Argentina-Brasil: Sampaoli debutó con un triunfo en la selección con gol de Gabriel Mercado

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Empezar un nuevo camino con un triunfo ante Brasilpuede resultar estimulante: un buen punto de partida. Aunque sea en un amistoso al otro lado del mundo, en un ambiente extraño dominado por espectadores que festejan efusivamente cosas que pasan en la tribuna mientras ahí abajo corre Lionel Messi. El problema será comenzar por el resultado, decorado por un gol de Gabriel Mercado, porque lo que quedó claro en el Melbourne Cricket Ground es que la Argentina necesita tiempo para traducir en un rendimiento sostenido y confiable lo que parte del pizarrón de Jorge Sampaoli. Tiempo, justo lo que escasea.

No se puede hacer florecer una idea con cuatro entrenamientos. Sí, en todo caso, implantar la semilla y empezar a regar. En un estadio colosal, tan grande como la historia de uno de los mayores (¿o el mayor?) clásicos del mundo, la selección argentina intentó desplegar los primeros brotes del cambio de estilo que propone Jorge Sampaoli, su nuevo entrenador. Incluso tal vez ni siquiera se trate de un giro de identidad, sino más de la implantación de una, después de los volantazos sin sentido que se observaron en la brevísima era Bauza.

El rival de este viernes agigantaba el desafío: hacer pruebas contra Brasil es como escribir un cuento delante del profesor, y resulta que el profesor es Borges. Consciente de ese peligro, el DT planeó establecer ya en su primer partido una propuesta de ataque sostenido, posesión, presión alta y mucha movilidad. «¡Tenemos que viajar juntos!», había abierto su manual a los gritos durante las prácticas de la semana.

Conviene mirar más el cómo que el cuánto del resultado. ¿Cómo responden los defensores a la necesidad de ampliar su radio de acción porque ahora la selección parte con una línea de tres atrás cuando está en ataque? ¿Cómo se conectan Messi y Dybala, la sociedad creativa que quiere potenciar el técnico? ¿Cómo se las arregla Di María para ser atacante y también defensor? ¿Cómo se organiza la salida desde el propio Romero si la propuesta incluye cuidar la posesión hasta las últimas consecuencias? ¿Cómo se acomoda Higuaín, obligado a no tentarse con retroceder para fijar a los centrales? ¿Cómo se ajusta la idea ofensiva cuando el que tiene la pelota, como en todo el segundo tiempo, es el rival?

No hay respuestas tajantes, apenas bosquejos. Porque el equipo ofreció algunas pistas de lo que quiere Sampaoli, sobre todo en el primer tiempo. El partido comenzó con un pique de Messi hasta el arquero rival para presionar la salida que dio un primer indicio: si el capitán se compromete a presionar, será que la intención del técnico caló en los jugadores. Hubo, en ese tramo, un equipo ancho con el debutante José Luis Gómez (tímido, el costó encontrar el juego) y Ángel Di María, obligados por el sistema a recorrer toda la banda. Hubo también convencimiento para mover la pelota sin dividir la posesión con pelotazos, como en una jugada que inició Romero y terminó, tres pases después, con un tiro en el palo de Di María.

Pero también hubo dificultades para cubrir espacios hacia adelante de parte de Otamendi y Maidana, demasiado lentos para contener los desmarques de Gabriel Jesús, el mejor de Brasil. Y, sobre todo, una ostensible pérdida del control del juego en la segunda mitad, cuando el equipo de Tite dio un paso al frente en la posición y dominó. No empató porque el palo se lo negó dos veces y por alguna falla en la definición. Sampaoli cambió de esquema tres veces: primero pasó a defender con cuatro cuando entró Tagliafico por Gómez y después plantó un triple 5 con el ingreso de Guido Rodríguez. Ninguno de los movimientos le quitó el mando a Brasil, dueño de del juego hasta el final. Messi, en modo pasivo, se implicó desde la lucha mucho más que desde el aspecto creativo. Consecuencias de jugar un partido en medio de las vacaciones.

Es verdad que tantos cambios desnaturalizó todo, y también que al final, aunque no haya sufrido tanto, la selección se aferró al 1-0 como quien quiere aferrarse a luz para salir del pozo. Una anécdota, al final, que se agotará rápido. Porque lo verdaderamente importante apenas está naciendo. Como esas flores que se plantan fuera de época: ¿quién sabe qué pasará con ellas?

Fuente: la nación

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