Nueva Zelanda demostró ante Guatemala que en el Mundial está prohibido subestimar. El partido inaugural que enfrentó a los próximos dos rivales de la Argentina fue 1-0 para los oceánicos. Un equipo de talla alta, sin virtuosismo, con un juego por momentos cansino pero dueño de un porte físico que impone con inteligencia.
Sin embargo, por las bandas también mostró capacidad para romper, aunque con intermitencias. Lo mejor en ese sentido se vio con el ingreso de Norman Garbett, potente de 1,81 metro del Potenza italiano y quien ganó inteligentemente en la jugada del gol para definir ante el arquero Fausto Delgado. Un ataque propiciado por el jugador decisivo de los oceánicos: el pivote lanzador Fin Conchie, clave en la salida y también con sus pelotas al vacío.
El 1-0 terminó siendo, no obstante, un premio más por el oportunismo que por el volumen de juego mostrado por Nueva Zelanda: en ese rubro hasta los 70’ se impuso Guatemala.
Entre ellos dos gestaron, de hecho, jugadas de manual que deben atenderse. Como la pausa y el juego de espaldas al arco de alguno de los dos playmakers para luego atacar de sorpresa con pelotas pinchadas o profundas a espaldas de los centrales, aprovechando la velocidad de los extremos (Carlos Santos y Figo Montano).
A diferencia de los oceánicos, en contraste, Guatemala no se mostró como un equipo del todo voraz en la presión ofensiva: lo hizo de manera individual y no en bloque, lo que favoreció algunas salidas de Nueva Zelanda. Y al avanzar -exigió dos veces al arquero Kees Seems, primero con un cabezazo de Santos y después con un remate de Ordoñez- dejó espacios que su adversario no supo capitalizar.
El punto en su contra: faltando 20 minutos se quedó sin Jeshua Urizar por una lesión muscular en la zona del pubis derecho. Mientras que el arquero titular, Jorge Moreno, pisó mal en un achique, se torció el tobillo izquierdo y tuvo que ser reemplazado. Y así, con Delgado todavía entrando en calor, Nueva Zelanda combinó y marcó el gol determinante.
Nico Berardo/Olé