El plan FinEs (Finalización de Estudios), creación del kirchnerismo, es un programa que permite a jóvenes a partir de los 18 años completar o incluso realizar la totalidad del secundario con una modalidad que les facilita el acceso al título.
El plan representa de por sí un drástico aligeramiento en términos de contenidos y carga horaria respecto a la educación formal; pero además, como lo denuncian reiteradamente los propios docentes que lo ejercen, su implementación es absolutamente irregular: los cursos se dictan en «sedes», locales que pueden ir desde una unidad básica hasta un bar, pasando por clubes, centros culturales o casas particulares; sitios donde el control lo ejercen «referentes», eufemismo que con frecuencia oculta a un puntero. Y es que el plan FinEs está extremadamente partidizado; opera como un mecanismo más de clientelismo.
Los casos de agresiones y aprietes a profesores –para que aprueben a todos los alumnos, no pasen faltas o incluso para que bajen línea política- son frecuentes. En esta entrevista, Bernardo Gorosito, profesor de «Comunicación y Medios» y de «Lengua y Literatura» en el plan FinEs de Avellaneda, cuenta las condiciones en las que trabajan y el modo en que lo expulsaron de una de las sedes.
— ¿Qué pasó en la sede del FinEs en la que usted trabajaba? Aclaremos que se trata de un secundario para adultos algo sui generis…
— Es un secundario que más que para adultos es para jóvenes que a partir de los 18 años pueden terminar la escuela secundaria. FinEs es Finalización de Estudios. La idea en su principio era que la gente pudiese terminar la escuela secundaria. La particularidad que tiene FinEs es que por ejemplo personas que pasaron por el último año de polimodal podían pasar directamente al 3er año.
— Al último.
— Al último año, con lo cual en un año terminaban el secundario. Tienen 10 materias por año. Para cada materia son 16 clases de 2 horas…
— En 16 clases dan toda una materia.
— Sí, se puede ampliar en algunos casos a dos clases más. El concepto es que son dos clases de recuperación para que los alumnos que no pudieron en las 16 clases completar o alcanzar el promedio de 7 pudiesen aprobar. La idea es que aprueben.
— La idea es que aprueben todos.
— Exacto. Cuanto menos contenidos se les pueda dar, mejor. Porque en un principio ellos no están acostumbrados a recibir contenido, porque en sus inicios, al ser un plan de gobierno, tenía intención de entregar títulos. Cuatro o cinco años después, se sigue con esta idea. Yo suelo tener muchos inconvenientes en ese aspecto porque doy contenido, me ajusto a la reglamentación. Los alumnos no pueden alcanzar ese contenido porque no tienen las competencias para hacerlo. O sea, no pueden por ejemplo definir cuál es el tema principal en un texto de 10 líneas. Un título de una noticia en un diario te lo pueden entender, pero no la bajada. Otros, por ejemplo, no escriben el nombre de la calle en la que viven de la forma correcta. Una alumna que vivía en la calle Manuel Estévez, escribió Manuel Estebes, con be larga y ese cuando es con ve corta y zeta. Ni siquiera pudo dar cuenta del nombre de la calle en la que vive…
— Que lo habrá visto escrito en algún lado.
— Sí, hasta en su documento. O sea, es una cuestión grave. Con lo cual, cuando aparece un profesor que viene con contenido y desaprueba, es perseguido.
— Hay una presión sobre el docente para que no enseñe. Y que tampoco evalúe.
— Bueno, el tema de la evaluación es un tema tremendo, porque no quieren ser evaluados. Esta semana, sin ir más lejos, me retiraron de tres comisiones porque los alumnos se quejaron. Ellos dicen «el profesor nos maltrata». O: «Nos descalifica por estar dentro del plan FinEs». Es un modo de presión que se arma con determinadas inspectoras y con gente de Desarrollo Social. Desarrollo Social tiene una presencia fuerte en Avellaneda porque es un distrito kirchnerista.
— Claro, porque es un plan en el que tiene más injerencia Desarrollo Social que las autoridades educativas.
— Exactamente.
— Es decir que se maneja como un plan social más.
— Sí, de hecho mi caso surge porque yo iba a tomar examen y los alumnos consideraban que no iban a aprobar conmigo por el tipo de contenido que yo les estaba dando. Me llamaron de esta sede, FinEs funciona en sedes, no en escuelas, y me dijeron «No venga». Pregunté por qué, y la respuesta fue: «el director del lugar no quiere que usted esté acá».
— ¿Qué era esa sede? Porque las sedes FinEs pueden ser unidades básicas, centros culturales, clubes, cualquier lugar.
— Cualquier lugar.
— ¿Esta sede en particular dónde está?
— Esta sede está en Dock Sud. Es un lugar sumamente político, lo llaman CIC, Centro de Integración Comunitaria. Yo fui de todos modos a la sede y ellos me hicieron un acta. La chica que hizo el acta fue alumna mía, aunque conmigo no aprobó; de hecho la tuve que ayudar a redactar el acta. Hablé con la inspectora. Pero en estos casos el ojo está puesto en el docente. «¿Usted implementó las estrategias pedagógicas necesarias?» Y sí, frente a estos casos de alumnos a los que les cuesta poder rescatar un tema principal en 10 líneas, el docente con experiencia sabe que va a ser más complicado, con lo cual va ajustando sus formas. «¿Pero, está seguro?», preguntan. «Y, sí».
— Ahora, todo tiene un límite también. Se puede adecuar el nivel, pero hasta un punto porque finalmente es gente que aspira a un título secundario.
— Sí, los alumnos van a buscar un título. Van a buscar un papel. No les interesa aprender en la gran mayoría de los casos, no digo en todos, de hecho hay casos de gente que va realmente a aprender. Y aprenden. En esas 16 clases, leen las propuestas que uno les das y empiezan a ver avances y dicen: «Profesor, yo hace 2 meses no podía leer así. En cambio hoy sí puedo».
— ¿Qué pasó finalmente en el CIC?
— Al CIC de Dock Sud, yo iba tres días a la semana, lunes, martes y miércoles; lo que conté primero pasó el lunes, el martes vuelvo y viene la inspectora. De hecho yo llegué antes que ella, entro al lugar y la referente me dice: «Te dijimos que no tenías que estar acá, que el director dijo que no tenías que dar clases».
— Aclaremos que la «referente» no es una autoridad educativa.
— No.
— Es una especie de puntera.
— Sí, sí, funcionan así, funcionan como punteros políticos. Y reclutan gente, de hecho…
— Reclutan gente a través de un plan educativo.
— Van a bajar línea. El profesor no puede decir nada, ellos en cambio sí. Te pueden poner carteles del kirchnerismo por todas partes, repartir volantes, incluso dentro del aula; de hecho, hace unas semanas, cuando la ex Presidenta tuvo que ir a Comodoro Py, bajaron la llave de la luz y a los tres profesores que estábamos dando clases en el lugar nos dijeron: «Profesor, tenemos que irnos porque se cortó la luz». Y al costado de la sede estaban los camiones esperando para subir y llevar a la gente a Comodoro Py para hacer la vigilia.
— Volvamos al CIC.
— El martes, después de decirme que yo no era aceptado en el lugar, la referente me agarra del brazo y me acompaña a la puerta: «Si querés la seguimos, ¿eh?»
— ¿Dijo eso?
— Me dijo eso. Eso es una amenaza. Cuando se lo comento a la inspectora, ésta me dice: «Es una interpretación suya». «No, es una amenaza», le digo. Y su comentario fue: «Bueno, profesor, si usted quiere lo agregamos al acta». Esas son prácticas… Yo tenía un «antecedente» porque no quise aceptar a una alumna que entró en la clase número 5, o sea, que ya había, para decirlo de una manera coloquial, gastado sus faltas. Pero ellos me dicen: «No, el alumno tiene derecho a estudiar». «Pero si la normativa dice que ya quedó libre», repliqué yo. «Es su derecho», repiten.
— O sea, la normativa del FinEs dice que por materia pueden tener 4 faltas, ¿no? Cuatro faltas sobre dieciséis clases.
— Así es.
— Pero en la práctica no se cumple.
— No.
— Tiene derecho a estar y punto.
— Ellos no dan cuenta de que hay derechos y obligaciones, y que por más que haya un derecho también hay límites. Ellos pasan por arriba de esa normativa, pero a cuando a ellos les conviene la normativa sí existe, si no, no.
— En concreto, ¿cuál es ahora su situación?, ¿una especie de suspensión?
— En estas tres comisiones sí. En el resto de mis comisiones yo sigo trabajando normalmente.
— Pero no en la misma sede…
— No, porque no puedo entrar al lugar. En las otras sedes sí. Que como decía, son clubes, son bares… de hecho hay una sede que funciona en un bar.
— En casas particulares también.
— En casas particulares. En las sedes te puede pasar cualquier cosa. Como a Andrés Trigo, que le pegaron, le puede pasar a cualquier otro profesor si el alumno no está de acuerdo con la forma en la que se lo va a calificar. O sea, eso siempre va a depender de la mirada y de la percepción del alumno.
— Recordemos que se trata de adultos.
— Sí, y no es el adulto que quizás asume que va a ir a estudiar, es un adulto que va a buscar una acreditación.
— Los alumnos del plan FinEs reciben además un subsidio por lo general…
— Muchos reciben el plan Progresar. Otros están en un programa que se llama Argentina Trabaja que por ley los obliga a tener el secundario. De modo que hay cierta relación.
— Estos títulos otorgados de esta forma tan sui generis son equivalentes al de cualquier otro colegio secundario.
— Exactamente. Un alumno del Colegio Nacional Buenos Aires va a tener exactamente el mismo título que uno que hace el FinEs.
— Que estudia la mitad del tiempo.
— Sí, y somos generosos diciendo la mitad del tiempo.
— Es una injusticia.
— Es una injusticia, absolutamente. Pero, en el plan FinEs, todos son, y somos, partícipes. El programa no es malo en sí, está mal implementado. Hay profesores que, por ejemplo, dan Biología, Lengua, Comunicación y Medios, Filosofía, Inglés, todo junto, todo la misma persona. ¿Toda esta variedad de materias la puede dar una sola persona? Y hay profesores que dicen: «la materia es hablada», por lo cual no hay marco teórico. Dar la materia no es «me leo un libro, un par de apuntes y ya está». Para dar una materia hay que estar preparado.
— ¿Quién tiene la última palabra en su caso?
—La jefa distrital, que es nueva, apareció con el nuevo gobierno, pero en la práctica hasta ahora no ha cambiado mucho.
— El FinEs sigue funcionando igual.
— Está como maquillado, está «como sí»… Pero en la práctica las sedes siguen siendo las mismas, deplorables, a veces se trabaja con un solo tubo de luz. Hay sedes en las que el pizarrón está apoyado en una silla y cuando escribís se viene el pizarrón encima y hay que dejar de usarlo. Y eso afecta también a los alumnos. Se deben preguntar: ¿en estas condiciones tengo que venir? Es degradante, es degradante para las dos partes. Si uno critica esto, la respuesta es: «Pero usted tiene otra posibilidad, si no le gusta esto, se puede ir». Esa es una respuesta muy común, incluso entre los mismos profesores, que muchas veces son militantes. Y estos militantes, si uno tiene otro perfil, empiezan a generar rumores, hablan con los alumnos, uno va a una clase y una semana está todo bien y otro día los alumnos están con los cuchillos así, porque un profesor en la clase anterior los agitó en contra de uno. Entonces se te van cerrando las posibilidades y vas saliendo, de a poco.