Yo soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tiniebla

0
2314

Por Facundo Gallego, especial para LA BANDA DIARIO

Miércoles IV de Pascua

  1. Oración inicial

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Señor, te doy gracias por este momento de oración que me regalas. A tus pies están todas mis intenciones, mis miserias, debilidades, alegrías y fortalezas. Perdona mis pecados y dame la vida eterna. Amén.

  1. Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Juan (12,44-50)

Jesús exclamó: «El que cree en mí, en realidad no cree en mí, sino en aquel que me envió. Y el que me ve, ve al que me envió. Yo soy la luz, y he venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas. Al que escucha mis palabras y no las cumple, yo no lo juzgo, porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvarlo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he anunciado es la que lo juzgará en el último día. Porque yo no hablé por mí mismo: el Padre que me ha enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar; y yo sé que su mandato es Vida eterna. Las palabras que digo, las digo como el Padre me lo ordenó».

Palabra del Señor

  1. Meditación

La Iglesia nos enseña que Jesús es el Sacramento del Padre. Pero, ¿qué es un sacramento? Es un signo sensible (que se puede ver) y eficaz (que actúa por sí mismo) de la gracia de Dios. Es decir, mediante una realidad sensible, hace presente aquí y ahora una realidad invisible. Por ejemplo, el pan eucarístico se ve, pero la presencia real de Jesús no se ve, se la conoce y se la adora por la fe. Así, Jesús, al hacerse verdadero hombre, también revela al Padre: “el que cree en mí, en realidad cree al que me envió; y el que me ve a mí, ve al que me envió” (Jn 12,44-45).

Nosotros, los que formamos la Iglesia, somos “como un sacramento”, que hace presente a Jesús sacerdote, profeta y rey en estructuras visibles: las parroquias, comunidades, capillas, templos, celebraciones, la vida cotidiana en santidad, nuestro modo de hablar, de actuar; nuestros sacrificios, oraciones, alegrías, dolores y esperanzas… En todo debemos procurar ser imagen de Cristo. Como decía San Josemaría Escrivá de Balaguer: “Ojalá fuera tal tu compostura y tu conversación que todos pudieran decir al verte o al oírte hablar: éste lee la vida de Jesucristo.”

  1. Comunión Espiritual

Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del Altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Pero como ahora no puedo recibirte sacramentado, ven a lo menos espiritualmente a mi corazón.

Y como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás Me aparte de Ti. Amén.

  1. Oración Final

Señor, te doy gracias por tu amor y tu misericordia. Concédeme la paz y la alegría de saberme miembro de la Iglesia, imagen tuya, redimido por el bautismo, con la esperanza de la vida eterna. Amén.

Padrenuestro. Avemaría. Gloria.

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here