Es la primera, heroica guerrera,
una tierna y humilde madrecita;
es suave y aromada florecita,
que surge soberbia en la pradera.
Es ella, la grácil mariposa
que bate sus alas con loco ardor
y en cada amante flor que se posa,
deja un evocado radiante amor.
Es la madrecita tierna y santa
que a sus hijos colma de esperanzas
se cubre en plañidera manta.
En el faro enorme, poderoso
que en las noches crueles y bravías,
indica al viajero temeroso,
el camino hacia el progreso y alegría.
Es el rayo de luz, que alimenta el vivir,
y abre paso, sin un reproche
el directo camino al porvenir.
Es el cóndor tan glorificado soberbio y solitario
que sube alto, muy alto en la cumbre
venciendo a sus pies avergonzando
el cruel abismo de la vida.
Dulce maestra, cuánto te adoro,
tu has sido el ideal de mis cariños,
¡Oh, santa piadosa madrecita,
que siempre en mi vida evocaré.
Autor: Dalmiro Coronel Lugones
Fuente: Dalmiro…Por Siempre