Corrientes es una provincia de escaso peso electoral: representa alrededor del 2,5 por ciento del padrón total del país. Es difícil además asociar el distrito a la idea de una política renovada, y menos aún en la visión duranbarbista. Pero no es eso lo que importa a la hora de las celebraciones.
El triunfo de Cambiemos en la pelea por retener la gobernación correntina –amplio, por más de lo esperado, con el 54% de los votos- acaba de hacerle un aporte considerable a la campaña nacional del oficialismo, que a esta altura sueña con un resultado de alto impacto, tal vez una ola, en apenas dos domingos más.
Los festejos en la capital correntina exhibieron en primera línea a Marcos Peña, Rogelio Frigerio y referentes de la UCR, entre ellos el gobernador jujeño, Gerardo Morales, y el jefe del interbloque de diputados, Mario Negri. En la última semana, el propio Mauricio Macri había vuelto a la provincia para mostrarse con el gobernador Ricardo Colombi y los candidatos del oficialismo. También, el jefe de Gabinete, el ministro del Interior –que asistió al acto de cierre- y otros funcionarios. Hubo euforia anoche: la celebración estuvo a tono con el volumen de la inversión nacional en la campaña local.
Corrientes no es una provincia fácil. Registra la nada virtuosa marca que representan dos intervenciones federales desde la recuperación de la democracia, en 1992 y en 1999. Varias veces se hicieron y deshicieron alianzas, se astillaron los partidos tradicionales locales y nacionales, se consumieron o se extinguieron figuras políticas. Todo, en medio de perdurables prácticas de clientelismo. Tampoco esta vez, la campaña estuvo exenta de denuncias cruzadas de ese tipo.
Pero la apuesta a nivel local no era sencilla por otras razones. En primer lugar, porque se agota el ciclo dominante del actual gobernador, que cumplió tres períodos desde 2001.
Hubo un interregno, entre 2005 y 2009, que estuvo a cargo de su primo Arturo Colombi, pero peleas políticas y familiares, con el kirchnerismo jugando allí más fuerte, se saldaron en apenas cuatro años: Ricardo Colombi volvió a la gobernación. Después, los roces crecientes y abiertos con Cristina Fernández de Kirchner le permitieron perfilarse con algún registro nacional a la hora del ascenso de Cambiemos.
El elegido para la batalla por la sucesión fue el diputado radical Gustavo Valdés. Para darle mayor volumen a la campaña, fue explotada la doble condición de oficialista local y nacional. Colombi tejió una relación con el Presidente muy valorada en la Casa Rosada, y el apoyo desde allí fue amplio, generoso. En el discurso, la ecuación fue sencilla: la provincia había pasado de la desconsideración del gobierno central en la etapa kirchnerista a la atención reparadora en la gestión de Macri.
Pero la competencia por la gobernación no era con un kirchnerista duro, sino con Carlos «Camau» Espínola, un dirigente con fama como deportista, que surfeó en el peronismo como figura nueva, tuvo buenos puentes con Daniel Scioli y para este turno se asoció con Nito Artaza, de origen radical pero de juego singular y enfrentado al gobernador.
Espínola advirtió de entrada la conveniencia de evitar la confrontación con Macri, que según diversas encuestas registra una imagen potente en el distrito. Trató de desenganchar la disputa local de la elección nacional que viene, en espejo con el oficialismo, que no descuidó el componente provincial pero apostó a la nacionalización, en la campaña y para explotar ahora el efecto del resultado.
El frente oficialista ha resuelto tres capítulos de esta larga entrega electoral. En junio, desbancó al peronismo de la intendencia en la ciudad de Corrientes. Anotó allí 50 puntos, cuatro más que una alianza del PJ y otros sectores. El kirchnerismo más duro decidió jugar solo y apenas superó el 3 por ciento. Después llegaron las PASO nacionales, donde la diferencia entre el oficialismo y el peronismo fue más amplia y menos polarizada: 45 a 34.
La batalla por la gobernación volvió a tensar la cuerda. Se ha dicho: estas son horas de festejo. En poco tiempo, Valdés deberá ver cómo resuelve el desafío de heredar la gestión de Colombi, que decidió volver a la legislatura correntina, y cómo se acomoda la relación de poder provincial.
El Gobierno acaba de dar un primer paso -realista, si se quiere- para coronar un objetivo vital, que es asegurar las provincias en manos propias. No parece la hora de hilar fino sobre los modos de concebir y ejercer la política que conviven en el país. Por lo demás, el anticipo electoral puesto en bandeja por Colombi potencia la campaña nacional con un triunfo sonoro. Y eso dice más que el peso numérico del padrón local.