“Yo quisiera dormirme por siempre, contigo en mis sueños volverme a encontrar”, esa emotiva frase de la zamba “Y mis sueños” con la que Carlos Carabajal supo despedirse artísticamente fue la síntesis del sentir de su familia que al momento de rendirle un homenaje decidió ofrendarle un rezabaile. No se realizaron invitaciones pero la casa del cantautor bandeño, ubicada en la calle Alberdi, recibió a vecinos, amigos, músicos y bailarines que se habían convocado para recordar al «Padre de la Chacarera», tal como lo había bautizado su entrañable amigo Carlos Saavedra.
Delante de una imponente pintura que retrataba el rostro de Carlos Carabajal se improvisó un altar, donde su hija Graciela fue la primera oradora, oportunidad en que agradeció a los presentes por acompañarlos en una fecha muy difícil.
“Mi padre nos enseño ante todo el respeto a la vida, supo ser mi guía tanto en lo personal como profesional. Siento un gran orgullo por el legado que nos ha dejado y el reconocimiento que ha logrado a nivel nacional e incluso internacional, pero tengo que expresar ante ustedes que sufro mucho ya que en Santiago del Estero eso no ocurre”, expresó con voz entrecortada la primogénita de Carlos Carabajal.
También señaló: “Hoy no pudieron estar presentes ‘Peteco’, Enry y Roxana, pero aquí nos reunimos con Demi, Valeria, Graciela, sus nietos y bisnietos a acompañar a mi madre para que este no sea una jornada triste sino para unir con más fuerzas ese lazo que él supo crear”.
Posteriormente, su nieta Valeria encendió velas junto a una fotografía de su “papi Carlos” y todos los presentes se unieron en el rezo.
Los sones de una guitarra no se hicieron esperar y fue nuevamente Graciela quien comenzó a entonar los grandes éxitos de su padre mientras unas tímidas parejas comenzaban a danzar.
Luego le tocó el turno al Dúo Astilla, integrado por el Gordo y Julio Carabajal y le regalaron a los presentes unos cuantos temas del cancionero popular. Marito Ruiz se sumó a la propuesta y luego de entre el público surgió un recitador que le dedicó unos versos al querido Carlos.
Las palmas surgieron, las lágrimas se secaron, los bailarines entendieron que la mejor forma de homenajearlo era volver a sentir esa música en el cuerpo, la guitarra de Carlos Carabajal se dejó acariciar y sonó después de siete años de silencio.
Todo lo ocurrido, en la noche del sábado, fue espontáneo, simple, sencillo, como era él y la magia se volvió a sentir como cada noche en ese quincho lleno de duendes y chacareras, porque definitivamente Carlos Carabajal vive en el corazón de su gente.