Con una gran sonrisa, vino blanco bien frío y jamón ibérico, José Gaspart recibió hoy a los primeros clientes en su restaurante de La Rambla de Barcelona, pionero en abrir en el emblemático paseo turístico de la ciudad condal tras la crisis del coronavirus, y que a falta de visitantes extranjeros, que no llegarán hasta julio, encontró respaldo en los vecinos y amigos del sector gastronómico.
«Nos tenemos que apoyar entre nosotros o no vamos a salir», remarcó Oscar Manresa, propietario de casi una decena de emprendimientos de restauración en Barcelona, quien disfrutaba este mediodía junto con dos socios y amigos de su aperitivo en una inédita Rambla prácticamente vacía.
España dio este lunes nuevos pasos para salir del estricto confinamiento impuesto a la población para controlar el brote local de coronavirus, uno de los más graves de Europa, que por el momento dejó 26.837 muertos, según el último balance del Ministerio de Sanidad.
La relajación progresiva del confinamiento se notó en un mayor tránsito y bullicio en las dos principales ciudades del país, Madrid y Barcelona, que ya pueden reabrir sus bares y restaurantes, mientras en algunas regiones como el norteño País Vasco, niños y jóvenes regresaron a la escuela en grupos reducidos.
El fin de semana, el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, aseguró que lo peor de la crisis del coronavirus ya pasó y animó a los españoles y turistas extranjeros a comenzar a planear sus vacaciones para julio, previendo que el país habrá levando el estado de alarma que restringe la movilidad desde mediados de marzo.
Por ahora y mientras dure esta medida de excepción, los extranjeros que ingresen a España deben realizar 14 días de cuarentena, lo que desincentiva el turismo, una de las principales fuentes de ingresos -12,3% del PIB- para el país, que es el segundo más visitado del mundo, con más de 80 millones de visitas al año.
A la espera de que regrese el turismo, el combustible indispensable para poner en marcha la maltrecha economía, la capital de España, Madrid, comenzaba a recobrar de a poco el ritmo previo al coronavirus en las calles, aunque solo algunos bares y restaurantes levantaron la persiana para abrir sus espacios exteriores.
Hacerlo o no depende de un cálculo financiero y son muchos los empresarios del sector gastronómico que ya se encuentran al borde de la quiebra. Para algunos de ellos, hasta que no se puede abrir el interior de los establecimientos, no vale la pena poner toda la maquinaria en funcionamiento.
«Nosotros vamos a reabrir para intentar facturar algo después de más de dos meses cerrados», dijo a Telam Hugo Perceval, propietario de tres restaurantes en la plaza Sant Cugat del barrio de la Ribera de Barcelona.
El pequeño empresario gastronómico, quien solo podrá en marcha uno de sus locales, con dos empleados, apuntó que las situación es complicada porque «las ayudas del gobierno no llegan». «Son avales de créditos, y si estás mal financieramente el banco no te presta», explicó.
Las expectativas del sector de la restauración y hotelero -a partir de hoy también reabren los alojamientos sin poder hacer uso de espacios comunes- están depositadas en no perder la temporada de verano, que es crucial para contrarrestar la incipiente recesión en España.
A pesar de la reapertura, la postal actual de Barcelona, considerada la capital de la fiesta del sur de Europa, es irreconocible.
En el paseo Juan de Borbón del barrio de la Barceloneta, que suele estar atestado de turistas, Bivio Bar era uno de los pocos restaurantes abiertos, pero estaba completamente vacío.
«A las 10 de la mañana la calle estaba repleta de la gente que se iba a su casa después de salir a pasear y hacer deporte. Pero hay confusión con el tema de las franjas horarias -que siguen vigentes- y ahora el paseo quedó desértico», dijo Joaquín, el director del bar, que está funcionando con un 20% de personal.
«Tengo un camarero pero no tengo clientes, espero que esto a la tarde se anime un poco», añadió.
La vida social está lejos de ser la misma también en La Rambla, la simbólica y tradicional explanada de la capital catalana convertida en uno de sus principales reclamos turísticos.
A punto de abrir y sin clientes a la vista, Sharif, encargado del bar «Itapa», sostiene que «si estamos un mes así, va a ser una ruina». Debido a la ausencia de turistas son unos pocos los que se atreven a abrir.
Pero José Gaspart se atrevió a innovar pese a la crisis del coronavirus y sacó a la calle su restaurante del hotel Oriental, recuperando para los ciudadanos de Barcelona parte de un espacio que habían perdido y que, al menos durante un mes más, podrán disfrutar sin el necesario aluvión de turistas que moviliza la economía española.