El Tribunal Oral Número 5 condenó a Alfredo Astiz, Jorge «El Tigre» Acosta y Ricardo Cavallo a prisión perpetua en el marco del primer juicio por los crímenes cometidos en la Escuela de Mecánica de la Armada, uno de los centros clandestinos de detención más grandes montados durante la última dictadura militar.
Astiz, bajo el seudónimo de Gustavo Niño, se infiltró en el grupo de las madres de desaparecidos en 1977 y marcó a las víctimas: entre ellas -que fueron torturadas en la ESMA y luego arrojadas vivas al mar- figuran la fundadora de Madres de Plaza de Mayo, Azucena Villaflor, y las monjas francesas Léonie Duquet y Alice Domon.
También fueron condenados a prisión perpetua Antonio Pernías, Raúl Scheller, Ernesto Weber, Adolfo Donda, Néstor Savio, Julio César Coronel, Alberto González, Antonio Montes y Jorge Rádice. En tanto, Manuel García Tallada y Juan Carlos Fotea recibieron 25 años de prisión, Carlos Capdevilla, 20, y Juan Antonio Azic, 18.
Pablo García Velazco y Juan Carlos Rolón fueron absueltos, pero seguirán en prisión por estar acusados en otras causas por crímenes de lesa humanidad.
Al cabo de 22 meses de debate y el desfile de más de 250 testigos, el tribunal que integran los jueces Daniel Obligado, Ricardo Farías y Germán Castelli brindó esta noche la audiencia final en el auditorio del subsuelo de los Tribunales federales de Comodoro Py 2002, ubicados en el barrio porteño de Retiro.
En este juicio sólo se juzgaron 85 delitos de privación ilegal de la libertad, tormentos y homicidios cometidos contra Azucena Villaflor, Mary Bianco y Ester de Careaga, del grupo original de Madres de Plaza de Mayo, y contra los activistas que las apoyaban, entre ellos las monjas francesas Alice Domon y Léonie Duquet, así como también el escritor y periodista Rodolfo Walsh.
Se trató del primer tramo de la llamada “megacausa ESMA”, ya que en el Juzgado Federal 12, a cargo de Sergio Torres, se tramitaron –y algunas ya se elevaron a juicio oral– otras 8 causas, entre ellas el despojo de bienes a los prisioneros, la desaparición de la joven sueca Dagmar Hagelin y los “vuelos de la muerte”.
Estos crímenes fueron cometidos hace más de tres décadas, entre 1975 y 1983 y ya fueron denunciados en el histórico Juicio a los Comandantes, de 1985, aunque luego se declararon no punibles por las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, anuladas en 2005, lo que permitió la reanudación de los procesos.
Se estima que por el centro ilegal de concentración y exterminio de la ESMA, hoy convertido en un centro cultural por la memoria, pasaron unos 5.000 detenidos, que en su mayoría continúan desaparecidos.