“Su espíritu quedará por siempre en su querida Escuela Normal”

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Por la profesora Velia Russo 

Al comenzar a escribir sobre la profesora María de las Nieves Salido de Martínez afloraron innumerables recuerdos de tanto tiempo compartido, de una amistad sincera nunca lastimada que se inició cuando cursaba el secundario en nuestra querida Escuela Normal y  que se mantuvo por  más de 50 años.

Se viven tiempos difíciles en educación y se profundiza la problemática en torno a la figura del docente, por eso es importante evocar la figura de esta gran educadora que dejo huellas imborrables en quienes tuvieron el privilegio de haber sido sus alumnos y de quienes compartieron horas de trabajo en el ámbito escolar

Considero que el mejor homenaje que le puedo ofrecer es presentarla con las virtudes que la definen como LA GRAN PROFESORA, sin desconocer su destacado trabajo de escritora e investigadora.

Inicio su carrera docente en la Escuela Normal Dr. José B Gorostiaga, se había graduado con honores como Profesora de Castellano, Literatura y latín era muy joven, apenas unos años mayor que sus alumnos del ciclo superior. En esta primera etapa de su vida docente ya se destacaba en su profesión y sin saberlo también comenzó  a marcar huellas, a despertar vocaciones. Su pequeña figura se agigantaba cuando desde su escritorio iniciaba sus clases con voz armoniosa, pausada y como un cuento muy bien narrado nos sumergía en la vida y obra del escritor, no había prisa en el relato, parecía que nos daba todo el tiempo para imaginar, para asumir el papel de la protagonista, para convertirnos   en la reina o la heroína del cuento.

Su segunda etapa de vida profesional fue en la Escuela Normal Manuel Belgrano y en  la importante  función de Formadora de Formadores. Durante decenas de años preparó a los futuros profesores de Lengua y Literatura desde la cátedra de Literatura española y brindó sólidos  y profundos conocimientos además de su completa biblioteca, con textos únicos de crítica literaria. Fue generosa en prodigar su tiempo, atendía las consultas en su casa, fuera del horario escolar ahora diríamos que hacía “tutoría”.

La tercera etapa de su quehacer docente se desarrolló en un momento de cambio en el contexto político y  educativo: Su ámbito sería su querida Escuela Normal Dr. José B Gorostiaga  por la cual aceptó el desafío de compartir la conducción de la misma con el único propósito de devolver con su trabajo lo mucho que había recibido de ella. Aquí me incluyo, se trataba de un gran reto, reinventarnos  como docentes para desempeñar una función para la cual no se no se nos preparó.

Atesoro dos cartas que me escribió, una cuando iniciamos la gestión y la otra cuando años después tomo la decisión de jubilarse. Son cartas muy personales, pero no resisto la tentación de transcribir algunas líneas textuales para corroborar sus nobles intenciones. He aquí la trascripción de algunos párrafos:

“Cuando me ofrecieron el cargo instintivamente pensé en rechazarlo. Cambiar Juan Ramón o Federico por la prosa gris, no estaba en mis cálculos. Solo me detuvo el profundo amor que sentía por esta escuela”……”Ayudar a quien pudiera transformarla y así devolver un poco de lo que me diera, ese fue mi objetivo en los últimos años de docencia”….”Alejarme cuando se empiezan a cosechar los frutos, no me preocupa….La escuela tiene ahora un equipo idóneo”.

Y así fue, cumplió con creces su objetivo, observadora sagaz recorría aulas, galerías, dialogaba con los alumnos, docentes y padres, intercedía en la resolución de conflictos en un marco de armonía y de respeto. Sin que nos diéramos cuenta  marco un camino que de a poco comenzamos a transitar todos los docentes: el alumno fue el eje de todo trabajo y propósito en la escuela

Fueron años de trabajo intenso y sostenido, siempre acompañadas con un equipo docente increíble. La escuela empezó a destacarse a través de la puesta en marcha de proyectos pedagógicos en todos sus niveles , por decisión del Ministerio de Educación  de La Nación , lo cual implicaba un fuerte compromiso , sobre todo aprender nuevos  marcos pedagógicas que nuestras “colegas epistemólogas” (así decía) generosamente nos brindaban. La escuela se transformó en un espacio intenso no solo por el trabajo sino por el clima que se respiraba .Me permití  hacer esta referencia porque  su presencia, su escucha atenta, sus opiniones y críticas constructivas sin descuidar su trabajo específico marcado por el reglamento, contribuyeron  a que la escuela cumpliera con sus objetivos.

Recuerdo que en una de sus cartas me decía que fue una vice sin despacho” a pesar de mis esfuerzos”, pero era lo que quería, eso le permitía recorrer otros espacios y estar en contacto con los alumnos y docentes diría que media el clima institucional; también se me representan escenas en Rectoría, sentadas frente a frente, en absoluto silencio, solas, papeles de por medio, pensando en que  y como resolver cuestiones, con el tiempo aprendí que el gran Paulo Freire llamaba a esta situación “silencio activo”.

Queda mucho por decir y por contar, anécdotas tristes, situaciones risueñas, historias de vida dolorosas, satisfacciones  personales y profesionales, en fin la vida es una enredada madeja tejida con hilos de todo color y en  su intrincada trama, nuestra querida profesora brilla y se destaca por sus dones personales.

Sé  que se llevó en su corazón la felicidad y el orgullo de haber contribuido a consolidar una institución educativa prestigiosa en su querida Banda y que su espíritu quedará por siempre en su querida Escuela Normal

Una educadora, poeta, escribió estos versos  tan sentidos  que parecen dedicados a su memoria:

“Esta vieja escuela es como yo

Guarda celosamente

Sus secretos en manchas y grietas.

Atrévete a descubrirlas hallaras vida

Oirás mi risa y poder cantar

Canciones dulces como la miel.

Puedo soñar, tengo una inquietud adentro.

Pero mi mente no está rígida.

Pon en marcha todos los relojes

Y oirás el ritmo acompasado de la vida.

 

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