión, sobre lo señalado por el Papa. En este contexto de diálogo y discernimiento, se fueron presentando varias sugerencias de medidas a adoptar para enfrentar esta gran crisis, así como también fue madurando la idea de que, para estar en mayor sintonía con la voluntad del Santo Padre, era conveniente declarar nuestra más absoluta disponibilidad para poner nuestros cargos pastorales en las manos del Papa», aseguró. «De esta forma, podíamos hacer un gesto colegial y solidario, para asumir -no sin dolor- los graves hechos ocurridos y para que el Santo Padre pudiera, libremente, disponer de todos nosotros. Fue así que en el día de ayer, por escrito, manifestamos esta disponibilidad, poniendo nuestros cargos a disposición del Papa. Así él podrá, en las siguientes semanas, decidir si acepta o rechaza lo que hemos señalado», apuntó.
Juan Carlo Cruz, una de las víctimas más emblemáticas de Karadima, que fue invitado por el Papa a Santa Marta a fines de abril y que había reclamado acciones concretas, reaccionó a la noticia de la dimisión en masa del episcopado con gran satisfacción: «Obispos chilenos TODOS renunciados. Inédito y bien. Esto cambia las cosas para siempre», indicó en un tuit.