Emmanuel Macron, el candidato centrista que hace tres meses nadie tomaba en serio, cerró la campaña liderando las encuestas. Según los datos finales de la consultora Ifop-Fiducial para Paris Match, es el único que creció en las últimas horas, alcanzando un 24,5% de intención de voto. Marine Le Pen, líder del Frente Nacional y referente de la derecha radical, se mantiene segunda con 22,5 por ciento. Tercero está el centroderechista François Fillon, de Los Republicanos (LR), con 19,5%, y cuarto el populista de izquierda Jean-Luc Mélenchon, con 18,5 por ciento. Muy lejos, con apenas 7%, aparece el candidato del gobernante Partido Socialista (PS), Benoît Hamon.
La diferencia entre el primero y el cuarto es de sólo seis puntos. Como el margen de error es de 3%, aunque la encuesta fuera totalmente fidedigna, sería estadísticamente posible que Macron baje, Mélenchon suba, y terminen con el mismo porcentaje. Es decir que el final no podría estar más abierto. Considerando que habrá ballotage, ni siquiera se puede predecir con un mínimo de confianza quiénes serán los dos que accederán.
Esta altísima paridad entre propuestas de país tan diferentes se debe a un profundo desencanto con la política tradicional. De hecho, la opción que tiene mayor «intención de voto» es la abstención, que podría alcanzar al 27% del padrón.
«La Quinta República (el régimen político vigente desde 1958) está en crisis. Más allá de las alternancias políticas, muchos franceses consideran que los gobiernos de izquierda y de derecha han aplicado políticas económicas idénticas que no mejoraron la situación del país. Desilusionados o enojados, los ciudadanos están tentados de abstenerse o de votar a candidatos que pretenden subvertir el sistema político, como Le Pen, Macron y Mélenchon. Esto es sin dudas lo que explica los pobres números de Fillon y de Hamon en los sondeos», dijo Christophe Le Digol, profesor de ciencia política en la Universidad de París X Nanterre, consultado por Infobae.
Lo verdaderamente novedoso de estos comicios es el derrumbe de las dos fuerzas de centroizquierda y centroderecha que sostuvieron a la política francesa a lo largo de las últimas décadas: el PS y Los Republicanos (antes llamado UMP).
«La elección de 2017 es inédita. Los candidatos de los dos principales partidos están desacreditados. El socialista, que pertenece al ala izquierda del partido y que fue muy crítico de Hollande, padece la catastrófica performance del presidente saliente. Como resultado, los electores de izquierda le están dando su apoyo a Mélenchon, y los de centroizquierda se van con Macron. El candidato de la derecha tradicional, Fillon, tenía todas las chances de ganar la elección luego de haberse impuesto en las primarias (frente al ex presidente Nicolas Sarkozy) con el 70% de los votos. Pero quedó muy deslegitimado por las revelaciones de empleo ficticio (pagado con dinero público) de su esposa y de sus hijos», dijo a Infobae Frédéric Sawicki, investigador del Centro Europeo de Sociología y Ciencia Política de la Universidad de París I, Panteón Sorbona.
La primera consecuencia de esa caída en desgracia de los dos polos más importantes es una mayor fragmentación del voto: ningún candidato llega siquiera al 25% y están todos muy pegados. La segunda consecuencia es el crecimiento de las alternativas más radicalizadas, como Le Pen y Mélenchon, y apartidarias, como Macron, que creó su propia sello, En Marcha!.
«La política francesa está dividida desde hace tiempo, aunque es un proceso que se ha acentuado en los últimos años por el fracaso de los dos últimos partidos gobernantes (PS y LR). Esto produjo un movimiento, según las encuestas, hacia partidos alternativos y radicalizados. Al mismo tiempo, esta elección tiene otra peculiaridad, el gran espacio vacante que dejaron las primarias en el centro. Ese lugar fue ocupado por Macron», explicó Alain Garrigou, profesor de ciencia política en la Universidad de París X Nanterre, en diálogo con Infobae.
«Ninguno de los contendientes que van a la cabeza despierta un entusiasmo real entre sus seguidores —dijo Sawicki—. El paisaje político francés nunca había estado tan fragmentado alrededor de cuatro polos: una izquierda crítica (representada por Mélenchon y por Hamon), un centro liberal (Macron), una derecha liberal conservadora (Fillon) y una extrema derecha (Le Pen)».
Las elecciones francesas están evidenciando que en el siglo XXI la política dejó de ser binaria. Ya no es tan claro como antes qué es la izquierda y qué es la derecha. No hay dudas de que los cuatro candidatos principales tienen en mente modelos de país muy diferentes. Pero hay paradojas, como las coincidencias que tienen en el manejo de la economía los dos que están en extremos opuestos, Le Pen y Mélenchon.
«Más allá de las personas, cada postulante representa visiones políticas muy diferentes. Le Pen es intervencionista en la economía, pero culturalmente conservadora. Fillon es liberal en la economía y conservador en lo cultural. Macron es económica y culturalmente liberal. Y Mélenchon es intervencionista en la economía y liberal en la cultura», describió Le Digol.
Llevadas al plano del gobierno, estas diferencias se expresarían en políticas públicas muy concretas. Le Pen y Mélenchon creen que la globalización y la Unión Europea (UE) son dos problemas, y que la respuesta es cerrarse, subiendo las barreras comerciales y llevando a Francia a abandonar el bloque regional o a limitar su participación. Muy por el contrario, para Macron muchas de las dificultades del país pasan porque no está lo suficientemente globalizado e integrado a la UE y a la economía mundial. Para los primeros el Estado debe aumentar las regulaciones sobre el mercado porque son insuficientes. Para el segundo, debe reducirlas porque son nocivas. Los diagnósticos, y por ende las respuestas, son opuestas.
Cuando el terreno de discusión se corre de la economía hacia los derechos civiles, se ven choques igualmente fuertes. «Macron y Mélenchon se muestran tolerantes con el islam y favorables a un aumento de los derechos para los homosexuales, pero Fillon y Le Pen sostienen posiciones muy nacionalistas y conservadoras. Lo mismo pasa con la escuela: Fillon y Le Pen quieren restablecer formas pedagógicas tradicionalistas», sostuvo Sawicki.
Independientemente de sus opiniones políticas, en lo que coinciden casi todos los académicos es en que la candidata más disruptiva es la líder del Frente Nacional. Si bien su éxito se debe en parte a su capacidad para moderar algunas de sus posturas, el triunfo de una fuerza política que en sus orígenes (1972) era expresamente xenófoba y racista podría tener un fuerte impacto en el futuro de Francia.
«Es muy posible —dijo Le Digol— que un triunfo de la extrema derecha, por más que sea poco probable en 2017, tenga importantes consecuencias. En la política de recepción de inmigrantes, que ya es de por sí una de las menos generosas, en la relación con la UE, en la cultura».
Lo único que podría evitar que se realicen cambios radicales por derecha o por izquierda es que las fuerzas tradicionales seguirán dominando en el Parlamento. En caso de ganar, tanto Le Pen como Mélenchon estarán condenados a gobernar en minoría, y por las características de sus programas tendrán muchas dificultades para encontrar consenso. El de Macron también sería un gobierno minoritario, aunque quizás tenga mayores probabilidades de conseguir apoyo para algunas de sus iniciativas.