Macri cerró el frente interno y todo Cambiemos quedó atado a la suerte de las nuevas medidas económicas

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El texto de ocho carillas difundido por el Gobierno para anunciar sus nuevas medidas frente a la crisis incluyó un par de renglones políticos muy expresivos. Destaca que las decisiones son fruto de acuerdos que involucran entre sus actores a los «referentes principales de Cambiemos». Un dirigente radical que participó en estos días de intensas conversaciones internas dice que varias medidas surgieron de esos «aportes». En otras palabras, los efectos del paquete presentado ayer comprometen el golpeado capital de Mauricio Macri y también a todos los integrantes del oficialismo.

Las primeras evaluaciones que se hacían anoche en medios oficialistas se basaban naturalmente en percepciones políticas y personales. Las consideraciones sobre el impacto social deberán esperar no menos de una semana, para tener una pista inicial en los sondeos y otros estudios de opinión. «Un acto de realismo», era una de las frases que sintetizaba el sentido común, con demoras, frente a la persistente crisis y sus efectos altamente desgastantes. Ese realismo era descripto por una fuente del Gobierno como la necesidad de dar algunas respuestas concretas, «complementarias» de las decisiones tomadas en el terreno fiscal y monetario.

Parece claro que para el Presidente y parte de su gabinete es un camino difícil de asumir, al menos incómodo. En su mensaje, extraño y sorpresivo incluso para algunos funcionarios, fueron varias las referencias a generar un «alivio» social, una medida de «corto plazo» hasta que logre afirmarse la política económica adoptada de manera tajante una vez dado de baja, también por efecto de la crisis, el gradualismo. Los anuncios de ayer agregarían entonces elementos «heterodoxos», si se quiere, que replantean señales sobre el propio lugar del Estado. «Hubo más necesidad que convicción», describe otro referente radical.

Eso es lo que exhibe el paquete de medidas. Queda por conocerse más allá del enunciado el alcance de la norma –un decreto, seguramente de Necesidad y Urgencia- sobre lealtad comercial y defensa del consumidor. Ese es precisamente un terreno en el que fueron cedidos espacios, al punto de una virtual inoperancia, y ahora el Gobierno parece decidido a desandar el camino. No es un dato menor y habrá que ver la dimensión de tal recuperación de facultades estatales.

La primera prueba para los anuncios será, en términos prácticos y también políticos, el grado de credibilidad y de recreación de expectativas que generan. Son medidas disímiles y la primera de ellas se anticipó un día: el congelamiento de la banda de flotación del dólar.

El paquete explicado por tres ministros incluye puntos de aplicación efectiva por parte del Gobierno, aunque involucra a otros actores, por supuesto: la suspensión de aumentos de tarifas por lo que resta del año, los descuentos y créditos para el amplio universo de beneficiarios de la ANSES y las medidas para las Pymes. Más complejo, por el grado de compromiso de las empresas y la fiscalización, es el rubro de los precios de unos sesenta productos que deberían mantenerse inalterados por seis meses.

El funcionamiento de este conjunto de disposiciones, se ha dicho, podrá verse ya en el corto plazo, días o semanas. Ayer mismo, la Ciudad de Buenos Aires se sumó con la suspensión de un nuevo aumento del subte y no se descarta que medidas del mismo tipo puedan ser agregadas en los otros distritos que maneja Cambiemos.

Por supuesto, en la evaluación interna está claro el peso y origen diferente de ese conjunto. Está claro que no es lo mismo el juego de María Eugenia Vidal y Rodríguez Larreta que el de los radicales Alfredo Cornejo, Gerardo Morales y Gustavo Valdés. Pero en estos días de negociaciones internas, asomaban a veces parecidos los planteos –por lo menos, en trazos gruesos- de los cinco jefes locales del oficialismo. Las elecciones y la caída de imagen presidencial generan necesidades similares de recreación de expectativas. No es diferente a lo que se venía escuchando en las conversaciones con intendentes, especialmente de Buenos Aires.

La idea de que se está cerrando la etapa de mayor tensión en el frente interno asoma ahora como percepción compartida entre los socios de Cambiemos. Eso, por supuesto, nunca en política como realidad inamovible. Si hacía falta, en Gobierno dejaban trascender además que Elisa Carrió había estado al tanto de las decisiones. Después de Semana Santa, Carrió se metería directamente en la campaña de un puñado de distritos, empezando por Córdoba junto a Mario Negri.

Los radicales más comprometidos con el sostenimiento de Cambiemos también necesitaban señales de acciones del Gobierno frente a la crisis. No sólo los gobernadores participaron de las tratativas: también lo hicieron figuras de menor exposición pública. Hacia fines del mes que viene, debería reunirse la Convención partidaria. Esperan llegar con más oxígeno externo para aliviar el debate, aunque no correría riesgo la actual política de alianzas. Salvo, por supuesto, un desmadre.

El oficialismo en general giró hacia expectativas mesuradas. En tren de lecturas realistas, aparece la aceptación de plantearse objetivos muy concretos y desterrar pronósticos sonoros sobre recuperación económica. Son puntos elementales si se quiere: ir controlando el dólar, moderar la inflación, frenar la caída del consumo. Y son a la vez la señal más clara de la gravedad de la crisis. Las mejores señales dependen de esos puntos básicos.

Es lo mismo que se espera en materia electoral. Abril y mayo deberían exhibir un camino de mejora o distensión, para llegar a junio mejor armados, según se evalúa en el oficialismo. Junio aparece en todo sentido como un mes decisivo: vencen los plazos para anotar frentes electorales y unos días después, candidatos. Y además se sucederán once elecciones provinciales. Un calendario económico y político apretado y complejo.

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