Cerca de las cuatro de la tarde de este miércoles la Avenida de Mayo parecía la foto de una ciudad tomada por la guerra. El asfalto humeaba, los tachos de basura ocupaban los carriles por donde normalmente pasan coches. Parecían barricadas abandonadas. Sobre el cordón de la vereda había panes desperdigados y carbones todavía encendidos. Los vendedores habían tenido que abandonar sus puestos a las apuradas.
Alrededor, el suelo estaba forrado de piedras, cartuchos de balas de goma de varios colores y cápsulas de gases lacrimógenos «made in USA». Algunos de los manifestantes (sueltos o nucleados en organizaciones sociales y gremiales o partidos políticos, especialmente de los sectores peronistas y de izquierda) que habían ido a protestar contra el Presupuesto 2019, que se debatía en el Congreso, todavía tosían y se secaban las lágrimas producidas por los ojos irritados por el gas, las ambulancias pasaban de un lado para el otro y los enjambres de motos de la Policía de la Ciudad patrullaban en busca de sospechosos.
Todo eso era consecuencia de lo que se generó cuando no más de 100 personas, de las miles que se habían juntado para protestar, se enfrentaron -al principio vallas de por medio- con la Policía.
Del lado «civil» volaban cascotazos y bombas de estruendo (morteros) contra la fila de agentes que custodiaban el Palacio Legislativo dentro de una especie de corral en un extremo de la plaza. Del otro, los uniformados respondían con proyectiles de goma, agua desde los camiones hidrantes y los temibles gases antidisturbios, que volaban incluso desde las terrazas de los edificios que rodean la plaza y afectaban también a los que protestaban de manera pacífica, lo que provocó estampidas.
Lo que a las 12 del mediodía era una manifestación multitudinaria y, aunque tensa, sin desmanes, cerca de las cuatro de la tarde se había desintegrado.
La gente que estaba del lado de Rivadavia e Yrigoyen corrió hacia la 9 de Julio. Los que estaban sobre Callao desconcentraron hacia Corrientes. Quienes se habían juntado del lado de Entre Ríos, huyeron hacia el sur. Escenas casi idénticas a las de las últimas manifestaciones por la aparición de Santiago Maldonado, el aborto legal, por el presupuesto para la educación pública y contra la reforma previsional.
Benjamina Osuna llegó junto a sus compañeras de la cooperativa textil «8 de marzo», de Máximo Paz. Todas estaban vestidas con el delantal rojo que usan para trabajar. «Vinimos para protestar porque la plata no alcanza. Estamos cansados. No vemos salida. No hay trabajo y está todo muy caro. Esta reducción del presupuesto tiene que ver con eso. Nos aumentaron los insumos importados, las telas, los hilos, las cosas que compramos para trabajar. Aumentó todo lo esencial: la leche, el pan, el gas. ¿Qué tenemos que esperar? La gente no llega ni a la quincena«, comentó.
Entre la multitud había también grupos de docentes de universidades y escuelas públicas, como Ignacio Bocles, de 29 años. «La universidad está desprotegida, nos comieron el salario y tenemos muchos docentes ad honorem. Un presupuesto como el que se va a votar termina de ahogarnos. Los trabajadores de la salud y la educación pública estamos más castigados, aunque nunca estuvimos bien, esto es terrible», comentó este médico porteño.
Protegida por un paraguas rosa, y con un cartel celeste que colgaba de su cuello con la frase «Hoy argentinos vamos a ver a los traidores», Agésima Acosta, catamarqueña de 59 años, caminaba sola por la avenida Rivadavia antes de que volaran las piedras y las balas de goma.
«Vivo a cuatro cuadras y vine por la injusticia de este Gobierno que está en contra de los argentinos. Parece el país de los Simpson. No sé para quién hablan. Yo soy ignorante, tengo hasta cuarto grado, pero me doy cuenta quiénes son», comentó la mujer, empleada de limpieza, quien cerca del mediodía había anticipado lo que se vendría: «Me parece que va a haber incidentes. Salgo a las cuatro de la madrugada a trabajar y vi camiones descargando bolsas de piedras y cascotes».
Un rato después de las palabras pronunciadas por Agésima, todo se desmadró una vez más, como en cada una de las últimas manifestaciones bajo la cúpula del Congreso. La mayoría de los que atacaron a los policías estaban encapuchados. Uno de ellos, incluso, quiso robar un auto estacionado sobre una de las calles laterales a la plaza del Congreso, pero otros manifestantes -sin capuchas- lo frenaron y lo echaron.
Los incidentes (o «represión» según consideraron las organizaciones sociales que participaron de la manifestación) dejaron un saldo de 26 detenidos, la mayoría ciudadanos argentinos, pero también dos venezolanos y una persona de Turquía.
Entre los detenidos hubo periodistas. Ignacio «Nacho» Levy, reconocido editor de La Garganta Poderosa y referente barrial de las villas 21 y Zavaleta, fue aprehendido junto a sus compañeros y colegas Gonzalo Matías Zamudio, Francisco Pandolfi y Lucas Manuel Zunino.
Según contaron integrantes de esa organización a Infobae, los cuatro periodistas fueron detenidos por la Policía de la Ciudad cuando caminaban por Carlos Calvo y la avenida 9 de Julio, a 22 cuadras del Congreso. Un rato más tarde se supo que los habían llevado a la comisaría 43ª de Floresta, por que horas más tarde en la puerta de la seccional se generó una concentración para reclamar su liberación.
Fuentes de la Policía de la Ciudad, además, informaron que ingresaron al Hospital Argerich seis personas con heridas leves y una de ellas con fractura en un brazo, pero el total de manifestantes heridos hasta el cierre de esta crónica era de 13. Había hombres con traumatismos en las piernas, en la cara, con cortes en el cuero cabelludo. También mujeres con crisis nerviosa y hasta hipoglucemia.
La Policía Federal, en tanto, informó que hay cuatro oficiales de la Policía de la Ciudad con traumatismos y cinco agentes de la División Operaciones Urbanas con escoriaciones y politraumatismos. «Con respecto a los vehículos hay 9 motos dañadas, algunas motos pinchadas por miguelitos arrojados en la plaza. Los dos hidrantes con daños, uno con ventanilla rota y pedazos de vidrio le ingresaron en los ojos al conductor y el otro daño en la pala».
Los incidentes y la posterior reacción policial vaciaron los alrededores del Congreso. Aunque cerca de las cinco de la tarde, muchas columnas volvieron a ocupar las avenidas Rivadavia, Yrigoyen y Callao. Algunos diputados -casi todo el bloque de Unidad Ciudadana, algunos del nuevo espacio Red por Argentina y de la izquierda- bajaron a la calle a «solidarizarse con los compañeros».
Como si todo hubiera pasado, aunque la tensión se percibía en el aire, cuatro chicas y un chico estudiantes de arte, tomaban mate. «Vinimos para evitar que se vote el Presupuesto impuesto por el FMI. Estamos en contra y somos estudiantes universitarios. Venimos a defendernos de ese recorte. Creemos que hubo una preparación para que se pudra todo. No lo justifico, pero si el pueblo tiene hambre, ¿qué esperan?», preguntó al aire Rocío González, de 20 años, estudiante de Licenciatura en Actuación.
Fuente: Infobae