Una educación destruida, un sistema de salud pública abandonado, ciudadanos esperando agua y cloacas que nunca les llegó, cortes de luz y un sistema energético saturado, obras inauguradas cientos de veces y nunca realizadas; eso sin hablar de bolsos que volaron, negociados y corrupción por todas partes: son todas postales de un Estado saqueado por gobiernos que Julio Bárbaro integró, y esa debería ser su primera vergüenza.
Pero más allá de Julio Bárbaro, me gustaría hablar de los 12 millones de argentinos que pusieron con su voto a Mauricio Macri en la Presidencia.
Todos los días me encuentro con gente que nos votó y no la está pasando bien. Pero nunca me plantean que les da vergüenza: me plantean una combinación de angustia y esperanza. Angustia por el camino difícil que nos toca transitar. Nosotros lo reconocemos, jamás lo negamos: este es un momento difícil, en el que no existen atajos.
Pero al mismo tiempo, junto a esa angustia y dolor por el camino difícil que nos toca transitar, también me siguen manifestando esperanza, la misma que los llevó a votar un cambio. Esta circunstancia se verifica además en otra realidad: aquellos que hoy están pasan momentos difíciles no se sienten representados por otras expresiones políticas.
Hay angustia, hay apretar los dientes, y lo entendemos, lo comprendemos y trabajamos día a día para mejorar esa situación. Sabemos a dónde queremos ir, y estamos yendo juntos.
Como intendente, camino la calle todos los días: a mí no me la necesitan contar, no necesito una encuesta. Y por eso hacemos cosas. El gobierno de Cambiemos ha tomados muchas decisiones para favorecer a los pequeños y medianos empresarios y comerciantes -como la aprobación de la ley para Pymes- y a los que menos tienen. Y yo también estoy haciendo cosas: en el segundo semestre las pymes no van a pagar la tasa de actividad en Vicente López, porque entendemos que es un momento difícil.
Es cierto que atravesamos tiempos difíciles. Pero aun así, nunca me pasó que alguien que viniera y me dijera: siento vergüenza. No. Y probablemente esto sea porque venimos de gobiernos que sí daban vergüenza: otra vez, daban vergüenza los bolsos, los robos, los saqueos, las promesas incumplidas.
Julio nos acusa de odiar al peronismo y al papa Francisco. Pero no: lo que nosotros odiamos son los años de postergación, los fracasos, los millones de personas con necesidades insatisfechas de todo tipo. Esas son las cosas que odiamos. Y esta no es una discusión de peronismo o antiperonismo, ni siquiera es de partidos políticos: lo que está en discusión es tratar de trabajar juntos, tirando para el mismo lado.
Y esta no es sólo una expresión de deseo: en los últimos años, hemos podido articular políticas con muchos dirigentes del peronismo -y no digo de los que están en Cambiemos, sino gobernadores e intendentes-, con los que logramos gobernar día a día. En Cambiemos no nos interesa ganarle una pulseada al peronismo: nos interesa empezar a recorrer un camino como el que estamos recorriendo, sin chicanas, sin atajos, sin mentiras, que nos lleve a un país mejor. Ese camino es duro y es difícil, pero estamos convencidos de que la verdad siempre es mejor.
En Cambiemos no hay odios ni al peronismo, ni al Papa ni a la Iglesia: trabajamos con ellos todos los días. Mauricio, la gobernadora María Eugenia, la ministra Carolina Stanley, los intendentes: todos trabajamos con la Iglesia y con las Iglesias para tratar de llegar a los que más les duele. Cuando Julio nos acusa de odiar al Papa y al peronismo, hace un juego simpático y efectista, rimbombante, pero que no tiene nada de verdad.
El Gobierno que lidera Mauricio Macri, que María Eugenia representa en la Provincia y que me toca expresar en Vicente López ha encontrado siempre acuerdos en los temas importantes y relevantes. Salvo algunos pocos temas en los que ha habido discusión profunda político-partidaria, hemos trabajado con todos los sectores y hemos aprobado leyes centrales sin tener mayorías. Eso no se logra sin diálogo. Desde el plan Belgrano en el Norte hasta los puertos del sur, no se puede hacer obras en rutas en todo el país o mejorar los hospitales en distintos municipios o hacer obras hídricas como las que le están mejorando la vida a los bonaerenses si no se habla con todos. Porque cada una de esas obras ocurre en distritos distintos, muchos que no gobernamos.
Miremos los gobiernos que hicimos: hoy la Ciudad tiene mejor educación que antes, mejores hospitales, mejor transporte público. En Vicente López pasa lo mismo. La Provincia está recorriendo el mismo camino. No hay privatizaciones, no hay concentración económica -algo que, por cierto, se generó en gobiernos en los que Julio Bárbaro participó-.
Lo que hay hoy es un Estado presente.
Lo que lo traiciona a Julio es su vergüenza de haber integrado aquellos gobierno, lo hace correr el eje. Quienes han sido parte de gobiernos peronistas, como Julio Bárbaro, extrañan no ejercer el poder. Se sienten afuera y eso les duele.
Pero la gente decidió otra cosa: dialogamos y buscamos consensos, lo que no quiere decir que hagamos todo lo que ellos quieren, porque si no volveríamos a los mismos lugares y fracasos donde nos trajeron durante 25 o 30 años.
Fuente: Infobae