Boris Johnson perdió el apoyo de sus ministros claves, el de Salud, Sajid Javid, y el de Finanzas, Rishi Sunak, en lo que pareció ser una acción coordinada para dar un golpe mortal al premier. Le siguieron una decena de otros miembros del gobierno, de menor rango, en una sangría que continuó el miércoles con tres nuevas retiradas, que suman ya 13.
La integridad de Boris Johnson, cuestionada
El secretario de Estado para la infancia y la familia, Will Quince, dimitió afirmando «no tener otra opción» tras haber transmitido en los medios de comunicación informaciones proporcionadas por la oficina de Johnson «que resultaron ser inexactas».
La asistente del secretario de Estado de Transportes, Laura Trott, renunció considerando que la confianza en el gobierno se ha «perdido».
Y el secretario de Estado de Educación, Robin Walker, lamentó al presentar su dimisión que los «grandes logros» del gobierno hayan sido «ensombrecidos por errores y cuestiones de integridad».
Cada vez más debilitado, pero aferrándose al mando de Reino Unido, Boris Johnson comparece por la tarde ante el denominado «comité de enlace«, formado por los presidente de las diferentes comisiones parlamentarias y encargado de examinar el trabajo del gobierno.
Entre ellos figuran algunos de sus más acérrimos detractores en el seno de su Partido Conservador.
Un escándalo sexual, la gota que rebasó el vaso
Las renuncias de Javid y Sunak, dos pesos pesados del ejecutivo y el partido, tuvieron lugar horas después de que Boris Johnson se disculpara por enésima vez, reconociendo que cometió un «error» al haber nombrado en un importante cargo parlamentario a Chris Pincher, responsable conservador que la semana pasada renunció por haber toqueteado, en estado de ebriedad, a dos hombres, uno de ellos diputado.
Tras haber afirmado lo contrario, Downing Street reconoció el martes que el primer ministro había sido informado en 2019 de anteriores acusaciones contra Pincher pero que las había «olvidado».
La renuncia de Sunak, de 42 años y de origen indio, tiene lugar en un contexto económico difícil, con el coste de la vida disparado en el Reino Unido y con acusaciones al ejecutivo de no hacer lo suficiente para ayudar a las familias que no logran llegar a fin de mes.
Desde el denominado «party-gate«, el escándalo por las fiestas organizadas en Downing Street que violaron las reglas anticovid en 2020 y 2021, hasta la irregular financiación de la lujosa reforma de su residencia oficial, pasando por acusaciones de amiguismo y designaciones a dedo, los escándalos no dejan de crecer en Reino Unido en torno a Boris Johnson.
Campeón de las legislativas de diciembre de 2019, cuando logró la más importante mayoría conservadora en décadas gracias a la promesa de realizar el Brexit, el primer ministro cae ahora en picado en las encuestas.
Según los sondeos, una mayoría de británicos lo considera un «mentiroso«.
El primer ministro sobrevivió a principios de junio a un voto de confianza lanzado por los rebeldes del Partido Conservador en un intento de bajarlo del poder.
Apoyado por 211 de sus 359 legisladores, salvó el puesto pero los 148 votos en su contra hicieron patente que el descontento entre sus filas no deja de crecer.
Las normas del partido establecen que este procedimiento no se puede repetir durante lo que resta del año, pero muchos en su seno demandan ya un cambio para volver a intentar una maniobra contra Boris Johnson.
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