Cómo se imagina el común de la gente la vida del poeta más romántico, quien con sus letras invita a soñar con un amor casi irreal, quien ayuda a brotar las lágrimas desde lo más profundo y a encontrarse con sonrisas cómplices.
Felipe Rojas, fue ese poeta que con sus obras logró enamorar y bien podría decir que en su vida logró encontrar su otra mitad. Su compañera Melcy habla de esa relación de más de 20 años.
«El ser humano necesita estar solo, pero no sentirse solo. La diferencia está en que uno puede estar con muchas personas y no incorporarse a ese grupo, eso es sentirse solo. En cambio, se puede estar solo y sentirse acompañado por los recuerdos, la memoria», esto dice Melcy, mientras en un modular descansa impasible la fotografía de Felipe Rojas, su marido ya fallecido.
Estuvimos casados 20 años; de novios 10 y fuimos amigos desde los 20 años. Recuerdo de Felipe que tenía una chispa, un sentido del humor a flor de piel, pero cuando él estaba en su momento…
Después de su partida, ¿existió el duelo en sus escritos?
No. Escribí un libro, su muerte motivó en mí terminar un libro que en primera instancia nacía como estructurado en dos partes: por un lado las elegías que había escrito para seres que perdí y por otro lado, las llegadas o vivencias de mi historia personal.
Pero después decidí que el libro sea solamente elegías, porque incluí lo que era para él, compilé todo lo que sea ausencias. Primero lo llamé «Elegía húmeda» y decidí llamarlo «La tierra que vive de mi duelo». Ojala pueda publicarlo ahora.
Su rostro, sus palabras, sus manos dan fe que la vida junto al escritor estuvo cargados de emociones, anécdotas, algunas alegres y otras no tanto. Durante la charla nos leyó esta poesía:
«Tenacidad»
Ella dispuso la casa, el mantel y la dulce rebeldía de sus ojos.
En su cuarto de azules y tibiezas, espera
como la bestia espera su comida diaria.
De la ventana, cuelgan las cizañas
y ese viejo nudo en la garganta.
Pero espera con el mate fragante en la cocina
y el calor de las sábanas.
Cada día que pasa, es una herida atroz que la desangra
pero espera, acostumbrada a las paredes necias,
sola, como la vieja mula, con su boca muerta.
Sin dudas, la vida de Melcy Ocampo junto a Felipe Rojas, fue la elección mas acertada de las causalidades de este universo. No podían estos dos seres no haber coincidido en este mundo y dejar una huella, además de sus escritos, en su hijo Felipe; para que seguramente la bellezas de sus letras inunden las poesías y canciones.
«Las ausencias provocan tremendos dolores pero que son importantes tenerlos en la memoria para que no suceda el olvido».
«Elegía para Felipe Rojas»
Ha enmudecido el sol aquí en el norte,
una mano gigante de acero y alfileres
ha llenado de esquirlas nuestra casa
a partido dejando un cerco terrenal a mis ojos,
un grito de leguas ha anudado en mi garganta.
¿En que cielo se enredaron tus párpados?
¿Dónde enfermaron sus versos?
¿Que extraña alegoría envenenó su cuerpo?
Miro la ternura de sus trópicos en mis manos
y lloro recostado en su promesa.
Volveré mañana, cuando no me llores
cuando no me sufras, sin ti el mundo me abandona.
Noches de desesperación arrojas cuando te pienso
y en tu voz se alargan mis tímpanos,
y mi desenfrenada soledad no le alcanza.
Sin embargo ha quedado la luz de sus libros
la música que muerde sus ocasos
y repite su nombre.
Y también ese niño que ha dormido
ansiado de esperas.
Sé que aprenderé la ausencia a golpe
de espantosa pena.
Tiranía que ejerce su retrato.
Haré costumbre la estación del silencio,
hasta que un día una gota de piedad
me estrene por encima de la muerte.
Regresa cada vez que el invierno conmueva
mi descanso, porque Dios ha sido previsor
esta mañana, ha secado sus lágrimas de arcano
con la última hoguera que dejó su canto.
Extracto de la Entrevista Melcy Ocampo, historia de vida y amor
Por MARIA DE LOS ÁNGELES LÓPEZ
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