El Atelier Cultural, donde se respira sólo arte bandeño

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Foto Jorge Emir Llugdar

Atelier Cultural El Atelier Cultural nació a principios del año 1979 con el Taller particular del plástico bandeño Angel Emilio “Lito” Garay, en un local de la Sociedad Cosmopolita sobre la calle Rivadavia. Este era visitado asiduamente no solo por artistas plásticos sino por toda la gente relacionada con la cultura en general. Dadas estas características y con la intención de organizar encuentros multi-artísticos, el local fue inaugurado formalmente una fría noche de julio de ese año con una gran velada a la que concurrieron exponentes de la plástica, la música, la danza, las letras, el teatro. Entre las figuras presentes, cabe mencionar, a Franklin Pon¬ce, Michi Aparicio, Rafael Touriño Cantos, Alfonso Nassif, Felipe Rojas, Adela Llugdar, Nelly Orieta, Vichi Castiñeira, Carlos Carabajal, Eduardo González Navarro, Raúl Dargoltz, María Ofelia Giovanardi, Velba Barrionuevo y el director de Cultura de esa época Salvador Ciappino. Al poco tiempo se formó una comisión presidida por Garay, y así surgió “El Atelier Cultural” anexo de la Sociedad Cosmopolita que en ese entonces estaba presidida por Domingo Juárez. A partir de allí una intensa actividad cultural hizo del Atelier una de las más importantes Organizaciones no gubernamentales de la Provincia. En la Capital los protagonistas de la cultura se nucleaban en “Mi Teatro”, Collegium Artis”, “Quichariy Puncu”, Cine Club Candilejas, con los cuales el Atelier programó actividades conjuntas. Lo que distinguía al Atelier era que trataba de abarcar la mayor cantidad posible de disciplina artística y la amplia gama de actividades que posibilitarán su promoción, mientras que las otras entidades orientaban su accionar a una rama específica del arte. Completamente alejada de la política partidaria, la entidad supo mantener su independencia sin identificarse con ningún sector político durante toda su trayectoria, pero sí supo desde el principio que su política cultural a desarrollar debía estar aleja¬da de los moldes establecidos por la concepción burguesa de la cultura, que reducía el término solo al arte y a la realización de actos frívolos y solemnes en direcciones de Cultura y bibliotecas. De esta concepción elitista y mesiánica se desprenden los conceptos de que “la cultura se da”, “a la cultura se accede”, o “la cultura al alcance de todos”, como si esta fuera una bondadosa concesión de una minoría iluminada al pueblo ignorante, o como si fuera una pirámide a la cual hay que ascender para llegar a ser una persona “culta”. Esta idea victoriosa, hegemonizada por una clase social determinada, esconde tras el disfraz de un acto de donación, la imposición del uno sobre del otro. El Atelier enseñó que la cultura no tenía porqué ser aburrida y que se puede trabajar por ella desde cualquier lugar desde donde se defienda la alegría, con la idea clara de inclusión social bajo el conocido lema de “Arte con la gente y no para la gente”. Cuando esta nueva concepción fue impuesta, nuevos espacios pudieron ser inauguradas en Santiago, porque la puerta principal había sido abierta. La democracia estaba en marcha con nuevos canales de expresión y participación que Peteco, Jacinto y Juan incorporaban masivamente al mundo de los adultos. El Atelier por entonces ya se había independizado de la Sociedad Cosmopolita, estaba presidido por Aída Isacc de Castiñeira y había perdido a dos de sus fundadores: Velba Barrionuevo y Vichi Castiñeira. Luego la institución se instaló por un tiempo en la sede del club Tiro Federal donde desarrolló importantes espectáculos (recitales de rock, peñas y festivales) hasta que en el año 1995, durante la intendencia de Eduardo Ruiz, fue de¬clarada “Entidad de bien público” y sin fines de lucro por decreto Municipal y consiguió el sueño del local propio en predios de la estación Ferroviaria. Ya instalados en 1996, los integrantes del Atelier pudieron realizar varios proyectos como la primera colonia de vaca¬ciones para niños con actividades netamente artísticas (“Vacaciones con el Arte”), el retorno del corso infantil a la ciudad denominado “El corso de los locos bajitos”, talleres artísticos, “La fiesta de los niños silvestres”, y un sin fin de eventos culturales. Para ese entonces el Atelier ya contaba con un elenco esta¬ble de teatro: “La sociedad de los actores sueltos”, que produjo dos innovaciones en el plano estético de los espectáculos artísticos. Ellas fueron, la incorporación del teatro-danza y el performance en la apertura del festival de La Salamanca y la estética del Body Art (pintura corporal), que hasta el momento no había sido cultivado por ninguna otra compañía. Este elenco presentó obras teatrales emblemáticas para la ciudad, como “El último tren” y “La película de La Banda” (de¬claradas de interés municipal). Adelantándose a hablar del tema de los desaparecidos “El jardín de la memoria” en épocas en que nadie se animaba, y otras piezas de hondo contenido humano y filosófico representados con una poética particular. Cabe indicar, que otra de las propuestas nacidas del seno mismo del Atelier fue “La Banda, la muestra… Teatro”, un encuentro de teatreros de distintas provincias que durante varias jornadas presentaron obras de distintos géneros y estilos, para todo tipo de público. Este espacio tuvo cinco ediciones. Si bien la actividad hoy del Atelier es mucho más acotada que en otros tiempos, debido a la proliferación de espacios alternativos para el arte y la abundante oferta cultural de los organismos oficiales, su escasez de medios y recursos mantienen viva la llama encendida.

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