“El principal de nuestros males es el desencuentro que no nos deja reconocernos como hermanos, a lo que le sigue la corrupción generalizada, la plaga del narcotráfico y el descuido del medio ambiente. Estos son algunos ejemplos que muestran que la gran familia de los argentinos está en riesgo y que la casa que compartimos puede resquebrajarse”, dice uno de los párrafos más destacados del mensaje.
Con una introducción histórica y dividido en cinco capítulos, con el texto los obispos no pretendieron realizar “un análisis sociológico ni teológico” de la realidad sino una reflexión pastoral iluminada por la celebración del Bicentenario para «estimular el diálogo» y, para ello, utilizaron una metáfora que recorre todo el documento: la casa histórica de Tucumán como símbolo de la casa común que debe ser la patria.
Con múltiples citas al papa Francisco y su magisterio, y referencias a Mama Antula y el Cura Brochero que serán proclamados este año beata y santo respectivamente, la Iglesia afirmó que “la independencia y libertad proclamadas hace dos siglos, no siempre se tradujo en tiempo de paz y progreso para todos”, ya que “provincias sin recursos y familias pobres sin casa, con muchos argentinos al borde o fuera del sistema laboral, no reflejan las aspiraciones federales de los congresales en Tucumán”.
El mensaje, que ayer fue entregado al presidente Mauricio Macri en una reunión que mantuvieron en la residencia de Olivos, viene siendo elaborado hace varios meses y fue aprobado por todos los obispos del país en la última asamblea plenaria de abril pasado.
“No hay plena democracia sin inclusión e integración y esto requiere el compromiso de todos”, dicen los obispos en otro fragmento del mensaje, en el que hacen referencia a la necesidad de asegurar las tres T –como lo menciona el papa Francisco-: “el derecho al trabajo, la propiedad de la tierra y un techo habitable”, lo cual “está muy lejos de un protagonismo economicista devastador, que impone sin ninguna ética su dominio absoluto”.
Entre los que denomina «males de la casa común», el Episcopado menciona la corrupción como “esa llaga putrefacta de la sociedad”, citando otra vez palabras de Francisco, y la considera como un problema que “no solo que atañe al corrupto sino que alcanza al conjunto de la sociedad, ya que algunos bienes que deben estar puestos al servicio de todos, terminan ilegítimamente sujetos a la voluntad y goce de unos pocos”.
En ese marco, consideran “fundamental” que el Poder Judicial “se mantenga independiente de las presiones de cualquier poder y se sujete solo al imperio de la verdad y la justicia”.
En uno de los párrafos más dramáticos del mensaje, alertan una vez más sobre el narcotráfico y el narconegocio “ampliamente instalado en la Argentina” y los califican como “un silencioso y perverso mal social» que se extiende con «progreso geométrico y sigue matando y destruyendo familias a su paso”.
“Negar la realidad de esta miseria humana que aspira a corromperlo todo, nos puede llevar a una inacción que favorecerá el avance de esta sombra luctuosa sobre nuestra geografía”, dicen, e insisten con una advertencia ya publicada en mensajes anteriores: “la Argentina está corriendo el riesgo de pasar a una situación de difícil retorno”.
Luego hacen referencia “el descuido de la casa común” y la necesidad de una “verdadera conversión ecológica” de los argentinos y para ello piden que se adopten medidas que “fortalezcan la utilización responsable de los recursos naturales a partir de la licencia social; es decir, la aceptación de las poblaciones que podrían verse afectadas por emprendimientos agroindustriales, mineros y extracción de hidrocarburos”.
En el texto, los prelados reconocen también que existe en el país “una crisis de representatividad en la clase política, unida al fenómeno creciente de la corrupción y a la subordinación de la política a la economía” y abogan por la “recuperación de la ética social, la legalidad y la moral pública, para que el sistema democrático pueda defenderse de los males que hoy la desprestigian”.
También hay una palabra para los empresarios, a quienes les solicitan que creen “trabajo digno para todos, sostener y consolidar los derechos sociales y proteger el medio ambiente” y otra para los sindicalistas, a quienes exhorta a promover la “solidaridad de los trabajadores y la defensa de sus derechos laborales”.
En materia de federalismo, los obispos consideran necesario “desarrollar las economías regionales como expresión de un verdadero federalismo, respetando las etnias y culturas, con una real dimensión política”.
En otro capítulo referido a la educación, sostienen que es un “gran desafío” superar la “emergencia educativa” que transita el país y proponen “una educación humanista, que tenga en cuenta los grandes filósofos y clásicos de la literatura universal y que abreve también en los autores nacionales y latinoamericanos; una educación para forjar una cultura del trabajo, que forme en la laboriosidad y la perseverancia” y piden que se fortalezca la educación pública de gestión estatal.
Para finalizar, tras destacar que es necesario «recrear la conciencia del bien común», la Iglesia dice que el país «es la casa común que construimos entre todos por medio del diálogo activo, que busque consensos y propicie la amistad social hacia una cultura del encuentro».
Fuente: Telam