Cuando por debajo del Alto Nivel el tren pasa

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Fotografía gentileza: José María Sisalli.
La Banda, 31 de octubre de 2005
Varios años habían pasado y la estación ferroviaria se acostumbró a estar en el más profundo de los silencios, su anden se quedó vacío y cada una de sus dependencias estaban ocupadas en otra labor. 
La Banda nunca había perdido esa tradición de que llamen a sus habitantes “bandeños olor a tren”, frase que lo adoptó con gran orgullo, sólo que simplemente el tren ya no pasaba. Sin embargo un día se informó que el tren volvería a circular desde Retiro a Tucumán y por supuesto vendría por  esta ciudad.
Los diarios reflejaron la noticia, por supuesto en las páginas de La Banda, por que por más que el servicio de transporte de pasajeros ferroviario pase por las estaciones de Selva Malbrán, Colonia Dora, Herrera, Lugones, Garza; Taboada Fernández, Forres, Beltrán y Vilmer, el tren pertenece a esta ciudad, por tradición, por que así se lo siente.
Los preparativos para recibirlo no se hicieron esperar, desde la Sub secretaría de Cultura de la Provincia presentaron una movida teatral, un grupo de actores que interpretaron a cada uno de los personajes de la estación, los vendedores ambulantes ofreciendo todo tipo de productos caseros, los pasajeros de primera clase, los de segunda, el inspector y el maquinista, los que cargaban los equipajes, las mujeres que lloraban por el encuentro o la despedida y muchos más.
Sin embargo no hacían falta los artistas, puesto que los auténticos protagonistas estuvieron allí, como Rodolfo Krüeger vendiendo el maní o los helados, las chipaqueras, o los que venden el queso casero. Parecía que el tiempo no había pasado, pero lo había hecho y las huellas estaban marcadas en el abandono de la estación.
Después de años de soledad el 31 de octubre de 2005, la estación de La Banda se vio poblada nuevamente los mayores se vistieron con sus mejores galas para recibir a lo que formó parte de su historia, los de mediana edad llegaron para recordar esa niñez o adolescencia en la estación y los pequeños para ver por primera vez al tren. No faltó nadie, desde las más altas autoridades hasta el personaje más recordado y a las 16 en punto se oyó nuevamente el silbido de la locomotora.
El aplauso fue instantáneo, la emoción estuvo a flor de piel, tal vez para quien no lo sienta como el bandeño, este sería un acontecimiento más, pero no, volvía parte de la historia, los mayores sintieron agitar su corazón y más de uno derramó una lágrima, quizás por el recuerdo, quizás dando las gracias.
Edith Taboada

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