Boca ya tiene la firma de Guillermo Barros Schelotto

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Recién había terminado su primer superclásico contra River (0-0) como DT de Boca, en el Monumental y Guillermo Barros Schelotto dijo: «De acá a junio va a ser así». La frase pareció tremendista, como si le daba al hincha un mensaje pesimista, justo con casi todo el Grupo 3 de la Copa Libertadores por delante y en el torneo local aún con posibilidades. Pero, en realidad, el Mellizo aclaró que lo que dijo no debió interpretarse en forma negativa, sino en función de los tiempos de trabajo. El y su cuerpo técnico sabían que, salvo el impasse que hubo por la fecha FIFA, hasta la Copa América se iba a jugar domingo, miércoles, domingo. Y, entre tanto compromiso oficial, iban a haber pocos entrenamientos para instalar su idea. Sin embargo, el entrenador cambió mucho más de lo que el calendario le permitió, ya sea desde lo futbolístico como desde la forma de trabajar y el manejo del grupo. Pero si hay algo que hasta aquí definió su trabajo en los 15 partidos que lleva dirigidos es la seriedad en el día a día y los límites a los jugadores, incluso para los referentes.

En las prácticas hay un trato directo con el jugador. Guillermo no anda con vueltas. Si tiene que parar el entrenamiento para decirle a los extremos que «no tiren centros de mierda» para ver si de casualidad «pueden hacer un gol», lo hace. Corrige errores, marca defectos. Los exige. Eso puede molestar a algún que otro futbolista, pero sabe que hoy para jugar se tiene que esforzar, que con los nombres o la experiencia solos no le alcanza. Las primeras dos semanas del Mellizo fueron abiertas a la prensa, aunque tras el receso FIFA sólo se pueden ver los últimos 20 minutos. El Mellizo fue jugador y entendió que alguna corrección en voz alta (y frente a las cámaras) puede generarle fastidio a un dirigido. Pero cuando tiene que darles mensajes, lo da. En la primera práctica tras la derrota con Tigre (2-0) y antes del 1-0 ante Racing por la Libertadores, desplegó a todos (titulares y suplentes) cada uno en su puesto y recorrió cada sector del campo para teorizar sobre conceptos del juego con una pelota bajo el brazo. Marcando desplazamientos y decisiones ante cada circunstancia. Guillermo se había enojado en Victoria porque a los jugadores les había faltado «rebeldía» después del 1-0 de Lucas Janson.

Los límites también incluyen a los referentes. Si hay algo que les tiene que decir a Tevez, Cata Díaz u Orion, lo hace. Antes del último partido con River, el arquero estaba con una lesión pero decía que iba a jugar. Finalmente atajó porque médicamente estaba en condiciones, pero no fue casualidad que el Mellizo concentrara aquella vez a tres arqueros. El DT tiene en claro los roles, los respeta y no permite que nadie le maneje situaciones que tiene que ver con el vestuario o las decisiones futbolísticas.

Dentro de lo futbolístico, es capaz de dar marcha atrás en una creencia. Cuando asumió en Boca estaba convencido de que el N° 5 debía ser Fernando Gago: «Ahí es donde mejor rinde, por eso lo vendieron a Real Madrid». Gago arrancó allí. Pero con el transcurso de los días, entendió que el 5 tapón debía ser Andrés Cubas, con Gago de interior. Y lo sostuvo hasta que se lesionó. Es más, por su ausencia, pretendió luego fichar un refuerzo que nunca llegó.

En la preparación física también es más exigente. No sólo a la hora de pedir, desde lo táctico, más agresividad ofensiva o presión para recuperar la pelota. La filosofía del Mellizo y de su preparador físico, Javier Valdecantos, es contar con todos pero? al cien por ciento. A medias, no. El que siente un dolor, no juega. El que tiene una molestia, no juega. El que pretende estar igual pero no tiene el alta médica, no juega. Pretenden que se entrene con la intensidad con la que se compite. «Si querés tener un equipo duro, hay que entrenar duro», repite y agrega: «No es un capricho. Para jugar tenés que estar al 100% de tus posibilidades porque el equipo necesita el esfuerzo de todos». Por eso se enojó cuando se enteró luego del partido con Lanús que Osvaldo no estaba al ciento por ciento…

En esa exigencia, saben, puede haber esfuerzos físicos al límite y lesiones. Pero antes que todo está el grupo. Y si un soldado cae, entra el compañero, que «siempre tiene que estar preparado para cuando le toque ingresar». Hace una semana, el Cata Díaz reconoció: «Siempre hay cambios en la forma de trabajar de los cuerpos técnicos. Este es más intenso». En las conductas, lo mismo. Tras la roja de Pablo Pérez ante River, volvió a charlar con él, pero dejándole en claro que no se puede hablar siempre. Y Pérez hace dos partidos que se parece al que deslumbró en los comienzos con Arruabarrena. Cuando esa intensidad con la que traba la usa al servicio del equipo, la jugada puede terminar en gol, como el 2-1 de Pavón ante Cerro Porteño.

Desde el juego, propone un dibujo 4-3-3 y se apoya futbolísticamente en el trabajo de los wines Pavón y Carrizo (también pueden ser Palacios y Chávez). «Cómo no me voy a sentir bien como N°9 si tengo dos flechas que van por afuera y me hacen las cosas más fáciles», definió el propio Tevez tras el 3-1 ante Cerro. El Apache no quería ser 9, pero entre el contexto (la lesión de Osvaldo) y los argumentos que les dio el DT lo convencieron. Boca trata de ser protagonista, pero si el contexto es adverso (por una expulsión, como ante River) o el juego necesita un refuerzo defensivo (como el doble 3 de Fabra + Silva ante Cerro), lo hace. El mejor ejemplo de la respuesta que pretenden Guillermo y Gustavo dentro del campo es lo que hace Pavón, desequilibrando con piques, desbordes y centros y también volviendo incluso como lateral derecho para colaborar defensivamente con la idea.

Barros Schelotto trata de no esconder nada. Hoy, los resultados y sobre todo la seriedad con la que afronta su trabajo le dan las llaves de un vestuario que desde adentro puede mandar mensajes de whasap a algunos dirigentes por sentirse demasiado exigidos desde el trabajo y las responsabilidades. Pero esos jugadores no saben que los primeros que avalan la exigencia de Guillermo hacia el plantel son los dirigentes. El Mellizo no hace bromas ni siquiera con los periodistas más cercanos. Quiere un equipo con mentalidad fuerte, con respuestas ante la adversidad. Mantiene la seriedad hasta para comunicarse. Eso es porque entendió desde el primer día que asumió que el momento de Boca no admitía chistes.

Christian Leblebidjian/Cancha Llena

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