Divisiones: la masacre profundiza la pelea por la identidad de EE.UU.

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Es la primera frase del último aviso publicitario de Hillary Clinton , un preludio de lo que se escuchará de aquí a noviembre: «Nos enfrentamos a una elección acerca de quiénes somos como nación».

Donald Trump comenzó a usar un nuevo eslogan para su campaña, que generó, cuando menos, inquietud, dentro y fuera del país: «Vamos a poner a Estados Unidos primero».

El presidente Barack Obama , ansioso por impedir que Trump sea su sucesor, le dio todo su respaldo a Hillary, defendió valores demócratas -integración, solidaridad- y anticipó: «Ésos son los valores a prueba en estas elecciones».

Todo eso se dijo antes de la masacre de Orlando . Todo lo que se dijo después del peor tiroteo en la historia del país arraigó una idea unívoca, plasmada en los mensajes de las tres principales figuras políticas del país: en noviembre, además de elegir un nuevo presidente, los norteamericanos optarán por una identidad de país.

«Es un momento existencial en la historia de Estados Unidos», dijo a LA NACION Thomas Mann, politólogo de la Brookings Institution, un centro de estudios de Washington. «La candidatura de Trump cambió por completo el significado de la elección. Ahora se trata de si Estados Unidos estará a la altura de las circunstancias y derrotará decididamente a este candidato odioso, vacío, peligroso e incompetente», sentencia.

Las elecciones, además, llegarán sólo cinco meses después del peor ataque terrorista en el país desde los atentados del 11 de septiembre de 2001.

El tiroteo de Orlando profundizó las divisiones políticas. Obama y Hillary, fieles a una tradición que afianzó George W. Bush, llamaron a la unidad, e intentaron despegar al islam del ataque. Trump profundizó su campaña del miedo: acusó a los musulmanes de ser cómplices del terrorismo, y ató a los inmigrantes y a los refugiados al riesgo de nuevos atentados, además de acusar a Obama y Hillary de debilitar al país. Habló de «ellos» y «nosotros».

Los dos virtuales candidatos -aún deben ser formalmente ungidos en las convenciones partidarias a fines de julio- mostraron un lenguaje y un tono antagónicos. Trump desplegó un mensaje racista, xenófobo, y encolerizó a varios grupos y minorías -mujeres, musulmanes, mexicanos, hispanos, afroamericanos-. Por su parte, Hillary buscó incluir al crisol demográfico del país dentro de su discurso proselitista.

«Las elecciones pueden mirar los valores de un país, y las de noviembre caen en esta categoría. Pasó antes, aunque no de una manera tan exagerada», dijo a LA NACION Julian Zelizer, historiador y profesor de la Universidad de Princeton. «Como Trump es tan extremista, la conversación ahora es diferente», señaló.

Robert Shapiro, profesor de la Universidad de Columbia, opinó que la discusión sobre la identidad del país está atada, además, a «las ansiedades y las incertidumbres» respecto del bienestar económico y la seguridad nacional.

La economía y el terrorismo son los dos principales temas de la campaña, tanto para los demócratas como para los republicanos, según Gallup.

«La respuesta de Trump ha sido atacar a los inmigrantes, la idea de aceptar más refugiados, y ser más agresivo en seguridad nacional y en «ganar» en los acuerdos comerciales, los conflictos y la lucha contra el terrorismo. Hillary se opone a este comportamiento y, sobre todo, al estilo de Trump», señaló a LA NACION Shapiro, que no se sorprendió por la respuesta del magnate a la masacre de Orlando.

Las plataformas reflejan las dos visiones. Hillary quiere darles ciudadanía a los inmigrantes indocumentados; Trump quiere deportarlos y construir un muro en la frontera con México. La ex secretaria de Estado quiere aceptar más refugiados; el magnate quiere negarles el ingreso a todos. Hillary quiere más controles a las armas de fuego y prohibir rifles de asalto; Trump sugirió que las masacres no ocurrirían si más gente tuviera armas para defenderse. Hillary está a favor del aborto y el matrimonio gay; Trump, en contra. La demócrata quiere combatir el cambio climático; el republicano no cree que sea un problema. Ella quiere subir impuestos a los más ricos, y él quiere bajarlos.

Los dos candidatos tienen algo en común: una alta imagen negativa, aunque la de Trump empeoró mucho luego de su respuesta al ataque de Orlando, que fue muy criticada.

Ambos buscarán aprovecharlo con ácidos ataques en la televisión y las redes sociales. Contarán con recursos para hacerlo. Este año, muchos estiman que se gastará más dinero que en la campaña presidencial de 2012, la más cara de la historia: dejó una factura de 7000 millones de dólares, según se calcula a partir de los informes financieros de la Comisión Federal Electoral.

«La campaña por Trump será personal y fea. El racismo y la xenofobia estarán más abiertos que nunca. Hillary hará campaña sobre los riesgos de elegir a Trump y la importancia de asegurar y poner adelante la agenda de Obama», anticipó Mann.

Lejos de entusiasmarse por lo que depararán los próximos meses, el experto concluyó: «El mundo está observando con horror. Yo también».

Rafael Mathus Ruiz/ LA NACION

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