Treinta personas resultaron heridas, según la Cruz Roja libanesa, y fueron socorridas por ambulancias cerca del Palacio de Justicia, donde los manifestantes exigían la destitución del juez encargado de la investigación de la explosión en el puerto de la ciudad, ocurrida el 4 de agosto de 2020.
En este drama murieron al menos 214 personas, hubo más de 6.000 heridos y numerosos edificios de Beirut acabaron devastados.
Hizbulá y sus aliados creen que el juez está politizando la investigación.
Las emisoras locales mostraron a manifestantes armados y el ejército dijo que había registrado disparos en varias zonas y que había acordonado los lugares para «buscar a las personas que habían disparado y detenerlas».
Las calles de Beirut se vaciaron rápidamente y los libaneses se refugiaron en sus casas, reviviendo momentos vividos en guerras pasadas que pensaban haber olvidado.
En las redes sociales, circulaban videos de estudiantes escondidos bajo sus mesas o echados en el suelo en clase.
El primer ministro Nagib Mikati instó a mantener la calma y criticó los intentos de hundir a Líbano en un ciclo de violencia.
El martes, el juez a cargo de la investigación de la explosión en el puerto de Beirut, Tareq Bitar, lanzó una orden de arresto contra el diputado y exministro de Finanzas, Alí Hasán Khalil, miembro de Amal y aliado de Hizbulá.
Acto seguido se vio obligado a suspender la investigación ya que dos exministros pusieron una denuncia contra él en la justicia, que fue desestimada este jueves, por lo que el magistrado podrá seguir adelante con su trabajo.
Este asunto está a punto de provocar una implosión del recién formado gobierno libanés, después de un año de bloqueo político.
Los manifestantes quemaron retratos del juez y de la embajadora estadounidense en Líbano, Dorothy Shea. Estos cruentos enfrentamientos coinciden con la presencia en Beirut de la número tres del Departamento de Estado norteamericano, Victoria Nuland.
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