A cien años de aquel «Coro de la Selva» que hizo vibrar el «Politeama»

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Por Miguel Coria. Especial para LA BANDA DIARIO 

El pasado 18 de marzo cumplió un siglo la epopeya creada y dirigida por el «Patriarca del Folclore» Andrés Chazarreta, por su desembarco en la capital del país en aquel recordado año 1921.

Ese histórico día fue el debut para el público porteño del elenco de músicos, cantores y bailarines de nuestras danzas nativas, todos santiagueños, que Chazarreta había convocado y ensayado desde el comienzo de ese año (1921 ) con el propósito de atravesar la frontera que dividía el gran país con su capital y hacer conocer la música, danzas y cantares de nuestra tierra. 

Esta empresa le valió su consagración nacional e internacional como músico, autor, compositor y recopilador porque fue el primero en realizar el viaje desde el país profundo hacia la gran urbe que mucho no miraba para adentro de la patria.

Fue un éxito aquella presentación.

Su amigo, el genio de la cultura nacional, Ricardo Rojas, en el diario La Nación había escrito «El coro de las Selva y la montaña»: apareció en la escena del Politeama un coro santiagueño dirigido por Chazarreta, al oír aquellas músicas en el Politeama se me humedecieron de emoción los ojos porque me parecia que llegaba ya el día de la promesa, los días de un arte abrevado en los lontanares de nuestro pueblo…» y  entre lo que más destaco Rojas, fue la voz de la cancionista Patrocinio Díaz que llegó a consternar al público presente cuando interpretó una vidala.

Se cumplieron 100 años de ese hecho histórico santiagueño y argentino que puso a Chazarreta en el podio del arte nativo y del movimiento tradicionalista llevando a nuestra provincia como emblema y dándole el valor cultural que hasta ese momento no lo tenía.

La efervescencia causada por esa presentación en el Politeama en plena calle Corrientes de una ciudad que miraba más hacia el mar y menos hacia sus espaldas y el éxito que lo encaminó, incluso, fuera del país hacia Uruguay, fue el arranque de una serie de sucesos que tuvo como consecuencia final el trasplantar en una «selva de cemento» una esencia musical desconocida que había nacido en  el vientre mismo de la tierra Argentina.

Y también debemos recordar  a los excelentes músicos, cantores y bailarines, que desde una provincia se proyectaron y hoy son nombres con mayúsculas de nuestra historia musical nativa.

Ellos también son parte de esa epopeya generada por Chazarreta: Segundo Juárez, Domingo Aguirre, Nicolás Juárez, Santos R. Catan, Patrocinio Diaz, Pedro Jiménez y los célebres bailarines Antonio Salvatierra (Antu Puncu, así llamado por Chazarreta) y doña Narcisa Ledesma (la vieja «Nachi»).

Andrés Chazarreta fue sin duda el primer músico tradicionalista que sin ser académico-tenía algunos estudios de conservatorio- fue el que tuvo contacto directo con las fuentes folclóricas.

Sin su trabajo como recopilador poco se hubiera conocido de las danzas y músicas nacidas en el corazón mismo de la tierra.

Sin siquiera tener una ayuda oficial, Chazarreta recorrió los caminos áridos de nuestro Santiago profundo rescatando esas danzas autenticas y sin su obra divulgadora hoy no tendrían el inmenso valor que poseen.

Por ello este hecho historico ( los primeros 100 años de su presentación en Buenos Aires) es fundamental en la edificación de la idiosincrasia e identidad de nuestro pueblo; nunca hay que olvidar su obra porque estaríamos olvidando la base de nuestra raza musical nativa que es una de las herramientas en la construcción del  «ser santiagueño», ese sentimiento que habita en el corazón de los nacidos en esta provincia cuatro veces centenaria.

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