La bomba GBU-43/B – conocida coloquialmente como MOAB arrojada por Estados Unidos el pasado jueves en Afganistán, provocó al menos 94 muertes, según el último balance de las autoridades locales.
Entre los fallecidos se encontrarían al menos cuatro altos dirigentes de la sección afgana de Estado Islámico en Korasán, según el portavoz de la Gobernación de Nangarhar, Ataulah Khogyani, quien confirmó la completa destrucción de la zona del impacto: tres túneles que los yihadistas empleaban como depósitos de armas y otros equipos.
Asimismo, informaron que entre los muertos hay un hombre identificado como «Hamza», hermano a su vez de un alto comandante de EI, también fallecido, y otros dos comandantes identificados como «Abubakar» y «Mohammad Abrani», según la declaración oficial recogida por la agencia de noticias afgana Pahjwok y reproducido por Europa Press.
Sin embargo, la organización yihadista desmintió que el ataque haya causado alguna baja entre sus filas, según un comunicado recogido hoy por su habitual portal de propaganda, Amaq.
«Fuentes de seguridad de Estado Islámico desmienten que el ataque que América ejecutó el jueves en Achin haya causado muertos o heridos», según la nota.
La bomba fue arrojada a las 19.32 horas (las 11.32 de Argentina) contra «túneles y personal» del Estado Islámico en la localidad de Achin (provincia de Nangarhar), desde un avión MC-130 comandado por un cuerpo de operaciones especiales de la Fuerza Aérea.
Las primeras informaciones dadas a conocer por EEUU y Afganistán hablaban de 36 muertos, ninguna de ellos civiles, datos que nunca fueron acompañados por pruebas que lo confirmaran.
La casi triplicación de ese número y la permanencia de falta de pruebas, pone en duda la precisión de la información, sobre todo por los antecedentes más recientes en otros ataques perpetrados por Estados Unidos.
Por ejemplo, el ataque realizado semanas atrás por la coalición militar encabezada por EEUU en la localidad iraquí de Mosul, en la que murieron más de 250 civiles, muchos de ellos niños, transformándose en el peor incidente de muertos civiles desde que empezó la guerra contra el Estado Islámico hace dos años.
Más aún, desde que llegó Donald Trump a la Casa Blanca, organizaciones de Derechos Humanos calculan que aproximadamente 1.500 civiles murieron por ataques aéreos estadunidenses, según informó el semanario Newsweek.
Paralelamente, el ex presidente de Afganistán, Hamid Karzai, afirmó que el actual Gobierno afgano es un conjunto de «traidores» por permitir que Estados Unidos lanzara la bomba no nuclear más potente jamás usada en combate.
El antiguo mandatario, designado durante la invasión estadounidense de 2001 y después vencedor en los comicios de 2004, agregó que deja de reconocer la legitimidad del actual Ejecutivo y su decisión de comenzar a trabajar para «deshacerse de la presencia estadounidense en Afganistán».
«El bombardeo es un insulto a Afganistán y Estados Unidos ha empleado como excusa a Estado Islámico», declaró el ex presidente al canal de televisión afgano Tolo News.
«Si el Gobierno afgano ha dado su aprobación, se trataría de un acto de traición», añadió.
Las autoridades afganas reconocieron previamente que dieron permiso para efectuar el bombardeo.
Télam