Alberto Fernández despliega una agenda internacional que sorprende a Estados Unidos y Europa y permitió al gobierno peronista enfrentar a los fondos de inversión que viajaron hasta Buenos Aires para encontrar indicios de la oferta argentina y regresaron a New York irritados con Martín Guzmán que evitó definiciones concluyentes esgrimiendo su tono académico de Columbia y una sonrisa intermitente estilo jugador de poker.
-Si usted no dice cuántos millones de dólares tiene este año para pagar los vencimientos, nosotros nos acomodamos…-, propuso el líder de un fondo de inversión que se entrevistó con Guzmán en el Ministerio de Economía.
Ese dato es básico para diseñar la oferta para los bonistas, y su filtración colocaría en una posición de debilidad al estado nacional. Ya no habría negociación, y bastaría con acomodar los fondos públicos a los futuros vencimientos. Sería casi un contrato de adhesión.
-No les voy a dar nada. Esa información es secreta-, replicó Guzmán.
La fortaleza del ministro de Economía frente a los acreedores privados se apalanca en la agenda internacional que ejecuta Alberto Fernández. En su gira europea, el presidente prometió seriedad en la negociación de la deuda externa y propuso un programa de política exterior para América Latina que fue avalado por Emmanuel Macron, Ángela Merkel, Pedro Sánchez y Giuseppe Conte.
Kristalina Georgieva, directora ejecutiva del Fondo Monetario Internacional (FMI), apoyó un comunicado institucional que estaba en sintonía con la mirada presidencial sobre la deuda externa, y Alberto Fernández ya desplegó una iniciativa sobre Venezuela que tiene consenso de Europa y es observada con interés por Donald Trump.
Trump desea que Nicolás Maduro caiga, y no descarta ninguna hipótesis de conflicto. Inició por la diplomacia a través del Grupo de Lima, continuó con la asfixia financiera y hace malabares políticos para mantener la estabilidad de Juan Guaidó, presidente interino de Venezuela. Maduro está respaldado China, Rusia, Cuba e Irán, y pese a la crisis económica, resiste los embates de Washington.
Hasta la asunción de Alberto Fernández no hubo plan alternativo. Mauricio Macri, Ivan Duque y Jair Bolsonaro eran la troika de poder en el Grupo Lima, y sus movimientos se acompasaban con las jugadas que se decidían en la Casa Blanca, la CIA o el Departamento de Estado. Trump ensayó diversas tácticas -con el Grupo Lima o en soledad-, pero nunca alcanzaron para remover al líder populista de Venezuela.
El presidente argentino conversó sobre Maduro con Michael Kozak, subsecretario de Estado para América Latina; Elliott Abrams, asistente especial de Trump para Venezuela, y Mauricio Claver asesor del presidente norteamericano en la Casa Blanca. Y en todos los casos, Alberto Fernández explicó lo mismo: la crisis venezolana se resuelve con una mesa de negociación que no puede excluir a Maduro y su facción política.
Al principio, la iniciativa presidencial fue resistida en Washington. Cristina Fernández de Kirchner aparece junto a Alberto Fernández, juega al lado del régimen cubano, exige al FMI medidas políticas que no puede asumir y coquetea sin disimulo con China y Rusia.
En este contexto, la iniciativa de Alberto Fernández para Venezuela era considerada en DC sólo una maniobra para lograr el apoyo de Occidente a su negociación de la deuda externa.
No creían posible que el presidente se pudiera desmarcar de la política exterior que ejecutó CFK cuando estaba en Balcarce 50. En esos tiempos, Cristina Fernández firmó el Memo con Irán, prohibía la libre circulación de los funcionarios americanos por las oficinas públicas y permitió que su canciller Héctor Timerman forzará una valija diplomática con un alicate personal.
Pero con el correr de las semanas, y por la información reservada que circulaba en canales diplomáticos, Trump, Abrams, Claver y Kozak comprobaron que la propuesta de Alberto Fernández no era un timo para ganar tiempo frente al FMI y los bonistas bajo legislación extranjera. La Casa Blanca apuesta a las gestiones presidenciales -sin olvidar al Grupo de Lima- y ese aval conocido por los fondos de inversión terminan fortaleciendo las negociaciones lideradas por el ministro Guzmán.
El plan presidencial se acerca al Grupo de Contacto que es avalado por España, Francia, Alemania y Francia, tiene puntos de coincidencia con la oposición a Maduro y es apoyado por el líder populista. Esto significa que Alberto Fernández empieza a ocupar un espacio de liderazgo en América Latina que falta armonizar -de alguna manera- con Jair Bolsonaro.
Bolsonaro está plegado a la agenda de Washington, y siempre respetará la toma de decisiones de Trump. Alberto Fernández, en cambio, propone otro punto de vista que lo acerca -paradójicamente- a Estados Unidos, Maduro, el Grupo de Contacto y la oposición venezolana. Como no funcionó la estrategia del Grupo Lima, y Macron y Merkel sostienen que Argentina tiene que actuar balanceando la región, la Casa Blanca monitorea la evolución de la iniciativa Alberto Fernández para Venezuela.
Importantes fondos de inversión -Ashmore, BlackRock, Pimco, Fintech, Gramercy- enfrentaron el alerta del Coronavirus y desembarcaron en Buenos Aires. Fueron recibidos por Guzmán en el Palacio de Hacienda, y ninguna de las partes se movió un centímetro. El ministro cumple instrucciones presidenciales, y no mostrará las cartas de poker hasta que lo decida Alberto Fernández.
Y esa decisión del Presidente está vinculada al informe artículo 4 que debe formalizar el Fondo Monetario Internacional. Con ese informe del FMI, Alberto Fernández y Guzman establecerán las condiciones de la oferta a los bonistas bajo legislación extranjera. Al gobierno le quedan 27 días para cumplir con la agenda prometida, una posibilidad que por ahora aparece alejada. Aún no se firmaron los contratos con los bancos colocadores -BOFA y HSBC-, y la misión técnica del Fondo todavía está revisando los números de la economía nacional.
Estados Unidos respalda la negociación de la Argentina ante los fondos de inversión. Pero si los días pasan, las posiciones pueden ir del centro a los extremos, tanto en Wall Street como en el Frente de Todos. Alberto Fernández aún tiene contenida al ala izquierdista de su coalición política que considera al default como la solución frente a los bonistas internacionales. Y los operadores en Manhattan pueden optar por el default selectivo, si Guzmán extrema su cautela y esconde las cartas más allá de lo indispensable.
Mientras tanto, la información tributaria de febrero muestra que la recaudación real del IVA local se cayó un 22,6 por ciento, que el Coronavirus afectará las exportaciones y que la economía está en standby hasta que cierre la negociación con los acreedores privados.
Tres variables que pueden condicionar la estrategia de Guzmán y beneficiar a los bonistas privados que anoche se fueron de Buenos Aires desconcertados y con mal humor.