Madre de capo no se toca: el acuerdo tácito que las mantiene a salvo en la sangrienta guerra narco de México

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El narcotráfico en México ya respeta pocos códigos. Hace tiempo que los grupos hicieron a un lado esa máxima de que los hijos y las esposas eran intocables. Dentro de ese ambiente de barbarie de las pocas reglas que siguen vigentes es que a la madre del enemigo no se le toca.

Y es que dentro de toda la mística del narco mexicano, integrada por su forma de vestir, su música y una serie de símbolos religiosos, la figura de la madre significa protección y un capo sabe que hacerle algo a la madre de otro lo deja casi indefenso porque el rival le cobrara con la misma moneda.

Un ejemplo de lo anterior, dijo a Infobae el escritor Javier Valdez Cárdenas, que ha recibido una serie de premios internacionales por sus libros sobre el tema del narcotráfico, fue el ataque a la casa de Consuelo Loera, la mamá de «El Chapo Guzmán, por parte de un comando armado en junio del año pasado.

«Le dispararon a la casa, destrozaron algunas cosas, pero a ella no le hicieron nada, incluso dejaron que se fuera en una avioneta o un jet, no me acuerdo», expresó.

“Hay que perdonar m’hijo, porque si no, nosotros no vamos a ser perdonados” le ha dicho Consuelo Loera a su hijo, “El Chapo” Guzmán, según contó ella misma en una entrevista
«La figura de la madre representa el único de los valores del narco, es la última figura que sigue siendo intocable, porque en los pactos que había entre los cárteles ya hubo muchas cuarteaduras. Hace unos 20 años, no mataban a los niños y esposas. Ahora ya matan a niños y uno de los últimos espacios que todavía respetan es el de las madres», manifestó.

Alejandro Páez Varela, autor de novelas que tratan, entre otros, los problemas de la frontera entre México y Estado Unidos, dijo a este medio que para los traficantes de drogas la figura de la madre «es especial» porque la mayoría viene de la pobreza y el primer sueño de cualquiera que empiece desde abajo es alcanzar sus ambiciones para sacar adelante a sus familias, principalmente, a sus madres.

El respeto a la madre dentro del mundo criminal es una tradición exportada por las mafias italianas, aseguró la activista y periodista Sara Lovera, quien en 2011 participó en la organización de una serie de foros para analizar cómo el tema de la violencia afectaba a las mujeres, a los que asistieron madres de capos y sicarios de estados como Michoacán y Querétaro.

Según lo que expresaron, afirmó, el sentimiento es que a ellas se les «ha echado la culpa» de alguna forma, por ser quienes los educan, y quienes los ocultan a pesar de saber a qué se dedican.

Pero también, son reconocidas como quienes imponen disciplina ante ciertas conductas.

Cuando se habla de las madres de los capos mexicanos, una de más respetadas, incluso por cárteles rivales, y de las pocas que ha roto el silencio es Consuelo Loera.

En más de una ocasión, la madre de Joaquín «El Chapo» Guzmán, antes del ataque a su casa, en Sinaloa, habló sin tapujos ante las cámaras; primero durante alguna de las varias fugas de su hijo de penales de alta seguridad, para decir que todo mundo sabía donde se encontraba; otra más fue cuando señaló que el gobierno estaba muy enojado con su hijo porque se había ido del penal sin avisarles.

«Yo siempre le digo: m’hijo, hay que perdonar porque si no, nosotros no vamos a ser perdonados», dijo en una de sus últimas entrevistas.

Otra famosa madre del narco en México es Alicia Félix Zazueta, matriarca del clan Arellano Félix, uno los cárteles más poderosos del país entre los ochentas y noventas.

Alicia, prima de otro de los grandes capos de México, Miguel Ángel Félix Gallardo, fue madre de 10 hijos. Fichas confidenciales de la Fiscalía Federal en México, citadas por la revista Proceso en 2001, señalaban que en la familia siempre predominó su matriarcado.

«Es quien toma las decisiones más importantes… la voz de doña Alicia es una orden determinante: sus sugerencias deben ser obedecidas sin objeción alguna tanto por sus 10 hijos como por el personal más cercano al cártel de Tijuana. Es la persona más importante de la organización Arellano Félix y quien influye enormemente en las decisiones de sus hijos», señala la publicación.

Alica Félix Zazueta, la matriarca del clan de los Arellano Félix, uno de los más poderosos de los años 80 y 90.

A pesar de que la organización de sus hijos está extinta, volvió a ser noticia en 2014, cuando le ganó una sonada demanda al Estado mexicano, gracias a la cual recuperó una mansión en Tlajomulco, Jalisco, que había sido asegurada en 1993. La propiedad fue vendida en 12 millones de pesos (USD 923.000). Desde entonces, no se sabe nada de ella.

Otra mamá que salió a la luz pública de manera involuntaria fue la señora María Félix de Almonte, luego de que a través de un video exigiera a su hijo, Raybel Jacobo de Almonte «El Tequilero», líder de una banda del mismo nombre que opera en una zona del peligroso estado de Guerrero, que liberara a un empresario que había secuestrado.

A mediados de diciembre de 2016, «El Tequilero» había secuestrado a un empresario muy querido en la comunidad de San Miguel Totolapan, a la cual el grupo criminal tiene bajo su dominio desde hace años. En esta ocasión no fueron capos rivales, sino la esposa del secuestrado y el resto de la población quienes retuvieron a la madre del capo.

Información de las autoridades locales ubican a Raybel de Almonte como el líder de una banda que antes perteneció al Cártel de la Familia Michoacana, ya disminuido, y que cuenta con 15 órdenes de captura.

Visiblemente enojada grabó un video en el que le exigía a su hijo que soltara al empresario, sin embargo, una vez que se dio el intercambio de rehenes, la mujer declaró a integrantes del Movimiento Totolapense por la Paz, que no podía pedir a su hijo que se entregara ni que bajara las armas.

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