Del Cuchi a Los Rojas: un patio de grandes emociones en la quinta luna de Cosquín 2017

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«La música puede ser extremadamente bella y compleja, pero no por eso deja de ser popular», dijo alguna vez dijo el Cuchi Leguizamón y que puede representa un poco el espíritu de lo que se vivió en un gran parte de la quinta luna de este Cosquín 2017, que ya desandó su primera mitad y viene cumpliendo varias de las expectativas planteadas en la previa.

Uno de lo momentos sobre el que se habían depositado muchas miradas era precisamente el homenaje por el centario del Cuchi, que se cumplirá el próximo 29 de septiembre. Y realmente fue un segmento formidable de principio a fin para que el que el festival salde así una deuda histórica con el gran compositor salteño que en vida nunca estuvo sobre el escenario Atahualpa Yupanqui. «¿No te da pica no estar en Cosquín? Nooo, yo ‘toy todas las noches. Siempre alguien canta algo mío», fue el diálogo con el Tata (tal como lo apodaban) que recreó su hijo Luis Leguizamón en la conferencia y que lo pinta de cuerpo entero.

Bajo la notable dirección musical de Popi Spatocco (histórico arreglador de Mercedes Sosa) y gran orquesta, el homenaje transitó por los diferentes climas que ofrecieron las inolvidables obras de Leguizamón interpretadas por dúos de gran calidad. El arranque fue con un gran contrapunto entre Chacho Echenique y Nahuel Pennisi para La Pomeña y la deliciosa versión instrumenal de Zamba para la viuda con el Moro (uno de los hijos del Cuchi que estuve presente) al piano y Franco Luciani en armónica.

«El Cuchi es una zamba que suena en cualquier rincón del país, es paisaje y también es reclamo político», dijo Luciani antes de llamar a Liliana Herrero para la siempre vigente Chacarera del expediente. Luego, la cantora entrerriana invitó a Lorena Astudillo con quien no terminó de encontrarse en la interpretación de Zamba del laurel, en uno de los pocos desacoples que hubo durante los 50 minutos que duró el segmento.

Después de la buena performance de Astudillo junto a Melania Pérez, hizo su aparición Luis Leguizamón, otro de los hijos del Cuchi quien dejó cantó desde el alma junto a la salteña y el Dúo Coplanacu para el himno Maturana. La plaza contemplaba embelezada y la primer participación con las palmas fue para Carnavalito del duende con Los Copla y Bruno Arias, quien junto a La Bruja Salguero entonaron una sensible versión de Zamba del carnaval. El círculo cerró con la riojana invitando a Pennisi para La arenosa. El cierre no pudo ser más emotivo: todos los participantes del homenaje cantando sin micrófonos en el borde del escenario mientras la plaza entera entonaba Balderrama. Inolvidable.

El gran baile de La Callejera

Imborrable también será el recuerdo para La Callejera, que en la apertura de la quinta luna presentaron su espectáculo denominado El Gran baile folklórico, con el que realizan un recorrido por varios de los ritmos y danzas de nuestra música popular. Recreando un patio criollo y presentado por el locutor Marcelo Jara, el grupo en formato orquesta transitó por la chacarera de monte, el rasguido doble, la firmeza, la jota cordobesa, la cueca cuyana, el vals, la chamarrita y encuentra su climax con el paso doble, en el que la plaza vibró de pie.

La sorpresa llegó cuando tras finalizar su aplaudida actuación, fueron nombrados como los nuevos padrinos del poncho coscoíno que en esta edición se sabe está cumpliendo 50 años. El responsable de pasar laa posta fue nada menos que Carlos Pino de Los Trovadores, quien había sido galardonado en la jornada inaugural.

Rojas y las raíces

«Los hermanos sean unidos, porque esa es la ley primera» dijo «Pipulo» Juárez para presentar a Los Rojas, la formación con la que Jorge Rojas volvió al festival tras dos años de ausencia. La plaza, que ya había mejorado mucho su marco superando el 70 de ocupación, explotó de emoción.

Quince minutos después de la medianoche con la banda sonando muy ajustada y un cuadro de baile, comenzó el espectáculo que largó a pura chacarera de monte. «Que lindo es estar de vuelta, querido patio de tierra» cantaron Jorge, Lucio y Alfredo que se ubicaron bien al frente, buscando una plena conexión con su público que festejó cada una de sus intervenciones.

En su esperado retorno, a Jorge se lo vio muy relejado y sin querer tomar el protagonismo, como queriendo mostrar que se trataba de un show bien compartido. De hecho, en varios pasajes se volvía unos pasos para atrás para conectar con sus músicos (Obi Homer y el bajista cordobés «Pepo» Gómez, muy destacados) y darle lugar a sus hermanos.

Recién después de más de media hora de haber arrancado, Jorge tomó la palabra y presentó a su hijo Lautaro, ahora también miembro de la banda, y se mostró agradecido por volver al festival para mostrar esa vuelta a sus raíces que significa el disco Folklore, que fue lanzado por estas horas y en el que remite a esos patios de Marca Borrada, allá en el chaco salteño.

Cuando pasada la una la llovizna se hizo presente, a la plaza pareció no importarle y estalló con el huayno A mi pueblo, del disco anterior del grupo. «Antes a veces bajaba contrariado por algunos errores, pero ahora aprendimos a disfrutar. Hoy le di rienda suelta a mi corazón y me emocioné cuando cantamos las coplas», contó Jorge en la conferencia tras el show sobre uno de los momentos más aplaudidos de la noche.

Camino a la revelación

Es cierto que la plaza comenzó a despoblarse después de la actuación de Los Rojas para encarar el camino hacia alguna peña (por ejemplo El Sol del Sur de Paola Bernal vibraba con la entradora Mery Murúa o las rimas afiladas de Armando Flores), aunque también hay que decir que un nutrido grupo permaneció en sus lugares y pudo apreciar a los Chechelos. El original dúo compuesto por dos chelistas y ganador del Pre Cosquín como grupo instrumental, mostró todo su virtuosismo y desparpajo con geniales intervenciones humorísticas, como cuando después de tocar su Gatito de Tchaikovsky lo presentaron como un tema de los hermanos «sábalos» o cuando expusieron la teoría de que Tchaikovsky no era ruso sino santiagueño.

Luego arremetieron con una notable versión de El cosechero y tras pedir por «la vida y el monte nativo» cerraron con Cueca de los coyas y un gran reconocimiento de la plaza. Y sí, el Cuchi tenía razón. Se puede hacer música de excelencia y también ser popular.

Fuente: vos

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