El 10 de diciembre asumió el gobierno encabezado por Javier Milei, que según anunció en su discurso de asunción vino a resolver alguno de los problemas más graves que afectaron a los argentinos en los últimos años: en primer lugar, la creciente inflación que no dejó de multiplicarse desde fines de 2007 a la fecha.
Es en ese momento donde se producen los primeros indicios de la reaparición de esta enfermedad que llegaba para quedarse. Ya durante el segundo el gobierno de Cristina, desde 2012 a 2015, la Canasta Básica Total (CBT) subió un 165,90% y la Canasta Básica
de Alimentos (CBA) aumentó 160,32%.
A su llegada a la presidencia a fines de 2015, Macri intentó generar una expectativa
positiva respecto a la solución de este cáncer (Macri dixit: “lo solucionamos
rápidamente”). Pero por el contrario se pudo ir constatando rápidamente, que las recetas que fue aplicando su gobierno, lejos de empezar a resolver el problema, lo fueron agravando: en sus cuatro años de mandato la CBT se incrementó 349,87% y la
CBA 310,12%.
Alberto Fernández inició su gobierno con 4,26% de aumento en CBA, y 4,68% en la CBT
en los primeros treinta días, diciembre de 2019. Al término de su presidencia, la suba
total llegó a más de 1000% (más de mil por ciento) en ambas mediciones.
A lo largo de dieciséis años los distintos gobiernos ensayaron estrategias similares: negociaciones con los formadores de precios con la puesta en marcha de programas
de precios de referencia acordados con ellos (precios cuidados, precios cercanos, precios justos y otros parecidos), sin instalar controles reales para el cumplimiento de los “acuerdos”, evadiendo la aplicación de la ley de abastecimiento, y sobre todo, evitando confrontar con ellos. El resultado está a la vista: multiplicación exponencial de todos los precios no regulados, especialmente de los alimentos, que obviamente fueron dejando desfasados los precios regulados: energía, combustibles, transporte, tarifas en general, y sobre todo el valor de la divisa.
En paralelo, un avance generalizado de la concentración en la producción y comercialización de alimentos, que fortalece la capacidad de negociación de los grandes grupos y un debilitamiento manifiesto de las herramientas de control del estado.
Ante el naufragio manifiesto de estas estrategias, que una y otra vez anunciaban “enérgicas” intervenciones del estado que nunca llegaron a producirse, Javier Milei
desarrolla la misma argumentación que instala en todos los frentes en los que disputa contra la presencia del estado.
Según su curioso parecer, los supuestos controles que se instalaron (que en la realidad no fueron tales) no tuvieron ningún efecto, porque cualquier interposición del estado sobre la dinámica del mercado está destinada al fracaso.
Por este camino llega a la conclusión que la liberación total de todo tipo de barreras o vigilancias, va llevar al autocontrol de los monopolios, y a la moderación de los incrementos en los precios de la economía en general, y de los alimentos en particular.
Según esta teoría, los grandes formadores de precios que en estos años fueron adquiriendo cada vez más poder, y que nunca dejaron empujar para aumentar sus ganancias subiendo los precios, ahora que no se les aplica ninguna limitación se van restringir solos, induciendo a una tendencia inflacionaria descendente.
Ahora bien, es difícil ver que una familia en la que el jefe de hogar tiene empleo registrado y cada uno cobra el salario mínimo, hayan podido sostener una inflación del 35% en el último mes. Ni pensar si tienen que deambular detrás de empleos informales, con salarios inferiores al mínimo, situación que padecen una gran parte de los hogares que se encuentran por debajo de la línea de pobreza.
Una vez más se constata que en los barrios populares en los que viven las familias de menores recursos, es donde primero y más fuertemente impactan los incrementos de
precios.
Probablemente en los meses siguientes se produzcan subas de menor magnitud, pero sobre el piso de valores que no bajarán, mientras tanto los salarios y las jubilaciones mínimas, las asignaciones sociales, las remuneraciones de los empleos informales, reciben aumentos -si los reciben- siempre de menor cuantía.
Cabe mencionar que el análisis fue realizado por la directora del ISEPCi Santiago del Estero, Luján Gerez.