García Cuerva afirmó, «Argentina sangra, y necesitamos sanar heridas»

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El pueblo de Santiago del Estero vivió con júbilo el traspaso de la Sede Primada a esta ciudad, como así también la creación de la Arquidiócesis y la designación del obispo Vicente Bokalic Iglic CM como Arzobispo. La celebración se desarrolló en una colmada Catedral Basílica “Nuestra Señora del Carmen”.

De la celebración Eucarística participaron el gobernador, Gerardo Zamora, el vice gobernador, Carlos Silva Neder, senadores, diputados nacionales; intendentes de todo el territorio santiagueño. En nombre del Gobierno Nacional estuvo presente, el Secretario de Culto y Civilización, Nahuel Sotelo, y el Director de Culto Católico, Agustín Caulo.
La homilía de la celebración estuvo a cargo de Monseñor Jorge García Cuerva, arzobispo de Buenos Aires, y al finalizar la celebración, el nuevo arzobispo Vicente compartió unas palabras.

Además, estuvieron presentes el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), monseñor Oscar Ojea; el Nuncio Apostólico, monseñor Miroslaw Adamczyk; el Cardenal Ángel Rossi, arzobispo de Córdoba y el obispo auxiliar de Santiago del Estero, Enrique Martínez Ossola, entre otros obispos y sacerdotes de todo el país.

En su reflexión, el Arzobispo de Buenos Aires Jorge García Cuerva expresó, “aquí está la Primada en la ciudad, madre de ciudades; en la Iglesia diocesana, madre de diócesis. Porque esta es una reparación histórica y eclesiástica para nuestra Patria; es dar este título de honor a la primera diócesis en territorio argentino, la diócesis del Tucumán, erigida en estas tierras santiagueñas en 1570”.

“Una Iglesia argentina que nace en el corazón profundo de la Nación, entre los ríos Dulce y Salado, entre algarrobos, quebrachos, chañares y mistoles; y que, por caminos polvorientos, y recorriendo montes, llanuras y salinas, se expandió por todo el país anunciando la Buena Noticia del Evangelio a lo largo de los siglos”, añadió.

Por otra parte manifestó, “justamente el Evangelio comienza describiendo a Jesús recorriendo distintas ciudades y regiones. Un Dios que no se queda quieto, un Dios callejero, como Santa Mama Antula, hija de esta Argentina profunda, a quien el Papa Francisco definió como una caminante del Espíritu; que recorrió miles de kilómetros con sus pies descalzos y con un crucifijo para llegar a Buenos Aires en septiembre. Hoy hacemos el camino de vuelta, pero lo queremos recorrer como ella: descalzos y con el crucifijo. Descalzos de prejuicios y de intolerancias, descalzos de rencores y egoísmos, descalzos de miedos y enfrentamientos, descalzos y caminando con respeto y con cuidado porque entramos en tierra sagrada, en esta tierra fecunda que parió la Patria”, sostuvo el arzobispo.

A la vez consignó que como Mama Antula, “queremos renovarnos en el anuncio del amor de Dios a todos los hombres y mujeres, de un Dios que nos ama tanto que entregó la vida por nosotros; por eso es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo”.

“En el evangelio que proclamamos, le presentaron a Jesús un sordomudo. Aunque quizás la mayoría de nosotros no tenga problemas auditivos, dice el dicho que no hay peor sordo que el que no quiere oír. Por eso nosotros queremos hacernos cargo que no nos sabemos escuchar; que, en lugar de oír al otro, lo que nos gusta es escucharnos a nosotros mismos. No sabemos comunicarnos, estamos esperando que el otro termine de hablar para imponer nuestro punto de vista”, manifestó.

“Así como existen los tapones de cera, que para sacarlos la cultura popular recomienda el uso de cucuruchos de papel, también podemos tener tapones ideológicos que nos hacen intolerantes; tapones de soberbia intelectual que nos hacen dueños de la verdad que opinan de todos los temas; tapones del relato, porque nos construimos nuestra propia realidad dando respuestas a preguntas que nadie se hace y diciendo palabras que a nadie le interesa escuchar ni le sirven; los tapones del siempre se hizo así, apagando la creatividad de lo nuevo; los tapones de la nostalgia, creyendo que todo tiempo pasado fue mejor”, expresó.

Ante lo expresado pidió a Dios que nos cure, “de estas sorderas y por no escucharnos, nos gritamos, nos maltratamos, nos lastimamos. Curanos Señor, tocanos con tu infinita misericordia y perdonanos tanta indiferencia e injusticia. Decinos hoy también a nosotros “Efetá”, ábrete; abrinos a las necesidades de los demás, escapando del egoísmo y la cerrazón del corazón. Porque nos hemos quedado sordos y mudos delante del dolor y el sufrimiento de los más pobres y marginados”.

Y acotó, “abrinos el corazón, Señor, porque sabemos que allí está la verdadera sede de la escucha. San Agustín invitaba a acoger las palabras no exteriormente en los oídos, sino espiritualmente en el corazón; por eso decía: “No tengan el corazón en los oídos, sino los
oídos en el corazón”. Y San Francisco de Asís también exhortaba a los hermanos a inclinar el oído al corazón”.

“Curanos Señor, de la sordera que no nos deja escuchar el grito silencioso de los adolescentes y jóvenes esclavizados por la droga, víctimas del narcotráfico, ese gran negocio de los mercaderes de la muerte; que escuchemos el clamor de los enfermos y los abuelos que están solos, y que no les alcanza para sus remedios; curanos de la sordera que nos imposibilita escuchar el dolor de las lágrimas de los hermanos migrantes alejados de su tierra y sus afectos; que también podamos escuchar a tantos niños que en sus ojos tristes denuncian silenciosamente hambre y maltrato. Tanto dolor, tanto sufrimiento que clama al cielo; Argentina nos duele hace años,

Argentina sangra, y necesitamos sanar heridas. Por eso Señor, como a aquel enfermo del evangelio, llévanos aparte, poné tus manos sobre nosotros, curanos con tu delicadeza y ternura. Por favor Señor, danos otra oportunidad!”, expresó con fuerza monseñor García Cueva

Finalmente manifestó, “hoy nosotros como Iglesia argentina, no podemos callar la alegría que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo, a quien reconocemos como el Hijo de Dios encarnado y redentor; por eso queremos renovarnos en la creatividad y la audacia de anunciar a todos su Buena Noticia, porque como dice el Papa: La alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie”.

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