"No me propongo hacer la mejor versión de cada tema"

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«Me caracterizo por no buscar la mejor versión de una canción: no tengo la necesidad de creer que voy a salvarla. En mi nuevo disco hacemos `Corazón delator`, de Gustavo Cerati, y respetamos la forma en que la grabó Soda Stéreo. No estoy en eso de experimentar», expresó Carabajal en diálogo con Télam.

Peteco presentará «El viajero», su último material -grabado en vivo en un concierto realizado en 2010 en el Teatro El Círculo de Rosario-, el miércoles desde las 21 en el escenario porteño de La Trastienda (Balcarce 460).

El disco reúne composiciones propias como «El viajero», «Amanecer revolución» o «El bailarín de los montes», pero también obras del cancionero de Atahualpa Yupanqui («La guitarra»), Silvio Rodríguez («Vamos a andar») y Carlos Gardel («Volver»).

«En `Corazón delator` copiamos la forma en que la toca Soda Stéreo, en especial la velocidad. Lo mismo con `Volver`, que está grabado sólo con guitarras y con el mismo tiempo que el original.

No estoy en eso de experimentar. Incluso, ya no hago los arreglos; dejo que los músicos tengan libertad», aseguró.

Peteco es acompañado en «El viajero» por Demi Carabajal (batería), Daniel Patanchón (guitarra eléctrica y acústica), Homero Carabajal (guitarra eléctrica y acústica), Juancho Farías Gómez (bajo) y Ricardo Carabajal (percusión).

«Ya no soy la persona que les dice al resto del grupo cómo tiene que tocar. Simplemente empiezo y los demás se van prendiendo; a lo sumo, les digo, `buscale por otro lado`. Esa es una característica nuestra y la gente lo recibe como algo fresco», apuntó Peteco.

-¿Por qué elegiste grabar este disco a partir de una toma en vivo y no trabajarlo desde el estudio? -A mí me gustan mucho el proceso de estudio y también el del vivo, pero hay repertorios que uno siente más apropiados para el contacto del vivo. En este caso, el disco nació desde la canción «El viajero», que es de 1988 y siempre me ha acompañado, aunque no tenía lugar en mi repertorio arriba del escenario.

Utilicé esa canción para encabezar una idea. Si bien la experiencia es diferente a la de un libro o de una película, yo siempre articulo el disco a través de un argumento, que está dado por las letras de las canciones. Incluso, luego, me gusta respetar ese orden en el escenario. Cada lugar está pensado y los temas se suceden de acuerdo a las letras, a si las canciones están en tono mayor o menor, o alguna otra guía.

-Si bien siempre profundizaste en la chacarera, el disco aborda algunos otros ritmos como el huayno («Amanecer revolución») o el loncomeo («Quimey Neuquén»), en donde se te ve menos atado a cumplir con el mandato de las formas musicales, ¿Trabajás con mayor libertad con ritmos que no pertenecen a tu paisaje musical? – Es así. “Quimey Neuquén” tiene una versión con mucha energía. Si se quiere, y voy a utilizar una palabra que no me gusta usar porque es el producto de una dominación cultural, es bien rockera.

Puede ser que en el fondo no me sienta en condiciones de decir “esto es un loncomeo y se toca así”. Es quizá, en este momento, el tema más fuerte que tengo en el repertorio, pero no pretendo representar el sentir de la Patagonia.

La chacarera es el único campo en el que puedo hacerme cargo con total responsabilidad.

– ¿Sentís obstáculos adicionales cuando te expandís más allá de la chacarera? -En algunos casos sí. En el disco grabamos “Volver” y reconozco que mi voz no es tanguera. Mi voz tiene tierra y algarroba, no cemento; no tengo el arquetipo de la voz del tango.

Tampoco tengo una voz para cantar milonga o candombe; y al chamamé no lo domino.

Lo que hago es desde otro lugar, con mucho cariño y respeto.

Los ritmos que manejo con naturalidad son aquellos que provienen del noroeste.

-¿El artista tiene un compromiso con la evolución de la música, la obligación de buscar un desarrollo? -No creo que tenga esa obligación. Ya no pasa por mí el interés por la investigación y la experimentación.

A veces escucho a determinados artistas que tienen prensa, que se dice que están en la evolución, y yo no les veo un valor por el hecho de que hayan metido acordes que al principio no estaban en esos ritmos.

Si, por ejemplo, en una canción como «Digo la mazamorra» me hubiese querido regocijar con acordes o rearmonizaciones no hubiese podido dar con la música que necesitaba un poema completamente nativo, americano, que tiene como raíz la escala pentatónica, que no tiene los aportes que luego han venido de Europa.

Le he puesto una música que se puede tocar en un sólo tono.

No necesita nada más.

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