Merkel reconoce que Grecia pagó un alto tributo durante la crisis de la deuda

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La canciller alemana saliente, Angela Merkel, cerró hoy su última visita oficial a Atenas, en la que reconoció que la crisis del euro sacudió «con especial dureza» a Grecia, que pagó un alto tributo por su deuda.

Merkel, que está próxima a dejar el poder tras 16 años ininterrumpidos, reiteró que era euro.

Sin embargo, la canciller también dijo que el habría sido menos brutal si Grecia y varios otros Estados de la Unión Europea (UE) hubieran emprendido reformas clave en periodos prósperos.

En una reunión con la presidenta griega, Katerina Sakellaropulu, Merkel, evitó hacer una valoración sobre el protagonismo que tuvo Alemania en esa cuestión y admitió que Grecia se sintió «a menudo sola», aunque destacó que esa experiencia sirvió para un mejor entendimiento entre ambos países.

Considerada como «una de las mujeres más odiadas de Grecia», según llegó a decir el tabloide alemán Bild, la alemana dijo que el momento más difícil de su mandato fue cuando exigió tanto a Grecia».

La crisis griega fue «un periodo de histeria», según el semanario político alemán Der Spiegel, indicando que «Grecia se salvó, pero no la idea europea».

«Creo que todos estamos muy conmocionados por la fragilidad del euro frente a la especulación externa», confesó Merkel.

Las relaciones greco-alemanas «han conocido altibajos, pero se basan en cimientos sólidos», insistió.

En el punto álgido de la crisis en 2012, Merkel fue recibida en Atenas por manifestantes que lucían carteles con la esvástica nazi o caricaturas de ella como si fuera Adolf Hitler.

A partir de 2010, la canciller reclamó al entonces primer ministro, el socialista Yorgos Papandreu, medidas de austeridad para recortar el déficit público.

Desde entonces, entre los griegos se ve a Merkel como la «dama de hierro» de Europa.

Con su entonces ministro de Finanzas, Wolfgang Schauble, Merkel exigió a Atenas dolorosos recortes presupuestarios y fuertes aumentos de impuestos a cambio de tres planes de rescate de más de 300.000 millones de euros (u$s370.000 millones).

Las jubilaciones se recortaron y el salario mínimo mensual cayó a unos 500 euros (u$s585) a la par que se ponía en marcha una ola de privatizaciones, especialmente en la salud, cuyos hospitales trabajaban con plantillas escasas y falta de medicamentos y material.

El entonces primer ministro griego, Alexis Tsipras, quiso romper los acuerdos e invitó a Merkel a irse a casa. Grecia estaba amenazada con ser excluida de la zona euro aunque, finalmente, cedió a la presión de sus acreedores y aceptó nuevas medidas de austeridad.

En un artículo del semanario alemán Die Zeit el mes pasado, Tsipras dijo que la «honestidad» había «fortalecido el clima de confianza» entre el Canciller y él, a pesar de sus diferencias políticas.

Ese recuerdo todavía causa mella en la imagen de Merkel. Un sondeo de Pew Research en 16 países indicaron que solo un 30% de los griegos le guardan estima, contra una media del 77% en las otras naciones consultadas.

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