Juan Scrimini

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Juan Scrimini

Lleva en sus venas la sangre y la actividad de esa pléyade de italianos que llegaron a La Banda, cuando ésta no era más que un sencillo villorrio al que dio vida el ferrocarril. Hombres de empresa eran aquellos. Traían en sus pupilas el recuerdo de su patria querida a la vez que el afán de prosperar mediante el trabajo y el ahorro, cualidades inherentes a esa raza de colonizadores heredada por el señor Juan Scrimini y acrecentadas por el espíritu criollo cuando se orienta hacia el trabajo.

Industrial en potencia
Pudo haber sido agricultor, comerciante, industrial, porque para todos había sido siempre que tuviesen un concepto claro de lo que de ellos se esperaba y el decidido propósito de trabajar sin descanso.
Eligió la industria de las bebidas sin alcohol, la bilz y la “chinchibirra”, la soda y la distribución de hielo en verano, que traía de la ciudad capital. Detallar la vida de privaciones y sacrificios de los primeros años equivaldría a hacer la apología de un hombre que no se amilanó ante las dificultades que muchas veces parecieron insalvables. Con elementos primitivos, con maquinarias rudimentarias, adquiridas a costa de muchos esfuerzos, él, su esposa y sus pequeños hijos trabajaron sin descanso, muchas noches, a la luz de las lámparas de querosene, llenando las pocas botellas de bebidas sin alcohol que entonces se consumían en nuestra ciudad.
Amplía sus actividades
El tesón y la constancia de esta actividad tuvieron su premio, como lo logran todos aquellos que dedican su vida a un fin determinado, sin descansar jamás que obtuvo un relativo bienestar que otros les hubiera parecido suficiente para descansar, pero hombre de empresa y de vigor, observó que La Banda necesitaba independizarse de la ciudad capital en lo que respecto al suministro de hielo, materia de primera necesidad en nuestros veranos calcinantes y lo vemos así instalando una fábrica que producía unas ciento diez barras diarias, cantidad insuficiente para el crecimiento siempre constante de nuestra ciudad.
Éxito y sacrificios
Que la fábrica tuvo éxito nadie lo duda, pero ¡qué de sacrificios representa! Basta imaginarse esos días y esas noches de fiestas tradicionales, cuando todos nosotros sentados en torno a la mesa familiar en Navidad, Año Nuevo, Reyes o Carnaval; o bien alrededor de las mesas de las confiterías gustando un helado, una naranjina o cualquier otra bebida helada, para comprender lo que significa renunciar a estos placeres para permanecer junto a las máquinas y a la organización industrial y comercial que nos proporciona todo eso. Más de una vez hemos pensado en ello y al saborear un helado o mitigarnos la sed abrasadora con una de estas botellitas hemos dicho que por todo el dinero del mundo quisiéremos privarnos de este gusto, a la vez que hemos compadecido a quienes, como el señor Juan Scrimini trabajaban a lo mejor diez y ocho horas al día para suministrarnos el preciado producto.
¡600 barras por día!
Con todo, la fábrica de hielo primitiva resultaba insuficiente, como hemos manifestado y en su afán de dotar a nuestra ciudad de una fábrica con capacidad suficiente para independizarnos de la ciudad capital en este sentido, acaba de instalar otra que produce 600 barras de hielo cada 24 horas con lo que consideramos que por mucho tiempo tendremos hielo a discreción en nuestra ciudad.
Representante cervecero
El señor Juan Scrimini es a la vez representante de la cervecería del Norte, miembro de numerosas instituciones deportivas y culturales, forma parte del Centro de Comercio e Industria; fue presidente de la sociedad cooperadora mariano moreno, durante la cual se adquirió el terreno que actualmente donde actualmente funciona, en la que invirtieron 3.000 pesos, y fue presidente del Centro Recreativo. Hombre de inquietudes espirituales contribuye en todo cuanto signifique un adelanto para la ciudad y tiene la virtud de que sus éxitos no modificaron su carácter, siendo ahora como antes, accesible y modesto, lo que ha conquistado numerosas y sinceras amistades entre las que circula la frase con que iniciamos esta crónica: “Don Juan Scrimini es el hombre que refrigera La Banda”.
De una nota sin firma en el número del cincuentario del Liberal, del 3 de noviembre de 1948.

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