Alberto Fernández está contrariado por los cacerolazos en contra de los arrestos domiciliarios a los peores presos de la Argentina y en Olivos juran que se trató de una protesta empujada por la oposición que rompió el pacto tácito de apoyar al Presidente hasta que termine la crisis sanitaria, social y económica causada por la pandemia del coronavirus.
En la intimidad de la quinta presidencial se cuestiona a Juntos por el Cambio y se señala su presunta vinculación con los fuertes cacerolazos que se escucharon anoche en las principales ciudades del país. Pero también se critica a los diputados, senadores, intendentes, ministros, secretarios de estado y gobernadores oficialistas que no aparecieron en los medios de comunicación asegurando que Alberto Fernández siempre estuvo al margen de la suelta de presos comunes con la excusa de la amenaza del COVID19.
Solo la ministra de Justicia, Marcela Losardo, apareció en escena después de la ola de cacerolazos. Y Losardo, además de ocupar la cartera de Justicia, es amiga personal del Presidente. Una dato significativo que permite explicar -al margen de las razones políticas- por qué puso la cara en medios de comunicación.
En este contexto, Alberto Fernández ya asumió que su relación política con Juntos por el Cambio sufre la fatiga de la cuarentena, pero aún desea avanzar hacia una nueva fase del confinamiento con el apoyo de la principal fuerza opositora.
Las cifras oficiales de contagiados y muertos, los testeos rápidos en las terminales de Once, Retiro y Constitución, las progresiones matemáticas que se hacen en el Ministerio de Salud y los chats informales que cruzan Alberto Fernández y su comité de expertos, permiten asumir -hasta hoy- que la curva del coronavirus seguirá aplacada hasta que el 10 de mayo concluya la fase IV de la cuarentena obligatoria.
El Presidente no tiene intenciones de causar falsas expectativas, pero la cuarentena obligatoria puede derivar a optativa si la duplicación de casos es en cámara lenta, el comité avala esa decisión política y la oposición acompaña sin fisuras.
El concepto de cuarentena optativa implica que Alberto Fernández y los líderes de la oposición apelarían a “la conciencia social” para permitir que se pueda salir a la calle, hacer deportes al aire libre o sentarse en el banco de una plaza.
Y si a los catorce días -25 de mayo- la curva al final creció en términos geométricos, los mandatarios provinciales y el jefe de Gobierno porteño tienen que comprometerse a respaldar a Alberto Fernández cuando ordene que la cuarentena regrese de optativa a obligatoria.
Si los principales líderes de Juntos por el Cambio aceptan esta nueva estrategia presidencial, Alberto Fernández deberá decidir qué hará con los grupos de riesgo, las actividades comerciales con fuerte contacto social -espectáculos, restaurantes y bares- y el transporte público.
La decisión científica sobre estos aspectos claves del confinamiento, determinará la amplitud de la cuarentena optativa. La intención es recuperar todos los hábitos cotidianos, pero hacia la búsqueda de ese objetivo ideal, el presidente evalúa métodos que permita usar los colectivos, ir a comer o comprar un par de zapatos sin poner en riesgo el esfuerzo de semanas enteras de cuarentena obligatoria.
La caída de Alejandro Vanoli y la crisis en el sistema carcelario impactaron en el humor presidencial y en las relaciones pragmáticas que Alberto Fernández había sellado con la oposición política. Ya no será sencillo para el Presidente tener una foto institucional junto a Gerardo Morales, gobernador de Jujuy, y Horacio Rodríguez Larreta, jefe de Gobierno porteño.
En Olivos ya olfatearon un cambio de paradigma, pero Alberto Fernández aún apuesta a preservar el clima de armonía que encuadró las distintas fases del confinamiento. Una decisión política que estará en jaque perpetuo hasta que se anuncie cómo continuará la batalla contra la pandemia a partir del próximo 10 de mayo.