Charly García cumple 65 años: anécdotas y recuerdos de una vida turbulenta

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Si hay una persona a la que debe ser difícil seguirle el ritmo, definitivamente es Charly García. Impredecible, cambiante, sin importarle en absoluto sus alrededores ni el qué dirán, el ícono del rock argentino pasó por diferentes etapas tanto en lo musical como en lo personal, hasta convertirse en uno de los artistas más influyentes del país y la región. «Es un ‘Rock Star’, lo máximo del rock nacional», lo define Maximliano Vernazza en su 65° cumpleaños.

Se trata del fotógrafo que lo acompañó desde 1997 hasta el año pasado. Después de conocerse casi de casualidad en una nota y, sin buscarlo, se formó un «código especial» entre ellos basado en la confianza que no tardó en convertirse en una amistad -afirmado por el propio Charly-, que le permitió a Maxi meterse en la intimidad del cantante. «Nunca me pidió que no publicara una foto», asegura a Teleshow. Y recuerda viejas historias.

-¿Cómo conociste a Charly?

-Laburo en la revista Gente desde 1997. Para aquel entonces Charly estaba peleado por algún motivo con la revista, pero se reconciliaron cuando yo recién arrancaba. Entonces iban a hacerle una nota por esta reconciliación. Como yo era el único que estaba en la redacción me mandaron para su casa.

-Imagino que te recordás esa historia con lujo de detalles…

-Ni bien llegué el periodista me dijo que prefería hacer la nota solo con él. Entonces fui al living y me senté en el sillón. Apareció la mucama y empieza a aspirar, hasta me hizo levantar las gambas… ¿Para qué aspiraba si estaba todo sucio? No se podía limpiar toda esa basura.Después llegó Charly y me dijo ‘armá tus cosas tranquilo’. Él tenía esos televisores gigantes de antes y puso un video de Prince mientras yo probaba la luz. Le saqué una foto y me dice ‘ya está’ y salió corriendo para el otro lado. ‘Sacame acá ahora’, me dijo. Yo como tenía flash necesitaba medir la luz, pero él iba corriendo de un lado para el otro y yo iba atrás siguiéndolo por toda la casa con el paraguas y el flash.

-¿Te puso nervioso?

-No, yo ni siquiera era seguidor de Charly, no lo escuchaba. Peroautomáticamente me hice fan. Su forma de vivir, esa cosa de no tener horarios… A la siguiente nota él mismo pidió ‘que venga el fotógrafo de rulos’. Y después empecé a generar los encuentros yo, lo empecé a seguir, lo fui a ver y después si salía algo lo llamaba.

-¿Cómo lograste entablar una relación con una persona con una vida tan distinta a la tuya?

-Nació una relación de afecto entre ambos casi sin que nos diéramos cuenta. Se armó un código especial entre los dos sin necesidad de que nos pusiéramos de acuerdo. Él sabía hasta donde yo llegaba. Y yo sacaba hasta donde el sentido común me indicaba. Siempre nos entendimos perfectamente. Lo vi en buenas y malas y lo respeté siempre, como personaje y como persona.

Esta «relación de afecto» que cuenta Vernazza se extendió mucho más de lo que él hubiera imaginado. Estuvo junto a él en momentos íntimos como la grabación de Kill Gil en Nueva York, los shows, sus cumpleaños, sus vacaciones habituales en Pinamar. Incluso, llegó a retratarlo en el baño del famoso «bunker», como denomina él, de Coronel Díaz y Santa Fe. Caminó a su lado, tal vez, por los momentos más complicados de su vida, en las últimas dos décadas. Palabra autorizada, dice que su manera de comportarse en público no es una pantalla. En absoluto.

El fotógrafo, quien está presentando una muestra con motivo del 65° cumpleaños de Charly en el CCK,  se alegra de que ahora se encuentre mejor, acompañado por su novia Mercedes Iñigo -36 años menor que él-, quien «lo acompaña mucho», y hasta le hace de «intermediadora», ya que él no maneja un celular y casi que no tiene vínculos con la tecnología. Eso sí, es un experto en todo aparato que tenga que ver con la música. Y también usa su iPad… Para enchufarlo al amplificador. «Siempre me acuerdo que cuando alguien lo criticaba después de la internación porque estaba un poco más gordo o más lento por las medicaciones que estaba tomando, decía ‘que se tiren de un noveno piso y me vengan a hablar'», indica.

Durante años, el tipo no sabía ni qué día ni qué hora era. Sólo sabía si era de día o de noche porque miraba por la ventana. Es que no necesitaba saberlo. Vivía en su mundo, en su música, todo el tiempo tocando. Entrabas al cuarto y era un caos total. Metía la mano en una cosa de cables tremenda y de repente sacaba algo que te quería mostrar. Después de la internación (en 2008) se lo veía mejor.

-¿Alguna vez te fuiste enojado o molesto de su casa por alguna actitud suya?

–Jamás. Algo que me mantuvo cerca de él fue que nunca me dijo ‘no saques esa foto’ ni me pedía verlas. Él confía en mí. Yo nunca busqué alguna situación que a otro lo podría haber tentado, algún golpe bajo… Si ves mis fotos podés darte cuenta de qué época de su vida se trata pero no hay golpes bajos. Tampoco mostré ni conté algo que no se podía. A mí me gusta laburar de una forma en la que vos ni te das cuenta que estoy ahí.

-¿Qué cosas te llaman la atención de él?

-Son muchos años de trabajo… Una vuelta fui a Nueva York, a cubrir algo de la ONU y él estaba grabando allá. Me quedé con él. Cuando yo iba al estudio el mánager aprovechaba para irse a dormir y me dejaba sólo con él. Me sorprendía cómo Charly, que no manejaba nada de computadoras, tocaba todos los instrumentos, manejaba todas las consolas, era impresionante. Me acuerdo que había un norteamericano mirando y estaba callado. A la noche salía y después se quedaba en el hotel tocando horas…

-¿Hay alguna foto que te guste más que las demás?

-Siempre me gustó una que se la hice en la Casa Rosada cuando tocó con la presencia del ex presidente Néstor Kirchner en el Salón Blanco (2005). Antes de eso dio una conferencia de prensa y tenía las manos pintadas y como media de mujer en el brazo. Estaba sosteniendo un cigarrillo. También agrego una que le hice en el Colón, que está de espaldas mientras hace la prueba de sonido.

-¿Pasaste algún cumpleaños junto a él?

-Sí, siempre los festeja de alguna forma. En una época siempre hacía shows, me acuerdo de uno en el Roxy de Colegiales. Fui a la casa y de ahí, en la ‘limo’, nos fuimos para allá. En el camarín estaban Nacha Guevara, Hilda Lizarazu, Gustavo Cerati, Juance, el Zorrito Von Quintiero, Gaby Álvarez… Había una torta gigante, y no sé si le tiraron un papel o qué  pero se empezó a prender fuego. Volaban papeles y Charly se reía. Después, de repente, se va. Yo lo empecé a seguir, se fue por un pasillo que iba del camarín a la calle. Empieza a caminar solo y me escucha que estoy atrás sacándole una foto. Se da vuelta y me dice: «Al final siempre me voy solo». Deja el vaso de whisky apoyado y se va. Venía de una joda terrible y se fue solo a la casa…

Palabra de uno de los pocos que conoció puertas adentro a uno de los músicos más grandes del país. Una sombra con flash en la intimidad de Charly. Su amigo silencioso.

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