El ballottage que se lleva a cabo hoy reavivó la esperanza en la capital estadounidense sobre un posible acercamiento al país tras 12 años de hostigamiento por parte del gobierno kirchnerista. Todavía recuerdan en los principales organismos de esta ciudad el «no al ALCA» de la Cumbre de Mar de Plata, episodio que acaba de cumplir una década y que significó la última vez que un presidente de los Estados Unidos tocó suelo argentino. Desde entonces ningún funcionario de alto rango llegó desde la nación del Norte.
Pero eso podría cambiar. Delegados de organismos clave en la relación bilateral se entusiasman con que la Argentina pueda acercar posiciones tanto con los Estados Unidos como con las entidades internacionales de crédito e intentan mostrar buena predisposición cualquiera que sea el resultado de hoy, si bien no pueden ocultar su entusiasmo ante un posible triunfo del líder de Cambiemos. Tanto es así que think tanks con llegada al presidente Barak Obama ya sugieren que la delegación que asista a la toma de posesión en diciembre esté liderada por Joe Biden, vicepresidente de la nación, según pudo saber LA NACION durante un viaje que realizó con otros medios a la capital estadounidense organizado por la Cámara de Comercio de los Estados Unidos en la Argentina (AmCham).
Claro que ese sería sólo el primer paso y no haría más que tirar la pelota hacia campo argentino. ¿Qué esperan a cambio? Buena voluntad y predisposición al diálogo, algo que suena tan simple, pero que no ha sido una práctica habitual en los últimos años.
«La Argentina va a necesitar entre US$ 15.000 y US$ 20.000 millones durante los dos primeros meses del nuevo gobierno para evitar un fuerte ajuste fiscal», se escuchó en un despacho en esta ciudad, donde se propusieron dos caminos: demostrar intención de querer solucionar el conflicto con los holdouts más algún retoque de la moneda o golpear la puerta de las entidades globales de crédito. Y esto, dicen, podría darse incluso sin imponer al país una estricta agenda de condiciones. «Quedó poco del Consenso de Washington. Hoy podemos hablar de la muerte de la condicionalidad», agregó una fuente que pidió reservar su identidad. Así, hoy se admite que las prioridades para los organismos pueden no coincidir con las del país o que, incluso siendo las mismas, puede no haber margen político para implementarlas. Otra vez: están dispuestos a esperar y consensuar. Sí piden reciprocidad de esa actitud.
«Tener un artículo IV con el FMI no es gran cosa», coincidieron distintos funcionarios. Incluso hay países, como China, que lo tuvieron sin necesidad de que hubiera un documento final, si bien no es lo ideal. Por ahora la Argentina forma parte del quinteto de países que no tiene este artículo, junto a Venezuela, Sudán, Siria y Eritrea. Esta opción, sin embargo, parece más complicada en caso de que gane el candidato del Frente para la Victoria, quien cargó contra el Fondo durante la última semana.
Pero de ganar Macri, el camino tampoco será sencillo, y en Washington lo saben. El FMI es mala palabra para gran parte de la población local y quien quiera tender lazos deberá contar con cintura suficiente para comunicarlo como una instancia superadora del pasado.
La Argentina sí mantuvo la relación con el Banco Mundial, con el que ya tiene un plan de erogaciones de US$ 3600 millones por tres años para desembolsos en temas donde hay una «visión compartida», como salud, medio ambiente y reducción de la pobreza (financió la Asignación Universal por Hijo), a diferencia de cuestiones energéticas, fiscales y de macroeconomía, donde no hay puntos en común.
Sin embargo, la entidad cuenta con otra alternativa de crédito, que son los fondos «de libre disponibilidad» que hoy no están activos y que demandarían una «visión compartida en políticas macro». La última vez que llegaron fue en tiempos de las cuasimonedas. «Tendría que haber un programa de metas con el Fondo, aunque no implique desembolso», especificaron fuentes que conocen la cocina de estas operaciones. Con estas condiciones se atreven a hacer una cuenta a mano alzada: podrían llegar US$ 2000 del Banco Mundial, otro tanto del BID e igual suma de la CAF, pero «el grueso, unos US$ 12.000, ya correría por cuenta del FMI».
La última misión del Fondo para revisar los números de la economía de la Argentina fue en 2006 y se aviva la esperanza de que se repita una década después. El equipo estaría liderado por el economista italiano Roberto Cardarelli, quien también es jefe de misión para Chile. El Fondo ya maneja «varios escenarios posibles» y cuenta con una «amplia batería de programas», pero es el país el que tiene que ir y pedirlo.
Sin embargo, dicen, ello no implicaría planes de ajuste como en los 90, que tuvieron fuertes consecuencias sociales. «Eso cambió. Antes sólo importaba el equilibrio fiscal, hoy se entiende que hay que mantener el gasto social en tiempos de crisis», aseguran en Washington con intención de demostrar un cambio.
El desafío para la Argentina y para la región es, en parte, digerir los choques exógenos que comenzaron a fines de 2011, sobre todo la caída en los precios de las commodities y la desaceleración en el crecimiento de China. Según un informe de octubre del FMI, América latina caería este año 0,3% -el primer descenso desde 1983, con excepción de la crisis de 2008/2009-, arrastrada sobre todo por Brasil (-3%) y Venezuela (-10%), pero se recuperará un 0,8% en 2016. La buena noticia es que en esta oportunidad «no hay una gran crisis financiera en la región» (América latina como un todo es acreedor neto) y desde 2012 algunos países ya devaluaron para absorber el golpe, una decisión que en el pasado hubiese sido el principio del fin. «Hoy, las devaluaciones son soluciones. Los países complicados para llevarla a cabo son la Argentina, donde hay resistencia, y Ecuador, porque está dolarizado», explica un especialista en la materia. Sin embargo, coinciden los expertos, en esta «transición a un nuevo equilibrio, dolor va a haber, es inevitable».
Según el informe del Fondo, la Argentina crecerá un 0,4% este año, pero caerá un 0,7% en 2016. «La combinación de política monetaria y fiscal expansiva sigue ejerciendo presión sobre la brecha entre el tipo de cambio oficial y el de mercado, el nivel de inflación y las reservas internacionales netas. Un ajuste es imperativo», analiza el paper.
Por último, algunos son partidarios de la idea de que la Argentina tenga algún tipo de participación en el flamante Acuerdo Trans-Pacífico (TPP, por sus siglas en inglés), ya sea como país o llevando consigo al Mercosur. Pero para esto falta correr mucha agua bajo el puente. El primer paso sería construir ese puente. Desde el Norte, dicen, ya pusieron la primera piedra.
No es sólo la economía
En Washington preocupa el crecimiento del narcotráfico en el país y busca comenzar con algún tipo de intercambio de información. También entusiasma que un posible triunfo de Macri tenga un efecto contagio en Venezuela, que tendrá elecciones en diciembre. «Podría cambiar el equilibrio del poder en la región», explicó Héctor Schamis, profesor en el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Georgetown University, si bien no fue el único que se refirió al tema.
La Nación