El Arzobispo de Santiago del Estero y Cardenal Primado de Argentina, Vicente Bokalic CM junto al obispo auxiliar de Santiago, monseñor Enrique Martínez Ossola y el obispo de la Diócesis de Añatuya, monseñor José Luis Corral SVD, enviaron un mensaje de Pascua de Resurrección. En la oportunidad pidieron a la comunidad «mirar la vida con ojos pascuales para vencer la muerte, las polarizaciones ideológicas, confrontaciones estériles y discursos agresivos».
En el inicio de su mensaje los pastores santiagueños expresaron que en este Año del Jubileo 2025, «somos invitados a ser peregrinos de la esperanza. Queremos acercarnos al misterio del Señor resucitado, como lo hicieron los primeros discípulos y las mujeres en la mañana del domingo de Pascua».
Seguidamente ampliaron, «nuestra mirada de fe va alcanzando poco a poco mayor claridad y profundidad, dejándose transformar por la luz, la verdad y el amor que todo lo vence. La resurrección de Cristo es la victoria definitiva sobre la muerte, es el fundamento de nuestra esperanza, es el corazón del mensaje y vida cristiana».
«Afirmar que Cristo resucitó tiene para nuestra vida consecuencias profundas. Asumimos la realidad desde esta certeza que, a la vez, nos desafía e interpela. Volvemos a abrir el corazón a Dios con confianza, con la seguridad de que nuestra esperanza nunca será defraudada, aunque a veces nos toque atravesar circunstancias marcadas por la dureza y el dolor», añadieron los obispos.
«La esperanza es un regalo de Dios, y es la luz que nos permite seguir adelante, incluso en los momentos más oscuros. Mirar la vida con ojos pascuales es comprometernos para que la fuerza de la resurrección llegue a todos e ilumine todas las situaciones. Es expandir el Evangelio de la vida y de la alegría como sus testigos y portadores de su paz. La resurrección de Cristo da sentido a nuestra vida», argumentaron los pastores católicos.
Reforzaron su idea al afirmar, «no somos huérfanos de esperanza, sino testigos de un amor que vence la muerte y nos hace artesanos de encuentro y comunión en nuestra patria desgarrada y fracturada por polarizaciones ideológicas, confrontaciones estériles y discursos agresivos».
«Sabemos que hay muchos hermanos y hermanas que viven en situaciones de muerte a causa de la pobreza, la injusticia y la explotación. También nos sentimos cercanos a los enfermos, a aquellos que transitan situaciones límites, a los que padecen la cruda soledad, a quienes se les ha descartado y han perdido el sentido y el gusto de vivir. No podemos ser
indiferentes ante el sufrimiento de nuestros hermanos. La Pascua nos impulsa a ser luz en medio de las tinieblas, a no conformarnos con un mundo donde tantos viven en la sombra y en redes de muerte», expresaron.
Más adelante señalaron, «como cristianos, la esperanza nos moviliza a no resignarnos a quedar encerrados en los sepulcros del egoísmo y de la indiferencia. Jesús resucitado nos envía y nos pone en camino para acercarnos a aquellos que aún están como cautivos por estos lazos de muerte, esperando una cercanía fraterna, el alivio de una palabra que anima y levanta, la mano consoladora que cuida y sana heridas con ternura, haciéndoles redescubrir la dignidad que siempre han tenido como hijos de Dios».
Los obispos acotaron, «esta Pascua, no sólo contemplamos a Jesucristo glorioso y resucitado, sino que experimentamos su presencia que nos llena de paz, vitalidad y entusiasmo, superando las tristezas, los miedos y distancias, empapados con la claridad de la mañana de la resurrección. La luz de la Pascua ilumina todo, y nos permite descu brir a Cristo vivo, presente en la cotidianidad de nuestras vidas».
«Así, seguimos descubriendo a Cristo vivo y resucitado en lo cotidiano, y como comunidad, enraizados en esta experiencia del Resucitado, dejémonos llevar por Él y hagámonos disponibles para proseguir su misión, a través de gestos y acciones concretas por los demás, caminando juntos hacia la vida plena y feliz», precisaron.
«Siguiendo el camino del Resucitado, confiamos en que, como María, Madre de la Esperanza, podemos ser portadores de esa luz que alumbra en la oscuridad. Ella, que estuvo al pie de la cruz, también nos muestra el camino de la esperanza que no decepciona. María, llena de fe y de amor, nos acompaña en este peregrinar, abriéndonos a la acción del Espíritu y recordándonos que, en Cristo, siempre hay un nuevo comienzo. María, nuestra Madre, es la mujer de la esperanza, en ella encontramos un refugio seguro y una madre que nos guía para seguir los pasos de su Hijo resucitado», concluyeron.